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LOS PELOTEROS

La hazaña para la historia de Ronnie Camacho: 27 jonrones hace 62 años en la Liga del Pacífico

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Por Gabriel Ibarra Bourjac //

El sol se alzaba implacable sobre Empalme, Sonora, aquel febrero de 1963, tiñendo de dorado las calles polvorientas que conducían al estadio de los Rieleros. Ronaldo “Ronnie” Camacho, el “roperón de Empalme”, caminaba hacia el diamante con el peso de su pueblo sobre los hombros.

En su mirada se mezclaban la determinación y el nerviosismo: sabía que la penúltima serie del rol regular en la Liga Mexicana del Pacífico sería su prueba de fuego.

Los Naranjeros de Hermosillo, líderes de la liga, llegaban a retarlo, y con ellos, dos titanes del bateo, Héctor Espino, el “Supermán de Chihuahua”, y Saúl Villegas. Ronnie cargaba 24 jonrones; Espino y Villegas, empatados con 23, acechaban su corona. El aire vibraba con la expectativa de 15 mil fanáticos que abarrotaban las gradas, ansiosos por presenciar una batalla que pasaría a la historia.

Desde el primer juego, el estadio se convirtió en un caldero de emociones. Ronnie, con su bat al hombro, sentía cada mirada mientras se paraba en la caja de bateo. El pitcher de los Naranjeros lanzó una recta alta, y el sonido del impacto resonó como un trueno: jonrón 25. La multitud estalló en un rugido que hizo temblar las gradas de madera.

Al día siguiente, en el segundo juego, otro cuadrangular surcó el cielo, el 26, y la afición ya soñaba con la gloria. Pero fue en el cuarto y último juego de la serie cuando Ronnie selló su leyenda. Con un swing poderoso, la bola voló más allá de las bardas, marcando su jonrón 27. El récord estaba hecho, y Empalme se rindió a sus pies. Ese récord, implantado hace 61 años, sigue intacto, solo igualado por Bob Darwin en 1971-1972 con Hermosillo.

El sonido que nunca se olvida

Días atrás, sentado frente a mí en una tarde cálida de junio de 2025, le pregunté a Ronnie cuál de esos jonrones había gozado más. Sus ojos, cargados de nostalgia, se iluminaron mientras respondía: “Nada es más hermoso que escuchar el sonido del impacto del bat con la bola y verla viajar arriba de las bardas”. Su voz temblaba al recordar aquel invierno del 63, cuando en su tierra natal, con los Rieleros, superó a Espino y Villegas para conquistar la corona de jonrones. “Fue una emoción inmensa”, añadió, “sentir que no le fallé a mi gente”.

Ronnie, junto a Espino, fue uno de los bateadores más temidos de México, un bombardero que acumuló 457 jonrones en su carrera: 317 en la Liga Mexicana de Béisbol (LMB) y 140 en la del Pacífico, un poder que aún resuena en la memoria colectiva.

Una vida dedicada al diamante

Ronnie Camacho nació el 26 de octubre de 1935 en Empalme, un pueblo ferroviario de Sonora donde el béisbol era más que un deporte: era un rito. A los 17 años, en 1953, debutó con Fresno en la Liga de California, sucursal de los Cardenales de San Luis, siendo el más joven del equipo. En 1958, ya con los Rieleros, ganó la triple corona de bateo en la Liga Invernal de Sonora, preludio de lo que sería su gloriosa carrera.

Durante más de 20 años y 2,200 juegos, Ronnie brilló en México y Estados Unidos, jugando para equipos como Águilas de Mexicali, Tecolotes de Nuevo Laredo y Pericos de Puebla, hasta su retiro en 1975 con Aguascalientes. En 1983, su nombre ingresó al Salón de la Fama del Béisbol Profesional de México, un reconocimiento a su legado inmortal.

Un homenaje que une pasiones

El eco de sus hazañas llegó hasta Guadalajara, donde tuve el privilegio de rendirle homenaje en el Palacio Municipal, durante el último año de la administración de Enrique Alfaro, con Enrique Ibarra como alcalde interino.

Como relató Diego Morales Heredia en Conciencia Pública, destaqué a Ronnie como un ícono mexicano, un ejemplo de profesionalismo y entrega que inspira a la juventud. “Cuando hay talento, pasión y vocación, se puede lograr”, dije, emocionado, mientras recordaba mis inicios en el periodismo, nacidos de mi amor por el béisbol.

Rodeado de la peña beisbolera más apasionada del occidente, con 150 miembros, celebramos a este sonorense que encarna la grandeza del rey de los deportes. Su récord de 27 jonrones en la Liga del Pacífico, y los 39 en la LMB, lo convierten en el protagonista de las mayores proezas cuadrangulares del béisbol mexicano, un legado que sigue motivando a generaciones.

