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La paradoja del poder

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– Opinión, por Luis Manuel Robles Naya

El evento realizado en el Zócalo de la Ciudad de México con motivo del primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum reveló que el viejo corporativismo priista ya está en manos de ella. El SNTE, la CROC, CATEM, el Congreso del Trabajo, ferrocarrileros y otros se hicieron presentes con las mismas formas de mostrar su adhesión, acarreos, carteles y mantas anunciando su presencia.

Esto no es consecuencia de una operación política como pudiera pensarse, sino de la simple alineación con el poder, dando lugar a la paradoja de un gobierno que tiende a parecerse a lo que tanto se opuso. Sin embargo, parecerse no es igual a ser y todo apunta a que esta será una mala copia de lo que fue el PRI. Se han apropiado de las formas y los modos para la representación escenográfica y han llevado a su máxima expresión la colusión entre política y negocios, así como también la tolerancia y encubrimiento.

Esto último se justifica en un régimen que se ufana de estar construyendo un segundo piso de un movimiento con principios fundacionales como la austeridad, la honestidad, el no abuso del poder y nunca un gobierno o funcionarios ricos con pueblo pobre. Exhibir y castigar a notables miembros de dicho movimiento evidenciaría la traición temprana a esos principios apenas en los albores del ejercicio gubernamental.

Molesta en demasía a la señora presidente que los medios exhiban las cada vez más frecuentes desviaciones y el enriquecimiento de que hacen gala los notables del movimiento, por el desprestigio que acarrea, pero la dureza con que se dirige a los medios no la utiliza para corregir a los suyos, a ellos sólo leves sugerencias para que se oculten, que no hagan ostentación y hace lo que puede para que el movimiento no se le deshaga.

Es pues un proyecto en construcción, pero con bases débiles por el mesianismo de su origen y la fragilidad de sus cuadros, escasos y con pocas luces intelectuales, salvo contadas excepciones, pero como lo han demostrado, con gran ambición.

En la acumulación de poder alrededor del presidente si se parecen mucho al viejo PRI, sin embargo, en el antiguo régimen el poder presidencial era absoluto y no como ahora que las lealtades se dividen entre Palenque y Palacio. En el pasado, el partido en el gobierno era un instrumento del presidente para premiar y castigar según fuera necesario, era el partido del presidente y por ahora no se ve que Morena lo sea.

Morena será, así se perfila, el aparato electoral para conservar el poder, pero no queda claro quien habrá de ejercerlo. A la presidente Sheinbaum le regatean sus decisiones desde adentro, y ella pierde tiempo tratando de conservar vivo el movimiento y contentas a sus bases.

Es evidente que la unidad es frágil y que ya hay corrientes definidas al interior del movimiento y por ello, fácil es predecir que el año electoral no será un paseo por el parque para la presidente, sin olvidar que el naciente corporativismo no tardará en exigir cuotas con la predecible renuencia de los fundadores y militantes activos.

La concentración masiva conseguida para celebrar el aniversario, aunada a la popularidad y aceptación que muestran las encuestas hacen ver que la presidente ya pudiera contar con una base propia lo suficientemente fuerte para imponer su autoridad y jerarquía por encima de grupos y corrientes domésticas, pero es difícil verlo sin que aparente un rompimiento con su antecesor y guía moral del movimiento.

Ella ha dicho que no habrá de romper y que hay identificación de principios y objetivos, pero en la práctica política mexicana, donde el presidencialismo es absoluto, requerirá de mucha habilidad para navegar entre las aguas de la lealtad y el ejercicio de la responsabilidad. Finalmente, la responsabilidad es suya y la inestabilidad política es un lujo que no se puede permitir.

El país está metido en un hoyo financiero que no le permite crecer, la herencia política tampoco pues los frenos que tiene el crecimiento derivan de las reformas diseñadas por el antecesor que ella ha mantenido asumiendo los costos. Está consciente de que necesita inversión productiva y ésta no llegará sin antes ver si hay confiabilidad en el nuevo e inexperto poder judicial, sin antes cerciorarse de que el Estado de Derecho rige y la criminalidad disminuye y el mercado laboral deja de estar dominado por la informalidad.

Son demasiados problemas que se suman a la necesidad de complacer a Donald Trump. La paradoja que esto encierra es que nunca nadie tuvo tanto poder institucionalizado como la presidente, sin embargo de poco le sirve ante los dos fantasmas, el del norte y el de Palenque.

Sin un golpe de autoridad y sin consolidar la fuerza propia que ha demostrado tener, el año electoral puede resultar desastroso.

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