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OPINIÓN

¿Y seréis como dioses?

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Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //

La confianza es la herramienta que algunas personas usan para traicionar.”

Estas últimas semanas han sido las peores para el presidente López Obrador y su transformación de México. Su gobierno parece no tocar fondo y todo apunta a que irá de mal a peor y de ahí a la mayor catástrofe política en la historia de México.

Tengo la impresión de que su talismán bueno ahora solo atrae lo más negativo. De ser quien imponía la agenda política de México ahora va quedando como un espectador pasivo e impotente. Las desgracias se le agolpan. Él no se ayuda a sí mismo y los suyos no lo escuchan. El barco de la 4T navega a la deriva.

Cuentan que una serpiente nos invitó a ser como dioses y que hubo quienes le creyeron y cayeron hasta lo más profundo del mismísimo averno. Desde ese día, mujeres y hombres sucumbimos ante los sortilegios de lo fácil e inmediato, ante la taumaturgia del engaño…

La 4T se carcome a sí misma. La fatalidad la persigue y en su huida pierde rumbo, tomando caminos cerrados y oscuros. Se me dijo que la política es ciencia y es arte, y lo creo; sin embargo, también es verdad que en ella hay magos blancos y hechiceros negros; gente buena y otra muy, pero muy mala: fétida, nauseabunda, putrefacta…

Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”. Tal verdad, dicha por otro es solo muestra de una gran envanecimiento y fatuidad.

La fatalidad, como destino personal, no existe; cada quien construye su ventura y cada quien elige de quién escucha consejos y qué aprende de la experiencia. Andrés Manuel, desde su altivez y arrogancia, ha ordenado a los suyos no cambiar ni una coma a su voluntad pronunciada como si fuera verdad eterna; se equivoca. El presidente no acepta ni comprende que contendió y ganó la presidencia de la República pero que permanentemente habría de competir por quien, desde aquel momento, sería su oposición. El presidente rechaza que él debe buscar los mejores acuerdos en función de visiones y misiones disímbolas y hasta yuxtapuestas a la suya. López Obrador asume y ordena, y no pregunta ni a los suyos, tal cual debiera ser en democracia.

Buda decía que “ni tus peores enemigos pueden hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”.

Desde su soberbia, el presidente sojuzgó a sus legisladores en torno de su ley eléctrica; les estatuyó abandonar toda negociación con la oposición, rompiendo con el principio más elemental de la democracia y lo perdió todo. Luego, irascible y colérico, tildó de traidores a la patria a quienes no le aprobaron su ley, rompiendo lanzas y derribando puentes de entendimiento y negociación, cerrando las puertas del Legislativo a sus futuras iniciativas. Y entonces, como si fuese maldición gitana, su amigo Donald Trump lo exhibió y denigró de la manera más soez posible. ¡Vaya semanas del presidente!

López Obrador mandó su iniciativa de reforma eléctrica y, ahora, de reforma electoral, sobrecargado de confianza. En una y otra ocasión, lo hizo creyendo que legisladores priistas abandonarían a su partido y se irían a Morena solo porque, como se dice, “él lo decretó”. Supuso que la traición es cosa propia de todo priista, como lo fue en su caso y en el de muchos de su gente en Morena y la 4T.

López Obrador es subjetivo; sus otros datos lo separan de la realidad y por igual razón insiste en violentar reglas de convivencia humana como eso de insultar queriendo construir una relación sádico-masoquista entre gobierno y pueblo. La traición es lo suyo, por ello destapó a Claudia Sheinbaum Pardo como su candidata a la presidencia de la República y que ahora sea Adán Augusto López el ungido.

Boris Cyrulinik escribe en su libro El amor que nos cura lo siguiente: “Me siento desdichada por amar de esta forma, pero si le amo con dulzura, no consigo saber si le amo o no. Un amor plano me decepcionaría. Sólo una pasión desgarradora me proporciona la prueba de que le amo y, al mismo tiempo, me hace sufrir por amarle”. Así son las relaciones de base en la 4T y por ello, aun conociendo y reconociendo que el gobierno de López Obrador les conduce a un páramo, lo siguen e idolatran porque les es difícil escapar de esa relación. En palabras de Hugo Bleichmar, “la meta no es la búsqueda del displacer sino lograr, mediante el sufrimiento, el escapar de un sufrimiento mayor”. Hablamos de un pueblo que se siente solo, abandonado y sin control sobre sus vidas; para ese pueblo, López Obrador lo redimirá… sacrificándolos en el Macuilcalli o Macuilquiahuitl.

Es un pueblo que no entiende que nunca saldrá del hoyo de la pobreza mientras no ¡aspire! a aquello que él mismo elija, se prepare y trabaje arduamente. Tenemos a un pueblo temeroso del abandono el padre y la madre representado por el gobierno y la incertidumbre de seguir o perder los apoyos sociales. Somos la tierra en que se encuentran de cara el masoquismo de Sacher-Masoch y el sadismo del Marqués de Sade.

En política se negocia el poder. En política la astucia y la inteligencia siempre están de parte de quien gana. En política, la diplomacia es la demostración más civilizada del intercambio. En diplomacia se conversa para negociar, jamás para imponer, y el respeto, la legitimidad y la legalidad son los ejes sobre los que se estructura.

No sé cómo será la eternidad, pero no creo que en ella todo permanezca inamovible. La imagino en una ebullición permanente, fascinante, deliciosa, creativa; en verdad divina. Me resisto a creer que la eternidad será contemplativa de un Dios aquietado y ensimismado; por el contrario, a Dios, por ser quien es, lo trato de entender en la fascinación más insaciable por lo que todos estaremos, de llegar a Él, descubriéndolo eternamente sin abarcarlo jamás.

En la cotidianidad de nuestra realidad nada es eterno. Lo sabemos y nos aterra; por ello, nos obsesionamos en crear una realidad metafísica donde el tiempo no pase y todo permanezca inamovible, y la 4T se eternice. Creemos que el debate político profundo y las diferencias ideológicas son nuestra mayor condena cuando son la bendición más grande.

E-mail: benja_mora@yahoo.com

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