Un faro para los nuevos peloteros

Ronnie Camacho no es solo un nombre en los libros de récords; es un faro para las nuevas generaciones de peloteros que sueñan con el éxito. Su historia enseña que el talento, forjado con disciplina y amor por el juego, puede romper barreras y conquistar hazañas eternas.

En cada swing de un joven bateador, en cada grito de la afición, resuena el eco de aquellos 27 jonrones de 1963, un recordatorio de que, con pasión y entrega, el diamante siempre recompensa a quienes lo honran. Ronnie, el “roperón de Empalme”, sigue siendo la chispa que inspira a los futuros campeones del béisbol mexicano.

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La sombra de la lesión de Isaac Paredes amenaza a los Astros

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-Deporte Rey, por Gabriel Ibarra Bourjac

La temporada 2025 de los Houston Astros ha recibido un mazazo que resuena más allá del diamante: Isaac Paredes, su tercera base estelar, cayó lesionado el 19 de julio en un duelo contra los Marineros de Seattle. 

En un equipo que lidera la División Oeste de la Liga Americana, pero con los Marineros pisándole los talones a seis juegos, la ausencia de Paredes es un golpe que Houston no puede ignorar.

Paredes, adquirido de los Tampa Bay Rays en 2024, ha sido un pilar indiscutible. Con un promedio de bateo de .259, 19 jonrones y 50 carreras impulsadas en 2025, su guante y su bat han sido vitales para los Astros. 

Pero esta no es la primera señal de alerta: molestias previas en la misma pierna lo obligaron a renunciar al Juego de Estrellas 2025, un sacrificio que buscaba preservar su salud, pero que ahora parece insuficiente. 

La incertidumbre crece mientras el equipo espera evaluaciones médicas definitivas. 

¿Podrá Paredes regresar a tiempo para la postemporada, o será este el fin de su campaña?

El panorama se complica con una lista de lesionados que parece un hospital de campaña: Jeremy Peña (parador en corto), Yordan Álvarez (jardinero), Shawn Dubin (relevista) y Luis Guillorme (tercera base) están fuera, todos en listas de 10 o 15 días. 

Esta crisis obliga a los Astros a moverse rápido antes de la fecha límite de cambios del 30 de julio de 2025.

Nombres como Joey Ortiz (Cerveceros) o el veterano Matt Chapman suenan como posibles refuerzos, mientras Mauricio Dubón y el novato Zach Dezenzo intentan llenar el vacío en la tercera base. 

Sin embargo, ninguno iguala el impacto de Paredes, cuya ausencia podría desestabilizar la alineación en un momento crítico

La afición, que ve en Paredes un símbolo del orgullo mexicano en la MLB, contiene el aliento.

En redes sociales los  usuarios como claman por su pronta recuperación, mientras advierte que sin Paredes, los Astros podrían perder su ventaja en la división. 

La presión recae en Espada y el gerente general Dana Brown para ajustar la estrategia rumbo a octubre, ya sea con refuerzos externos o confiando en la profundidad del roster. 

Pero más allá de los números, la lesión de Paredes es un recordatorio de la fragilidad del deporte: un héroe en el diamante puede convertirse en un espectador en un instante.

Un diamante en pausa, pero no rendido

En el béisbol, como en la vida, los golpes inesperados prueban el temple de los campeones. Isaac Paredes, con su garra y talento, ha demostrado ser un guerrero, pero ahora enfrenta una batalla fuera del campo. 

Los Astros, mermados pero resilientes, deberán reinventarse para mantener vivo el sueño de octubre. Mientras los fanáticos cruzan los dedos, el diamante espera el regreso del mexicano que, con cada swing, lleva el orgullo de un país. Porque en el juego rey, caer no es el final, sino el preludio de una remontada épica.

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Se le agota el tiempo a Julio Urías para regresar a la MLB

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-Deporte Rey, por Gabriel Ibarra Bourjac

Julio Urías se encuentra en una encrucijada en su carrera, con el Trade Deadline del 31 de julio de 2025 como un punto clave para su futuro en la MLB. Si no logra firmar con un equipo de Grandes Ligas antes de esa fecha, opciones como la LMB, la LMP, NPB o las ligas independientes podrían ser caminos viables para mantenerse activo y preparar un regreso triunfal.

El 31 de julio de 2025 marca un hito para Julio Urías: la Fecha Límite de Cambios de la MLB, una puerta que podría abrirse o cerrarse definitivamente para su regreso a las Grandes Ligas.

Scott Boras, su representante, ha expresado que el sinaloense “todavía tiene toda la intención de continuar su carrera. Se está poniendo en forma; obviamente tendrá opciones que están abiertas para él”.

