MUNDO
El gran garrote
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Por esos tropos que tiene la historia hoy estamos frente al relanzamiento del expansionismo de los EUA, al menos en intenciones ya declaradas, tal como en 1898 tras la guerra hispano-estadounidense lo hiciera William Mckinley al anexarse Filipinas, Puerto Rico y Guam.
La teoría del Destino Manifiesto que había llevado también a la guerra contra México y a la anexión de Texas, California, Nevada, Utah y Colorado en 1846, ha estado presente, como puede entenderse de las palabras de Theodore Roosevelt en 1904: “La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe, puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional”. Todo resumido en otra frase del mismo Roosevelt “Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos.”
A los ojos de la nueva administración presidencial estadounidense, las condiciones para una intervención, no militar por el momento, (aunque ha deslizado la posibilidad, tanto para Groenlandia como para Panamá), se configuran actualmente, con una salvedad, tanto Mckinley como Roosevelt actuaban para ampliar su influencia y poderío, mientras que Donald Trump lo hace para conservarlos, para proteger a su país.
Tal vez su visión no sea compartida por un amplio segmento de sus compatriotas pero el sentimiento de vulnerabilidad, de pérdida de fortalezas, incluso de su propia identidad y cultura primigenia ha llevado a convertir un slogan de campaña en toda una declaración y movimiento. Make America Great Again (MAGA) lleva implícito ese sentimiento de pérdida, hagámoslo de nuevo grande es un mantra compartido por los votantes que le dieron el triunfo y la mayoría en su Congreso.
Sin embargo, la coincidencia en el fin no quiere decir que estén haciendo el diagnóstico correcto. No hay en la plataforma ideológica de dicho movimiento ningún planteamiento autocrítico, ni análisis que no funden en los adversarios o diversos el origen de sus vulnerabilidades. Hay una lógica de autosuficiencia y una alta dosis de arrogancia en la nueva clase gobernante que les lleva a descalificar, amenazar y a esgrimir lo que más que fortaleza es muestra de debilidad.
Es inexplicable que, siendo hombres de negocios, tanto el presidente como su séquito de multimillonarios, piensen hacerse fuertes debilitando, golpeando a sus socios. Si bien por este lado hay una gran dependencia, también se ha consolidado una complementariedad que arroja múltiples conveniencias.
En la narrativa presidencial y en la del entonces candidato es evidente que falta la reflexión profunda y prioriza la utilidad inmediata, efectista y fatua, sobre los verdaderos intereses de su nación. La profunda división que ha creado, en mucho favorecida por las redes y medios de los magnates que hoy forman su círculo, no abona a su propósito de grandeza a recuperar.
Al igual que en nuestro país, la soberbia causada por el triunfo electoral apabullante, lo lleva a gobernar para los segmento de población afines, en momentos en que se requiere de la unidad nacional. La amenaza comercial de China es real y no bastará con recuperar el Canal de Panamá para contrarrestarla, como tampoco la anexión de Groenlandia equilibrará los términos bélicos con Rusia si por otra parte debilita a la OTAN y libra otra guerra comercial con la Unión Europea.
Lo cierto es que no parece haber sensatez en la primitiva lógica anunciada y en breve practicada. Es remoto que libre México la fijación de aranceles, sin embargo sí se puede pensar en la limitación temporal de los mismos una vez que los efectos nocivos empiecen a sentirse en ambas economías.
En México, con o sin presiones arancelarias, se tiene que seguir combatiendo a las organizaciones criminales, pero también tomar conciencia de que los efectos de la fijación de aranceles serán más nocivos por la propia fragilidad de nuestra economía, fuertemente limitada por la incertidumbre resultante de la reforma judicial, el desequilibrio fiscal y el deterioro institucional heredados.
En EUA el fundamentalismo, propio del Siglo XIX, se está reeditando y en México, también se retrocede hasta el siglo anterior con el populismo como herramienta y el nacionalismo como bandera. Ambas naciones debieran considerar que sus vulnerabilidades son auto inflingidas y en particular México, aceptar que los aranceles son, o pueden ser, el detonante de la crisis que se ha venido asomando desde la instauración del nuevo régimen. Por lo pronto, somos víctimas del destino manifiesto y hay pocos recursos para oponerse.
