NACIONALES
Encuentros y desencuentros entre dos gobiernos: Una pausa significativa en las relaciones México-España

Opinión, por Pedro Vargas Avalos //
Las relaciones entre los gobiernos de España y de nuestra República Mexicana, han sido muy zigzagueantes. Eso sí, los vínculos entre los pueblos de ambos países, son estrechas y por lo general expresivas, a tal grado que con generosidad que enaltece a los mexicanos, solemos denominar a esa nación europea, como la “madre patria”.
Sin embargo, los lazos que nos han caracterizado a lo largo de quinientos años no han sido miel sobre hojuelas. Si rememoramos lo que fue la conquista durante el siglo XVI, los asesinatos, los despojos, las extorsiones, el pillaje, el saqueo, los latrocinios, las arbitrariedades y todo género de injusticias, estuvieron a la orden del día, siendo invariablemente propinados por peninsulares en agravio de indígenas, así como castas y mestizos, que eran la población mayoritaria pero la más pobre e ignorante.
Luego de la sangrienta conquista y el dilatado período de coloniaje, vinieron los diez años de lucha por la independencia política, que habiendo registrado episodios heroicos por parte de los insurgentes, tuvo una culminación peculiar: se consumó por los más terribles perseguidores de independentistas: en occidente, el ibero Pedro Celestino Negrete, quien al grito de “independencia o muerte”, proclamó en San Pedro Tlaquepaque, el 13 de junio de 1821, la añorada libertad.
Unos meses después, el 27 de septiembre del mismo año, el criollo Agustín de Iturbide, tras hábiles maniobras con jefes rebeldes y políticos hispanos, la consumó en la ciudad de México, donde entró al frente del ejército trigarante. Pero la tozuda España no reconoció esa consumación, y así perseveró hasta el 26 de diciembre de 1836, cuando se rubricó el “Tratado Definitivo de Paz y Amistad entre México y España”. Con ese convenio finalizó esta etapa en la cual podemos decir que hubo una especie de relación congelada.
El primer embajador, con el título de “Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México”, fue el abogado y escritor veracruzano Miguel de Santamaría, fungiendo como Presidente de la República, el Gral. Miguel Barragán, potosino que al morir (uno de marzo de 1836) ordenó que su corazón reposara en la catedral de Guadalajara, donde aún descansa.
Con vacíos enormes, continuaron las relaciones méxico-ibéricas, hasta que llegó a Madrid -en 25 de mayo de 1874- el prócer jalisciense, Gral. Ramón Corona, designado (con igual título que Santa María) por el mandatario Sebastián Lerdo de Tejada, con el fin de alejarlo de la nación, pues políticamente Corona era un juarista de intrepidez reconocida, y por tanto de recelo.
Cuando no había embajador, ejercía funciones un Encargado de Negocios; así aconteció en el gobierno del Apóstol de la Democracia, Francisco I. Madero: el vate Amado Nervo representó a México en 1912. Decimos que éste poeta es jalisciense porque nació en Tepic, pero cuando esta ciudad pertenecía a Jalisco, en 1870, razón por la que él mismo se autodefinía como jalisciense. Repitió Nervo en el puesto, de 1916 a 1917, bajo el régimen de Venustiano Carranza.
Caído el presidente Carranza, en 1921 y hasta 1924, fue Encargado de Negocios el destacado escritor Alfonso Reyes, hijo de nuestro paisano el tapatío Gral. Bernardo Reyes. Luego, bajo el primer mandatario Plutarco Elías Calles, se nombró embajador al eximio bardo Enrique González Martínez, paisano nuestro quien se encargó de las relaciones hasta 1931. Entonces cayó la monarquía y se erigió la República. Esta enfrentó la rebelión franquista, que desató la guerra civil española en 1936, con la que México simpatizó y apoyó con recursos de todo tipo.
Sin embargo, a la derrota de la Segunda República Española, el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (que abrió nuestra nación para que vinieran los peninsulares) suprimió la Embajada en Madrid el 1 de enero de 1940, en solidaridad con los vencidos.
