MUNDO
Un personaje entre la admiración y la condena: Henry Kissinger, poder de facto, el poder detrás del poder

Por Jorge López Portillo Basave //
El pasado 29 de noviembre falleció una parte de la historia del mundo, del moribundo -diría yo- actual orden mundial. Henry Kissinger nació el 27 de mayo de 1923 en Furh, una población pequeña parte de la hermosa región de Bavaria durante la Alemania hitleriana. Heinz, alemán de Enrique o de Henry podría llenar librerías de anécdotas, pero trataremos de escribir algunas de las más relevantes.
El hombre que vivió por poco más de cien años, es sin duda un referente del actual orden mundial. El que nació bajo la persecución judía de Hitler vs los judíos, viajó con su familia en 1938 a los EUA en donde siendo adolescente se enlistó en el ejercitó y sirvió a su patria adoptiva durante la Segunda Guerra Mundial en contra del monstro que los había sacado de su tierra natal.
Fue soldado del 84º regimiento de infantería como oficial de inteligencia con el grado de sargento y participó entre otras batallas en la de Bulge de diciembre de 1944 a inicios de 1945 recibiendo medalla de bronce. En esa Guerra como sabemos EUA y sus aliados, sumaron fuerzas con la URSS para derrotar a Hitler con ataques desde dos flancos.
En los ochentas y ya como un veterano de la política internacional, el ex Secretario de Estado de los EUA dijo: “los logros y cargos que he tenido, no se podrían explicar para una persona en mi condición, si yo viviera en otro país”. ¿Qué quiso decir? Empecemos por el principio.
El joven Kissinger era un refugiado y su familia al emigrar a Estados Unidos de Norteamérica no sólo le salvó la vida, sino que le permitió llegar a un país que lo recibió y que le permitió desarrollar el total de su potencial como él mismo lo decía que incluso siendo extranjero por nacimiento, ese país le permitió llegar a la cumbre del poder del Estado más poderoso del mundo.
Como sabemos el Secretario de Estado de EUA es la segunda posición de poder real por debajo del presidente de ese país ya que por lo general el Vicepresidente es solo de decoración. De hecho, el titular de esa cartera es quien maneja los hilos del poder militar, de espionaje, de inversión y de presión de los EUA en el mundo.
Pero ha habido muchos secretarios de Estado y no se recuerda ninguno tan trascendente o tan influyente durante y después de su encargo, como lo fue el judío hermano-americano asesor de casi todos los que ocuparon su puesto desde los 80s hasta la fecha y claro también consejero y asesor oficial de doce presidentes de EUA desde JFK hasta Biden y de varios países del mundo.
Veamos. Desde el nacimiento de los EUA ha habido seis presidentes que saltaron de la silla de Secretario de Estado a Presidente de ese país, además cuando menos 24 Secretarios de Estado han sido candidatos a la presidencia del país del tío Sam al terminar su encargo como parte del gabinete federal. Con esto nos debe quedar claro el poder y del prestigio de la silla, siendo la más reciente Hillary Clinton. Como vemos, es más común ser candidato desde esa posición que desde la vicepresidencia.
Pero Heinz Alfred no era un secretario común, sino un gigante de la política y hemos de decir también pragmático de la circunstancia. El momento estelar público de su carrera diplomática, podríamos decir que fue en 1973 cuando aún como asesor en seguridad nacional del Presidente de EUA encabezó los llamados acuerdos de París para terminar la Guerra de Vietnam lo que se le reconoció con el Premio Nobel de la Paz por su participación como arquitecto para el final de dicha guerra bajo las órdenes de su jefe el Presidente Nixon, quien obvio no recibió más que la salida por el escándalo de las grabaciones en contra del Partido Demócrata conocidas como Watergate.
Pero su contribución más grande al orden mundial presente y futuro se dio en Asia ya que fue también el artífice de la apertura de las relaciones China-EUA como parte de una estrategia para bajar el nivel de influencia de Rusia en la región, lo que también fue ejecutado durante la presidencia de Nixon quien abrió a China al mundo “moderno” y el mundo a China.
DETRÁS DE GOLPES MILITARES
Pero no solo son esas dos grandes cosas las que hacen famoso a Kissinger. Es señalado como uno de los artífices de la militarización de países del mundo, en especial de hispano américa en lo que fue una estrategia para evitar la llegada del socialismo especialmente el de Cuba a cambio de permitir o de fomentar gobiernos militares que respondieran al mandato de Washington como por ejemplo Chile y Argentina entre otros incluido el origen del famoso tratado Torrijos Carter para Panamá.
En Europa podemos decir muchos logros, pero fue uno de los pioneros del tratado para limitar el aumento de las armas nucleares llamado SALT que firmó incluso Rusia pero que EUA no ratificó después al cambio de administración, pero sirvió de base para toda la política armamentista de EUA desde los 70s hasta los 90s.
Obvio su pasó también dejó huella en Oriente Medio habiendo sido de los artífices para el final de la llamada Guerra de Yom Kippur en 1973 entre cuatro países árabes encabezados por Egipto y Siria en contra de Israel.
La crítica más severa es que él y un grupo de políticos de la época son parte de una escuela de política llamada “realpolitik” que es del tipo de la que dice que el fin justifica los medios y con poca autocrítica a los abusos cometidos por sus propias fuerzas en contra de otros países con el uso de la fuerza militar o económica. “…En orden para negociar uno tiene que entender la percepción del lado contrario y el contrario la de uno. Entonces ambos deben tomar una decisión de tratar de reconciliar esas diferencias” dijo Kissinger en una entrevista en el 2008.
