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NACIONALES

Como el tío Lolo

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Como en cada jornada electoral, los partidos y el gobierno han vuelto a bailar la misma danza convenida, conocida y aceptada aún con las notas fuera de tono, las escandalosas fugas de la pauta que marca la legislación y la descarada intención del director de la orquesta para que se toque solo el son que él dicta y toca.

Ha vuelto a tocarse la vieja tonada de la abierta intervención gubernamental seguida del coro lamentoso de los partidos de oposición. Desafortunadamente, cuando la música de los procesos electorales iba tomando cierta armonía, se han vuelto a tocar antiguos acordes que se mantenían en el fondo y ahora vuelven a tomar notoriedad.

Los políticos profesionales las conocen, la nueva y la vieja tonada y la bailan ajustando el ritmo y terminan culpando a algunos músicos de haber desafinado, pero siguen en el cuadro, que es lo importante, no salir de él.

No debiera sorprender que un gobierno que emana de la oposición histórica y que sufrió por años la dominación de las mayorías construidas desde el poder, intente tomar revancha y aplicar la misma medicina tomando conciencia de su nueva fortaleza, aunque esto signifique faltar a lo que tanto predicó y demandó. Está en la naturaleza del líder.

Lo que tampoco nos debe sorprender es la forma en que la nueva oposición, los que antes eran mayoría, ha tomado rápidamente su papel. Es propio de una clase política profesionalizada en la que sus líderes y representantes saltan de curul en curul y de curul al gobierno y viceversa.

Sin orden ni concierto han proclamado una alianza opositora construida desde las cúpulas, sin más sostén que la suma de sus intereses, no los de su militancia por cierto. Viven inmersas en su propia circunstancia, la reconocen y se adaptan para seguir obteniendo prebendas y posiciones.

En sus pronunciamientos proclaman el sacar a Morena del gobierno sin embargo, sus acciones denotan incapacidad o deliberado cálculo pragmático y oportunista derivado del conocimiento de sus debilidades y fortalezas perdidas, lo que los lleva a jugar el juego del tío Lolo.

No aspiran a recuperar su fuerza, se acostumbraron a hacer política desde el poder y hoy no saben o simplemente no quieren trabajar para reconvertir sus estructuras y devolverles su papel de representación popular.

Hoy los mexicanos no se sienten representados por ningún partido. La sociedad se ha organizado a sí misma para defender instituciones y derechos y es la verdadera oposición a las acciones de gobierno. Los partidos que forman la escenográfica alianza parecen no darse cuenta que en esa sociedad es en donde está su futuro no en la negociación y las componendas hechas en los pasillos del San Lázaro y de Palacio Nacional o el Palacio de Cobián.

Ambos, partidos políticos de oposición y sociedad organizada, están envueltos en una paradójica contradicción. La sociedad ya no confía en los partidos y no permite que se acerquen, pero a la vez los necesita si quiere influir en los procesos para elegir a quien debe dirigirnos; y por otra parte, los partidos se muestran incapaces de reconocer y aceptar que necesitan construir una nueva mayoría y esa se encuentra en la sociedad a la que no quieren ni pueden acercarse.

Se aferran a sus colores que han convertido, desde hace tiempo en franquicias que, debieran reconocer, han perdido su prestigio y presencia “comercial”. Los aventureros de la política ya no se acercan, poco a poco han ido a engrosar las filas del partido en el poder, como antaño lo hacían con ellos.

El partido en el poder parece no darse cuenta de que se está enfermando del mismo virus que tiene en agonía a sus adversarios. Tampoco se hace cargo de sus propias limitaciones y de que en realidad está repitiendo los modos que permitieron la hegemonía priista, esa que tanto combatieron.

La suma de tribus que desmembró al PRD no ha logrado consolidar un partido con ideología y principios propios. Difícilmente podrán perdurar porque carecen de disciplina interna y solo están juntos por la poderosa voluntad del líder, ocupado hoy empeñosamente en que el proceso sucesorio no desate las luchas internas que serán su némesis.

Así estamos hoy, en un momento crucial para un país dividido, como no lo había estado desde el siglo XIX. El presidente logró que la pluralidad política se convirtiera en un espectro bipolar. Las expresiones diversas que tenían opciones de participación, hoy se ven forzadas a la alineación en uno u otro bando. El oportunismo de los partidos políticos, el pragmatismo de sus líderes, los agrupa en dos bloques. Son ellos contra nosotros, cualquiera que sea el bando, mientras que la diversa y plural sociedad mexicana se empeña, busca, quien la pueda representar.

La sociedad busca canales, les muestra su fortaleza, se organiza para que la vean, mientras los partidos y el gobierno le hacen al tío Lolo, cada uno con sus intereses y su intención.

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ENTREVISTAS

Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

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Por Francisco Junco //

“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.

Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.

Un camino desde abajo

Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.

“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.

Retos de una elección sin precedentes

En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.

Dilemas judiciales

Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.

“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.

Una justicia humana y equitativa

Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.

Propuestas claras

¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:

“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.

Deuda histórica con las víctimas

Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.

El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.

En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.

En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.

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CARTÓN POLÍTICO

Herida abierta

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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