JALISCO
Pablo Lemus y la soberbia naranja
De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //
“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”, José de San Martín, militar y político argentino (1778-1850).
En casi treinta y cinco años de observar y pisar las canchas políticas, he visto aparecer siempre una constante en las mujeres y los hombres del poder: la soberbia.
Entendamos por soberbia esa actitud altiva, de orgullo llevado al extremo, que hace suponer a un individuo que su puesto o posición en el gobierno o cargo público lo coloca por encima de los otros. Es un sentimiento de superioridad que dificulta o impide reconocer errores y lleva a despreciar las opiniones y méritos de los demás.
Sin pretender ingresar a la deliberación psicológica, podemos asegurar que la soberbia es el resultado de una raquítica condición mental de quien se quita la máscara para mostrar su rostro verdadero.
Un político arrogante es un tipo despreciable.
La soberbia suele hacerse acompañar de altanería y frivolidad.
Pero cuando la altivez se vuelve el sello característico de una clase gobernante, comienza el declive.
La historia de la humanidad lo confirma una y otra vez.
Y sin ir tan lejos, hagamos memoria de lo que ha ocurrido recientemente en Jalisco.
Dos ejemplos.
Recordemos cuando Emilio González Márquez nos mentó la madre.
En abril de 2008, durante un evento público, el ex mandatario panista lanzó un sonoro “Chinguen a su madre” a quienes lo criticamos por donar 90 millones de pesos para la construcción de una Iglesia católica.
Ese insulto fue la primera palada que cavó la tumba electoral de Acción Nacional en nuestra entidad.
Tan profunda es, que no ha logrado salir del hoyo.
El otro es cuando nos acordamos de Enrique Alfaro y sus aduladores y cromadores más cercanos durante su sexenio.
Engreídos como pocos en los registros históricos de la grilla local, son los culpables iniciales de una posible y próxima derrota emecista en la zona metropolitana.
La soberbia, ese mal endémico de los poderosos, fue el sello de Alfaro, un político que se creyó iluminado, dueño de la verdad absoluta, incapaz de la autocrítica que distingue a los verdaderos estadistas
Su pedantería lo llevó a menospreciar a las madres buscadoras y las víctimas del crimen organizado.
De ahí que sea muy importante que Pablo Lemus eche un vistazo a lo que sucede con algunos de sus colaboradores, quienes hoy, a la luz de su comportamiento, están incurriendo en la equivocación más grave que cualquier mortal puede cometer: sentir que el mundo no les merece.
En X: @DeFrentealPoder
*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, activista social, escritor y analista político.

Victor Mendoza
11 de mayo de 2025 at 9:13 PM
Exelente apología del poder..
Se pierden las entidades humanas ante el cúmulo de oportunidades que derrochan por alimentar el ego personal antes de aceptar errores lamentable pero no entienden el arte de gobernar