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El Cuau, fuero y poder

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Opinión, por Iván Arrazola //

La filosofía política de Platón advertía sobre los peligros que conlleva el poder político cuando es ejercido sin sabiduría ni virtud. Para el pensador griego, el poder político otorga una libertad aparentemente ilimitada, y en manos de personas sin formación ética, puede derivar en corrupción e injusticia.

Esta reflexión, aunque formulada hace varios siglos, encuentra eco en la política contemporánea, particularmente en el caso del diputado Cuauhtémoc Blanco.

Acusado por su media hermana de intento de violación, Blanco ha recibido el respaldo prácticamente unánime de su partido político, lo que ha impedido que se le retire el fuero para que enfrente la justicia como cualquier otro ciudadano. Este caso no solo ilustra las advertencias de Platón, sino que evidencia la manera en que el poder político, lejos de estar al servicio del bien común, puede funcionar como un escudo para quienes se benefician de sus privilegios.

El contraste entre este respaldo y las promesas del oficialismo ilustran las contradicciones de la Cuarta Transformación. El movimiento que llegó al poder con la promesa de transformar la vida pública, erradicar la impunidad y acabar con los privilegios, hoy se ve envuelto en prácticas que desmienten su discurso.

Las imágenes de diputadas coreando “¡No estás solo!” a Cuauhtémoc Blanco dentro del recinto legislativo no solo resultan indignantes, sino que son la expresión simbólica de una clase política que prioriza la protección interna sobre el acceso a la justicia.

Más preocupante aún que la votación que evitó el desafuero son las declaraciones de los líderes del partido. La presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, minimizó las acusaciones al afirmar que carecen de sustento, señalando que provienen de un fiscal “corrupto”, en referencia a Uriel Carmona. En lugar de fortalecer la confianza institucional y abrir paso al esclarecimiento, su postura debilita el discurso de legalidad y justicia que ha intentado sostener desde el poder.

Esta inconsistencia le cobra factura. Cada vez es más difícil sostener una narrativa coherente entre los principios que enarbola públicamente y las decisiones políticas que toma. Su frase de campaña —“No llego sola, llegamos todas”—, que prometía un liderazgo con perspectiva de género e inclusión, se vacía de contenido cuando su partido protege a un personaje acusado de violencia sexual. Lo que alguna vez representó sororidad, hoy se desdibuja frente a la realidad de miles de mujeres que no encuentran justicia en el sistema.

Las voces internas de diputadas de Morena que se atrevieron a disentir tampoco fueron bien recibidas. El coordinador de la bancada morenista, Ricardo Monreal, respondió a las diputadas que exigieron el desafuero acusándolas de “querer convertirse en heroínas temporales”. Estas palabras revelan la incomodidad que produce cualquier forma de autonomía crítica dentro del partido y evidencian que la prioridad es proteger a los poderosos dentro del partido, incluso a costa de principios fundamentales como la justicia y la rendición de cuentas.

Incluso Ricardo Monreal sugirió que el caso forma parte de una guerra sucia, al declarar que “se aprovecha la coyuntura para atacar a Morena, atacar a la mayoría”. Monreal, conocido por su pragmatismo y habilidad para maniobrar dentro del oficialismo, ha dejado en claro en diversas ocasiones que su lealtad no está necesariamente con las causas sociales ni con los principios que su partido dice defender, sino con la preservación del poder y la estabilidad interna del grupo gobernante

Del mismo modo, la declaración de la secretaria de la Mujer, Citlalli Hernández —quien aseguró que “el gobierno no protege a nadie, sólo al pueblo de México”—, suena vacía frente a los hechos. La protección brindada a Blanco contradice de forma contundente esa afirmación. En un país donde miles de mujeres enfrentan violencia, denuncian sin ser escuchadas o buscan a sus familiares desaparecidos sin respaldo del Estado, las declaraciones oficiales no solo resultan insuficientes, sino ofensivas.

Frente a la creciente presión mediática y social, la presidenta intentó recomponer su imagen solicitando a Blanco que acudiera voluntariamente a declarar ante la fiscalía. No obstante, al contar con fuero constitucional, dicha acción carece de eficacia legal. El mensaje de fondo permanece: sin el retiro del fuero, no hay una posibilidad real de que la justicia actúe con independencia.

En este contexto, la principal perjudicada por el manejo político del caso no es solo la imagen del partido, sino la propia presidenta. Su negativa a asumir una postura firme ante un hecho de gravedad pública la coloca en una contradicción profunda entre su liderazgo y su responsabilidad.

Proteger a un personaje por razones de cálculo político no solo traiciona la promesa de cambio, sino que refuerza la percepción de que el poder en México, lejos de democratizarse, sigue sirviendo para blindar a los mismos de siempre.

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1 Comment

1 Comments

  1. MEBB

    31 de marzo de 2025 at 8:32 AM

    Que buena descripción con sustento clásico, excelente

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