MUNDO
Trump privilegió a economía sobre la salud: Del falso Russiagate al genuino Obamagate

Por Alfredo Jalife-Rahme (Sputnik Mundo) //
Pese a haber manejado pésimamente la pandemia del COVID-19, Trump hizo explotar la bomba judicial del ‘Obamagate’ que expone la crapulosa sordidez de los servicios de espionaje de EEUU para inventar el falso ‘Russiagate’.
El Obamagate se puede convertir en un ‘COVID-19 político-judicial’ que cobrará a muchos infectados y víctimas, incluido al candidato demócrata Joe Biden.
En Estados unidos existe un tácito acuerdo de que los expresidentes no ataquen al presidente en turno ni que este, a su vez, anatemice a sus antecesores. Este acuerdo ha sido roto por Obama y por Trump quienes ahora se golpean retórica y judicialmente con todo.
No es ningún secreto exponer que Trump ha manejado muy mal la pandemia del COVID-19 por haberse confiado y haber retrasado las medidas precautorias teniendo en consideración más a la economía que a la salud pública que desnudó la miseria del sistema hospitalario en EEUU, mientras las grandes empresas farmacéuticas (big pharma) se enriquecen sin límites.
Nunca hay que subestimar el poder de réplica de Trump, un fanático del box, quien, cuando parecía arrinconado, pasó a una felina contraofensiva que exhibe la perfidia persecutoria de Obama, quien fraguó el Russiagate.
En forma increíble, los revires boxísticos de Trump le han redituado beneficios electorales, como se vio en las dos elecciones parciales de legisladores en California, un feudo inexpugnable del Partido Demócrata, y en el volátil (swing state) Wisconsin, donde salieron triunfantes los candidatos del Partido Republicano contra todos los pronósticos, lo cual asienta que la elección del 3 de noviembre será ferozmente disputada.
En el Día de las Madres, Trump se lanzó con todo contra Obama en una serie de 126 tuits donde colocó el hashtag «#OBAMAGATE!» que hizo reflexionar a los estrategas, amén de entusiasmar a sus 80 millones de seguidores, sobre los alcances judiciales que harán derramar mucha sangre, como clásica venganza a la persecución a la que fue sometida su presidencia durante tres interminables años y que desembocaron en una fallida defenestración (impeachment), impulsada en la Cámara de Representantes, a mayoría del Partido Demócrata, por Nancy Pelosi y la camarilla adicta al megaespeculador George Soros, la cual fue desechada en el Senado por la mayoría del Partido Republicano.
Ahora la narrativa de Trump y sus aliados consiste en exhibir que el mismo Obama, como sus más altos funcionarios —desde el mismo vicepresidente Joe Biden, pasando por el abanico del poderoso espionaje del FBI, hasta la nomenclatura del poder judicial: condensados en el Deep State (Estado profundo)— , al unísono de un puñado de mafiosos oligarcas ucranianos, impusieron la peregrina teoría de que Trump ganó las elecciones en 2016 gracias a la ayuda de Rusia, lo cual hasta hoy no ha podido ser demostrado y fue desechado por el fiscal especial Robert Mueller, curiosamente aliado del exdirector expulsado del FBI James Comey, quien ha sido desnudado en su infinita criminalidad.
Entre las víctimas perseguidas por la pandilla judicial y del espionaje crapuloso de Obama, se encontraba el consejero de Seguridad Nacional de Trump, el teniente gral. retirado Michael Flynn, quien fungió antes como director de la DIA (Defense Intelligence Agency: Agencia de Espionaje de Defensa).
Michael Flynn fue perseguido sin piedad por el FBI debido a una llamada telefónica con el entonces embajador ruso en EEUU Serguéi Kisliak, lo cual es más que normal en la interacción de dos superpotencias geoestratégicas nucleares del tamaño de EEUU y Rusia. Flynn fue obligado a renunciar en forma insólita 24 días después de haber iniciado su función.
Para minimizar su condena, Flynn llegó a un arreglo judicial con el fiscal especial Robert Mueller y aceptó haber mentido al FBI, lo cual, visto en retrospectiva, fue un grave error de juicio.