Boras ha comentado que ha recibido ofertas de varios equipos de Grandes Ligas en Estados Unidos, pero aún no se ha concretado nada. Expresamente, el representante de Julio no ha señalado de qué equipos se trata.

Aquellas soberbias actuaciones

Julio Urías, “El Culichi”, es un nombre que resuena con orgullo en el corazón de México: un zurdo de Culiacán que conquistó la Serie Mundial, lideró la Liga Nacional en victorias y se alzó como heredero de Fernando Valenzuela.

Pero hoy, su historia no se escribe solo en el montículo, sino en los tribunales de la vida, donde el talento no siempre es suficiente para borrar las manchas del pasado.

Suspendido hasta el 17 de julio por violar por segunda vez la política de violencia doméstica de la liga, Urías enfrenta un camino espinoso. No basta con su brazo de élite, que en 2021 logró 20 victorias y en 2022 lideró con un 2.16 de ERA. Los equipos no solo buscan pitchers; buscan historias que no ensombrezcan sus rosters.

Urías, con su talento, pudo ser una figura histórica para el beisbol mexicano, inspiración para las nuevas generaciones que sueñan con llegar a la Gran Carpa y alzar los brazos de triunfo, como lo hizo “El Culichi”. Pero sus errores fuera del diamante —dos incidentes de violencia doméstica, el más reciente en 2023— lo han convertido en un “hombre invisible”, como lo llamó el Los Angeles Times. Su castigo de 36 meses de libertad condicional y consejería es un recordatorio de que el béisbol, como la vida, no perdona fácilmente a quienes traicionan la confianza.

Urías tiene opciones: la Liga Mexicana del Pacífico, donde los Tomateros de Culiacán lo recibirían con los brazos abiertos, donde su zurda podría brillar en el invierno. La NPB en Japón, con su disciplina y prestigio, también asoma como un destino para resurgir, como lo hizo Trevor Bauer tras su propio exilio. Pero estas no son solo alternativas deportivas; son pruebas de carácter. ¿Podrá Urías, a sus 28 años, demostrar que ha aprendido, que su brazo no es solo un cañón, sino un símbolo de redención?

La afición mexicana, siempre leal, no lo olvida. En X, las voces claman por su regreso, pero también exigen responsabilidad. El “Culichi” no solo debe convencer a los scouts con sesiones de bullpen; debe ganarse de nuevo el respeto de una comunidad que lo vio como un ícono.

En un mundo donde el poder y la arrogancia a menudo opacan la humanidad, como escribimos alguna vez, Urías tiene la oportunidad de mostrar que el amor por el juego y el compromiso con uno mismo pueden prevalecer.

El 31 de julio no es solo una fecha límite; es un espejo para Julio Urías. ¿Será el pitcher que regrese al montículo con la humildad de quien ha caído y se levanta, o quedará atrapado en las sombras de sus errores?

México lo observa, no solo con esperanza, sino con la exigencia de que sus ídolos sean más que talento: sean ejemplo.

Su próximo paso dependerá de su capacidad para aprovechar estas oportunidades y demostrar que sigue siendo el “Culichi” que brilló en la Serie Mundial.

 

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Julio Urías: ¿Redención o rechazo en Grandes Ligas?

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-Deporte Rey, por Gabriel Ibarra Bourjac

Julio Urías, el talentoso pitcher sinaloense, quedó liberado de la lista de restricciones de la MLB tras cumplir una suspensión por violar la política de violencia doméstica. A sus 29 años, con un récord de 20-3 en 2021 y un anillo de Serie Mundial en 2020 con los Dodgers, Urías es un activo deportivo de primer nivel.

Sin embargo, su historial de dos incidentes de violencia doméstica —en 2019, que le costó una suspensión de 20 juegos, y en 2023, que lo llevó a su salida de los Dodgers— plantea un dilema: ¿merece una nueva oportunidad en las Grandes Ligas?

El caso de Urías trasciende lo deportivo, generando un debate entre quienes abogan por la redención y quienes consideran su historial una barrera insalvable. La pregunta no es solo si un equipo estará dispuesto a firmarlo, sino si puede superar el escrutinio de una sociedad cada vez más sensibilizada ante temas de violencia.

El béisbol, como negocio y espectáculo, no solo evalúa el talento, sino también el impacto social y de imagen que conlleva una contratación.

En el programa de ESPN conducido por Ernesto Jerez, conocido por su icónico “¡A lo profundo… díganle que no a esa pelota!”, se abrió un debate revelador.

Jerez planteó que firmar a Urías no es solo un desafío deportivo, sino un reto de relaciones públicas y responsabilidad social. “Vamos a ver si algún gerente general se atreve a tomar ese riesgo. No se trata solo de firmar a un pitcher; es hacer un trabajo con la comunidad para mitigar el impacto”, afirmó.

