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JALISCO

Coloquio Pensar desde Jalisco: La democracia que prometió bienestar solo entregó enojo

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Por Gabriel Ibarra Bourjac

El diagnóstico fue brutal y unánime: México atraviesa una crisis civilizatoria. Hay desigualdad profunda, desconfianza absoluta en las instituciones, una polarización que ya no cabe en redes sociales y se sienta a la mesa familiar, 96% de impunidad y la peligrosa certeza de que la pobreza es “merecida”.

El pacto civilizatorio está roto: renunciamos a libertades a cambio de bienestar… y no recibimos nada.

Mauricio Merino lo dijo sin anestesia: “La democracia no es un resultado, es un método… y ese método está destrozado”. El Estado incumple derechos básicos y, a cambio, reparte migajas clientelares disfrazadas de política social.

Merino, Jaramillo y Planter presentaron un análisis sobre los grandes desafíos de nuestra sociedad, orientando a la reflexión colectiva. El evento fue organizado por Jalisco Cómo Vamos en el marco del Coloquio Pensar desde Jalisco 2025, bajo el tema: “Ciudadanía e innovación social desde la corresponsabilidad democrática: hacia modelos ciudadanos y rendición de cuentas”.

La maestra en Derechos Humanos y profesora del ITESO, Ana Sofía Torres, abrió como moderadora con dos preguntas clave: ¿Qué nos ha traído hasta aquí? ¿Cómo llegamos a este malestar democrático?

“Retomo un texto reciente de Fernando Nieto (El Colegio de México) que evoca el malestar freudiano: hicimos un pacto civilizatorio —renunciamos a ciertas cosas a cambio de bienestar y libertad— y hoy parece que no estamos recibiendo lo prometido. Hay precariedad, salarios bajos, trabajos temporales y libertades que muchas veces son solo formales”.

LA DEMOCRACIA NO HA RESUELTO LA DESIGUALDAD

La rectora Karla Planter, con la nostalgia y la rabia de quien vio nacer y morir esperanzas, explicó que llevamos tres décadas hablando de lo mismo porque la democracia se redujo al día de la elección y dejó vacío el espacio público. “Ese vacío lo llenaron liderazgos que desprecian lo común”.

Recordó el IFE ciudadano de los noventa como el último momento en que la sociedad mexicana construyó algo creíble… y lamentó que hoy hasta hablar de política en una reunión familiar pueda ser peligroso.

La rectora general habló sobre la falta de representación, la pérdida de espacios públicos de construcción y la debilitada ciudadanía corresponsable, elementos afectados por el individualismo.

“Tenemos que pensar en cómo entendemos lo público, porque ahí se da la vida política. Pensémoslo más allá de lo físico: como un espacio de expresión de contradicciones, diferencias y coexistencia comunitaria. Las diferencias no deberían descomponernos”, señaló.

Planter insistió en que las universidades deben asumirse con responsabilidad frente a los desafíos sociales. No solo forman profesionistas: también son espacios de resistencia donde surgen iniciativas ciudadanas. Son lugares de encuentro, imaginación y colaboración.

“Que las diferencias dentro de las universidades no nos desarticulen. Ser ciudadano es tener conciencia de lo que significa lo público. No se reduce a derechos; también es lo jurídico, lo comunitario”, remarcó.

LA CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA

Máximo Jaramillo fue contundente: el 10% más rico concentra el 58% del ingreso nacional. “México no es un país pobre; es un país que reparte mal”.

“Es evidente que la desigualdad está presente. No somos un país pobre, pero sí uno con mucha pobreza. Pensamientos desiguales permean nuestra manera de interpretar la realidad. Creemos que hay gente floja que no se esfuerza suficiente y gente que vale más porque tiene más. De ahí parte la polarización”, afirmó.

El golpe más duro fue otro: esa desigualdad se sostiene porque millones creen que es justa. “La narrativa meritocrática es el pegamento: los pobres están abajo porque no se esfuerzan; los ricos arriba porque lo merecen”.

Según Jaramillo, esa creencia alimenta la polarización que rebasa redes sociales y se instala en la familia.

Ana Sofía Torres ya había dibujado el escenario: “Vivimos una crisis social y democrática marcada por polarización, desconfianza institucional, deshumanización y escasa participación ciudadana. No solo en Jalisco o México; es global: es una crisis civilizatoria”.

Y entonces soltó los datos que helaron la sala:

• 25% de los tapatíos se siente discriminado al salir a la calle.
• 96% de los delitos en Jalisco quedan impunes.
• 1 de cada 10 personas tiene un familiar desaparecido.
• En 2024 desaparecieron organismos autónomos que vigilaban la transparencia.

LA DEMOCRACIA ES UN MÉTODO

Mauricio Merino recordó que la democracia es un método, no un resultado. Y está roto: el Estado mexicano incumplió el pacto básico. “Renunciamos a libertades a cambio de bienestar y protección… y no recibimos ni lo uno ni lo otro”.

“Cuando el Estado no garantiza derechos negativos (las libertades clásicas) ni derechos positivos (salud, educación, dignidad mínima), aparece el viejo pacto autoritario disfrazado de paternalismo: yo te doy dinero, pero tú callas”, explicó.

El reparto clientelar de recursos —añadió— no es política social progresista; es una nueva forma de control.

Merino subrayó que la era digital influye profundamente en cómo pensamos y participamos. “Tenemos que romper el miedo a ser vistos, a opinar, a participar. Hay que recomponer la comunidad. Hoy prevalece el miedo a opinar, a ser visto, y eso afecta directamente cómo se hace política”.

En la sala quedó una verdad incómoda: nadie cree en las instituciones… pero tampoco del todo en sí mismo. El miedo a opinar, a ser visto, a perder el empleo o la beca, ha convertido a millones en espectadores mudos de su propio naufragio.

La democracia mexicana no murió de un tiro: se desangra lentamente en la indiferencia. Pero quedó una chispa. Merino, Jaramillo y Planter dejaron claro que la historia no está escrita. La corresponsabilidad democrática no es un regalo del Estado: empieza cuando unos cuantos dejan de esperar y comienzan a reconstruir lo público desde abajo.

Quizá la esperanza no esté en Palacio Nacional ni en los grandes discursos. Quizá esté, como siempre, en la terca voluntad de quienes se niegan a aceptar que este país debe seguir así.

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