Quizá por necesidad para desviar la atención de su pésimo manejo de la pandemia,Trump ha pasado a la contraofensiva y ha puesto a la defensiva a sus pletóricos enemigos encabezados por Obama.
Así las cosas, el hoy mandamás del Departamento de Justicia, William Barr, desistió de los cargos contra Flynn, lo cual sacó de quicio a Obama quien fustigó la decisión por «haber puesto en riesgo el imperio de la ley».
Obama ha destrozado el accionar de Trump durante la pandemia como un «desastre caótico absoluto«, lo cual desembocó en el furibundo revire de Trump que produjo un tsunami con su hashtag #Obamagate que, comentó, «hace de Watergate parecer pequeño en comparación» y arremetió contra su antecesor de haber cometido «el mayor crimen político de la historia estadunidense».
El muy influyente Senador Rand Paul se fue a la yugular de Obama y lo señaló como parte del grupo de espionaje que tenía como objetivo entrampar a Michael Flynn.
Según un reporte del actual director del Espionaje Nacional (National Intelligence) Richard Grenell, se señala tanto al anterior vicepresidente y hoy candidato presidencial Joe Biden, así como al anterior director del FBI James Comey, de estar implicados en la trama contra Flynn durante la investigación del fake Russiagate, lo cual ha sacudido a la clase política de Washington.
Fox News reportó que el director de National Intelligence Richard Grenell desclasificó una información, que implica a John Brennan de haber desinformado sobre el fake Russiagate.
Nada menos que 23 funcionarios de Obama forman parte del explosivo reporte donde destacan John Brennan, exdirector de la CIA, y James Clapper,exdirector de la Agencia de Inteligencia de Defensa.
Por cierto, James Clapper admitió que no existía evidencia de una «conspiración» de Rusia con Trump.
¿Se atreverá Richard Grenell a ventilar el nombre de Obama?
Cual su costumbre implacable, Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York y abogado privado de Trump, fustigó tanto a John Brennan como a James Comey de haber orquestado la tentativa del Deep State para derrocar a Trump, lo cual equivale a una «alta traición«.
El volcánico Obamagate ha puesto a la defensiva al Partido Demócrata, y Charles Schumer, líder de la minoría Demócrata en el Senado y muy cercano a la dupla Soros/Bloomberg, arremetió contra las «desacreditadas teorías de la conspiración» contra Obama y «contra Biden» y volvió a rumiar sobre la «frecuente conspiración (sic) generada por Rusia en contra de la cúpula del Partido Demócrata».
El mandamás del Comité de Espionaje de la Cámara de Representantes, Adam Schiff, lubricado pecuniariamente por George Soros, fue señalado en un editorial del Wall Street Journal— perteneciente a Fox News y muy cercano a Trump— de haber alterado las transcripciones testimoniales para incriminar a Trump mediante el fake Russiagate y así encaminarlo al cadalso del impeachment.
La réplica del vilipendiado Schiff ha sido sanguinaria y acusa a Trump de la muerte de 80.000 estadunidenses por el COVID-19 y de haber arruinado a la economía que se encuentra en la peor situación desde la depresión de 1929.
Schiff juzga que el Obamagate es un señuelo de distracción de Trump.
El editorial de marras del Wall Street Journal comenta sobre la reciente divulgación de los testimonios de que «Adam Schiff propaló falsedades sin ninguna vergüenza (sic) sobre Rusia y Donald Trump durante tres años, pese a que su propio Comité recolectó la evidencia contraria».
Trump instó al muy influyente senador Lindsey Graham, que preside el Comité Judicial del Senado, a que cite a comparecer a Obama y así responda a las graves imputaciones en su contra de haber maquinado y montado el fake Russiagate.
Ya fue mancillado el inmerecido Premio Nobel de la Paz de Obama quien practicó el más vil espionaje contra sus adversarios.
¿Un citatorio de Obama en el Senado descarrilará la candidatura presidencial de Joe Biden?
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
JALISCO
Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

– Por Mario Ávila
El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.
Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.
Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.
Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.
Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.
La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.
Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…