Jerez añadió: “Uno cree en las segundas, incluso terceras oportunidades, pero también en que alguien puede cambiar. El problema es que Urías es reincidente”.

Un talento bajo la lupa

Urías ha cumplido con horas de servicio comunitario y, según reportes, está en excelente forma física. Sin embargo, la MLB no solo evalúa el desempeño en el montículo. “Es elegible por las reglas, pero la pregunta es si un gerente general asumirá el desafío”, señaló Jerez.

El precedente de Roberto Osuna, ex cerrador de los Blue Jays, ilustra los riesgos. En 2018, los Astros firmaron a Osuna durante su suspensión por violencia doméstica, y aunque ayudó a llegar a la Serie de Campeonato, el ex gerente general Jeff Luhnow admitió recientemente que fue “la peor decisión” de su carrera. “Pensé solo en ganar juegos, pero el daño a la imagen del equipo fue mayor. No lo haría de nuevo”, confesó.

Este testimonio complica el panorama para Urías. “Es un recordatorio de que el impacto reputacional puede superar los beneficios deportivos”, comentó.

Una tercera oportunidad en un mundo escéptico

El debate en ESPN giró en torno a la posibilidad de redención. “Urías está pidiendo una tercera oportunidad, no una segunda”, señaló Jerez, destacando la reincidencia del pitcher.

Aunque algunos equipos han mostrado interés, la percepción pública es un obstáculo significativo. “No se trata solo de lanzar strikes; es lo que representa para el equipo y la ciudad”, afirmó.

La sociedad actual exige pruebas contundentes de cambio, y como señaló un panelista, “eso no se logra en seis meses; requiere años”.

A pesar del escepticismo, hay voces a favor de Urías. “Todo ser humano merece una segunda oportunidad, incluso una tercera”, argumentó Hugo Castillo en redes sociales, destacando el valor deportivo del pitcher.

A sus 29 años, Urías podría firmar por un salario mucho menor que los 200 millones que exigen otros pitchers estrella. “Deportivamente, es el robo del siglo para un equipo dispuesto a arriesgarse”, opinó Enrique Rojas.

Sin embargo, el consenso es que el “control de daños” es crucial. “Los equipos buscan ser políticamente correctos. Firmar a Urías implica un riesgo de imagen que pocos están dispuestos a asumir”, señaló Ismael “Rocket” Valdez, ex lanzador de Grandes Ligas.

Comparaciones y contextos

El caso de Urías se compara frecuentemente con el de Osuna, pero con matices. “Osuna no mostró cambios tras su suspensión, y eso pesó en Houston. El caso de Urías es más mediático”, explicó Carolina Guillén, panelista de ESPN.

Otros casos, como los de Wander Franco y Trevor Bauer, son menos comparables debido a la gravedad de las acusaciones contra ellos. Aunque Urías está fuera de la lista de restringidos, su desafío no es solo convencer a los equipos, sino a una opinión pública cada vez más exigente.

“Está en buena forma física, pero el problema es social, no deportivo”, comentó un usuario en redes.

Un dilema ético y estratégico

Firmar a Urías plantea un dilema que combina ética y estrategia. “Un equipo que lo fiche debe invertir en una campaña de relaciones públicas para mitigar el impacto”, sugirió Guillermo Celis.

La experiencia de Luhnow con Osuna propone que el costo reputacional puede superar las victorias. “La sociedad no perdona fácilmente, y los equipos lo saben”, afirmó Carolina Guillén.

Para Valdez, el panorama es sombrío: “No creo que lo firmen este año. Necesita demostrar un cambio profundo, y eso toma tiempo”.

Urías enfrenta un camino cuesta arriba. Su talento es innegable, pero su historial lo pone bajo un escrutinio intenso. Un equipo que apueste por él no solo deberá justificar su decisión ante los fanáticos, sino demostrar que el pitcher ha tomado pasos concretos hacia la rehabilitación. Esto podría incluir participación en programas de reeducación, disculpas públicas creíbles y un compromiso visible con causas sociales.

Sin embargo, el tiempo juega en su contra: la percepción pública requiere pruebas de cambio sostenido, no gestos a corto plazo.

Un futuro incierto

En conclusión, el futuro de Julio Urías en las Grandes Ligas depende de un delicado equilibrio. Su talento lo hace atractivo, pero su historial exige un esfuerzo extraordinario para demostrar cambio. Mientras los equipos evalúan riesgos y beneficios, la sociedad observa, esperando no solo strikes, sino pruebas de redención. El camino hacia una tercera oportunidad será largo y complejo, pero no imposible.

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