Era una celebridad no solo diplomática sino incluso en el medio del espectáculo por sus visitas a centros nocturnos como el famoso Estudio 54 de NY. De hecho, ocupó el lugar de persona más famosa en varias encuestas de la época. Varias mujeres famosas de la época salieron con él, incluso algunas decían que era muy interesante y por ende atractivo a lo que él respondía que “el poder era el mayor de los afrodisiacos” y que “…la ventaja de ser famoso, es que si uno es aburrido, la gente piensa que es su propia culpa el no entender y no la mía de serlo…” digamos que como buen pragmático también era un poco cínico y burlón incluso de su propia persona.
Como dijimos, su influencia y su fama fueron mucho más duraderas que su etapa como Secretario en la década de los 70´s con los presidentes Nixon y Ford de quien en 1977 recibió la medalla presidencial que es el más alto honor a un mérito civil en ese país, de hecho fue también el presidente de la Comisión de los EUA para investigar los atentados del llamado 9/11 formada a raíz del exitoso ataque de Osama Bin Laden en contra del pentágono y las torres gemelas de NY en aquel año de 2001. Fue presidente de la escuela William y Mary uno de los institutos privados de mayor prestigio en el mundo de habla inglesa en donde han estudiado Presidentes y Príncipes desde los años de 1700.
En la vida de la iniciativa privada nunca dejó de ser público, asesorando a personajes como jefes de Estado o jefes de la Oficina de la Casa Blanca en la era Clinton y a empresas de China, Australia y Europa entre otros.
LA APERTURA CON CHINA
Por su influencia en China y la consecuente influencia en EUA por la apertura con China puedo decir que, desde Moisés como hijo adoptivo de Faraón en Egipto, país equivalente a EUA en nuestra era, no había habido ningún refugiado tan poderoso como lo fue en su momento Henry Kissinger con tanta influencia en el orden mundial respectivo y en el futuro. Dicho sea de pasó, él fue claro en la política de que EUA no podía promover una política de dos chinas, una en Taiwán y otra en Beijing lo que propició que criticará con Nixon al entonces embajador de EUA ante la ONU George H. Bush por ser poco sofisticado y blando.
A la caída de Nixon, obvio es que Kissinger sufrió políticamente hablando, pero siempre dijo no ser político, pero sí que lo era, pragmático y frío. Pero creo que quien más gracias le debe dar a Heinz es China porque sin él y sin Nixon Vietnam habría sido una desgracia aún mayor, China se habría sumado a la URSS para luego caer como sucedió con los otros aliados de ese sistema y para bien o para mal el mundo de hoy y del mañana sería diferente. Recordaba que el día en el que Nixon dejaría la presidencia llegó a su oficina y le invitó a conversar en la sala llamada Lincoln de la Casa Blanca, en donde el aún presidente platicó con él y le convidó a orar… “yo estaba junto a un hombre que había pasado toda su vida en ser presidente y después de haberlo logrado estaba a punto de ser sacado por sus propios actos…”
H.A.K. – por sus iniciales- estudió su licenciatura, su maestría y su doctorado en Harvard y se graduó con honores, en esa Harvard que era muy pro capitalista, pro EUA y pro israelí, muy distinta a la de hoy pro socialista y pro Palestina. “…casi la mitad de mis compañeros de escuela en Alemania incluidos 13 familiares murieron en campos de concentración…” comentó en alguna ocasión. Durante la ceremonia en la que tomó posesión como Secretario de Estado recordó ser la primera persona de origen extranjero en ocupar dicho cargo.
Kissinger en un discurso ante la escuela preparatoria “George Washington” dijo que América -EUA- era un país en el que uno podía caminar por la calle con la cabeza en alto sin importar su religión o su condición económica. Recordando que de muy joven trabajó como empleado y estudio por las tardes en esa misma escuela para poder costear sus gastos, de ahí se sumó al ejército.
Kissinger se va con un mundo en el que China a la que él abrió las puertas para distanciarse de Rusia, está por rebasar a los EUA y más cerca a Rusia que nunca. Un mundo en el que Israel está en guerra como cuando él era Secretario de Estado. Si Israel se salvó de la guerra del Yom Kippur en los 70´s fue en buena medida porque el Secretario de Estado de EUA operó con apoyo de armas y de equipo para que Israel no cayera en manos de Egipto y de Siria, nuevamente, porque como se puede leer en la historia en Gaza, Palestina como tal no existía ni los egipcios querían un país llamado así. Un mundo en el que el comunismo o socialismo que él creyó vencer está de moda en su propio país incluso en su amada Harvard.
Adiós Heiz Alfred Kissinger tus críticos te acusan de asesino y de cómplice cuando menos, tus admiradores de dar resultados y de ser visionario pero la verdad sea dicha, la historia del mundo contemporáneo tiene muchas páginas escritas por las políticas impulsadas por la cara más visible del poder de facto meta-electoral que encarnó.
La frase de Anthony Blinken actual Secretario de Estado nos deja claro el respeto y admiración de los diplomáticos de EUA acerca de la figura de Kissinger. “H.A.K. no solo conoció bien la historia, sino que la cambió profundamente”, sentimiento y reconocimiento que fue secundado durante el fin de semana por Presidentes y Primeros Ministros desde China o Japón hasta Medio Oriente y Europa.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos
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LAS CINCO PRINCIPALES:
MUNDO
Tolerancia en tiempos de algoritmos

– Opinión, por Miguel Anaya
¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.
En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.
¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.
El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.
He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).
La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.
Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.
La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.
El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.
Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.
Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.
En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.
El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.
Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.
Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.
MUNDO
De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.
México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.
Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.
El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.
La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.
No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.
Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.
No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.
Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.
Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.
No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.
El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.
Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.
Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.
Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.
Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.
México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.
No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.
Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.