Fue esta nueva fase, una noche amarga para los pueblos de los dos países, hasta el final del franquismo. Desaparecido el dictador Francisco Franco (1975), el 28 de marzo de 1977, durante el gobierno del presidente José López Portillo (a quien el Congreso de Jalisco declaró ciudadano jalisciense, en razón a que sus ascendientes fueron de estas tierras y dos de ellos, se desempeñaron como gobernador del Estado), México y España restablecieron sus relaciones diplomáticas: el 1 de julio fue reabierta la misión mexicana en Madrid, siendo el nuevo embajador el expresidente Gustavo Díaz Ordaz, el de la matanza de Tlatelolco (quien de niño vivió y estudió en la escuela de Ahualulco de Mercado, en cuya memoria se llamó a su delegación municipal El Carmen, como “de Díaz Ordaz”). El recuerdo de la fatal carnicería del 2 de octubre de 1968, provocó la dimisión del exmandatario (2 agosto de 1977) a unas semanas de su nombramiento.
De aquel distante año hasta la fecha se ha registrado continuidad en las relaciones mexicano-españolas. Entre los embajadores que han desfilado, anotamos a los jaliscienses Rodolfo González Guevara (1983-1987) quien aun cuando es oriundo de Mazatlán, su familia es de Jalisco (los Guevara) y él realizó sus estudios en Guadalajara, por lo cual se hizo decir que era tapatío. De 2001 a 2007, fue embajador el jurista guadalajarense Gabriel Jiménez Remus, de filiación panista. Lo mismo se puede decir del Lic. Francisco Javier Ramírez Acuña, que ocupó la embajada madrileña de 2012 a 2013. Ya en la administración de Andrés Manuel López Obrador, en 2020, se nombró embajadora a María Carmen Oñate Muñoz, y hace cuatro meses, designó el presidente morenista, al tricolor exgobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, de quien se asegura que apenas se extendió el plácet (aquiescencia) por España.
Pero resulta que la semana pasada, en una mañanera, el presidente López Obrador pidió imponer una pausa en las relaciones entre México y el reino español. Para AMLO, las grandes empresas hispanas (Iberdrola, Repsol, OHL, Abengoa, Etc.) que llegaron a partir de Vicente Fox, crecieron con Calderón y prosiguieron su actividad con Peña Nieto, se comportaron como si fueran “dueños de México”, es decir, que veían a la nación azteca como tierra de conquista. Además, no contentos con esa manera de hacer negocios abusivos, en vez de realizarlos con capital extranjero, lo hacían con dinero de la banca de desarrollo mexicana. O de instituciones nobles, como el caso de Pensiones de Jalisco y su desventura con Abengoa, la empresa que impunemente la estafó, desde luego, con la connivencia de pérfidos funcionarios estatales.
Y su contubernio con políticos de los gobiernos de esa etapa neoliberal, llegó al grado de tomar medidas económicas para salvar empresas como la de Astilleros de Vigo, a la cual se le rescató de su virtual quiebra comprándole acciones, e irresponsablemente, formularle pedidos de buques que no necesitaba PEMEX.
Al respecto López Obrador dijo: “Era un contubernio arriba, una promiscuidad económica y política en la cúpula de los gobiernos de México y España (…) México llevaba la peor parte, nos saqueaban”. Por ello, concluyó, “Vale más darnos un tiempo, una pausa”.
Ante esa declaración del mandamás tabasqueño, el canciller ibérico José Manuel Albares, dijo que no entendía el alcance de la palabra “pausa”, por lo que entabló diálogo con Marcelo Ebrard, su contraparte mexicana. Empero, remarcó que respaldaba a sus empresas, dando a entender que estas no eran tramposas ni explotadoras.
AMLO volvió a tocar el tema y expresó: «Sí queremos tener relaciones con los gobiernos de todo el mundo, pero no queremos que nos roben». Y enfatizó: empresas como Iberdrola y Repsol abusaron “de nuestro país y de nuestro pueblo”. (Mañanera, 10 febrero). Por lo tanto, no hay ruptura en las relaciones de ambos países, mucho menos con los fuertes lazos que nos unen a los dos pueblos. Pero eso sí, debe entenderse que “ya no es el tiempo en que venían y no hacían ningún trámite, se le ponían los funcionarios públicos de tapete, ya no es así, ya no se acepta la corrupción”. En consecuencia, “vamos a serenar la relación, que ya no se esté pensando que se va a saquear a México impunemente».
Con lo antedicho, debe terminarse esta especie de affaire mexicano-hispano. Ciertamente, se deben aceptar y son bienvenidos, los empresarios que hacen negocios limpios y que buscan obtener utilidades justas; pero jamás se deben admitir a los que perpetran negocios sucios, que vienen a actuar con soberbia y como buitres, se guían por un abominable ánimo depredador.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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