NACIONALES
Entre derechos y realidades: La política social en México y sus dilemas pendientes

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
En febrero de 1936, el presidente Lázaro Cárdenas anunció la creación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), como parte de una estrategia política que buscaba consolidar la alianza entre el Estado y las clases populares, ofreciendo organización, representación y beneficios sociales a sectores históricamente marginados.
Ese momento marcó un hito: la política social, hasta entonces entendida como una herramienta caritativa o asistencial, comenzó a perfilarse como un componente central del pacto nacional. Desde entonces, la relación entre el Estado y sus ciudadanos ha estado mediada por una promesa de justicia social, siempre en construcción, siempre sujeta a tensiones.
Hoy, casi noventa años después, México se encuentra en un nuevo momento de redefinición de su política social. El debate ya no gira solamente en torno a la cobertura o al diseño de los programas, sino a la naturaleza misma del bienestar que se quiere construir. El modelo actual, centrado en transferencias económicas directas, pretende articular una nueva visión: más incluyente, más directa, menos burocrática. Sin embargo, al mismo tiempo, surgen cuestionamientos legítimos sobre su efectividad estructural, su sostenibilidad a largo plazo y su capacidad para trascender la contención inmediata de la pobreza.
Desde el año 2018, el gobierno federal ha impulsado una política social basada en el principio de universalización progresiva del bienestar, colocando en el centro a las personas históricamente excluidas: adultos mayores, jóvenes sin empleo, personas con discapacidad y comunidades rurales e indígenas.
Esta visión ha dado lugar a una serie de programas prioritarios que, en términos de cobertura, representan uno de los despliegues sociales más amplios en la historia reciente del país. Más de doce millones de adultos mayores reciben hoy una pensión no contributiva; millones de estudiantes de educación básica y media superior acceden a becas mensuales; y cientos de miles de jóvenes participan en programas de formación o capacitación laboral.
La lógica detrás de estas políticas es clara: garantizar un piso mínimo de bienestar sin condiciones, sin intermediarios y sin exclusiones. En el plano discursivo, esto implica un reconocimiento explícito de que la pobreza no es una culpa individual, sino una responsabilidad colectiva. En términos políticos, se busca reconstruir el vínculo entre el Estado y las mayorías sociales, apelando a una idea de justicia social que tiene raíces profundas en la historia del país.
No obstante, esta expansión cuantitativa no ha ido acompañada —al menos no aún— de transformaciones estructurales que modifiquen los factores que generan y perpetúan la desigualdad. El sistema fiscal mexicano sigue siendo poco progresivo; la informalidad laboral permanece por encima del 55% y la movilidad social real continúa siendo una promesa lejana para millones de personas. A pesar de los esfuerzos redistributivos, la mayoría de los beneficiarios de los programas sociales siguen atrapados en contextos de marginación estructural que limitan sus posibilidades de desarrollo pleno.
En este contexto, conviene preguntarse: ¿se está construyendo una política social con enfoque de derechos o simplemente se están perfeccionando mecanismos de contención social? ¿Hasta qué punto las transferencias monetarias están generando autonomía y capacidad de agencia en los beneficiarios? ¿Se están fortaleciendo las capacidades productivas, educativas y comunitarias que permitirían superar la pobreza de manera sostenible, o estamos ante un modelo que mitiga los síntomas sin intervenir en las causas?
Otro elemento que merece atención es el institucional. La centralización operativa de la política social en una sola secretaría ha simplificado ciertos procesos, pero también ha concentrado atribuciones que, en ausencia de mecanismos robustos de evaluación y transparencia, pueden derivar en opacidad o discrecionalidad.
La desaparición de órganos técnicos como el Coneval, que contaban con autonomía para medir los impactos reales de las políticas sociales, ha debilitado la capacidad del Estado para conocer con precisión los efectos de su intervención. Sin información confiable y sin evaluación externa, se corre el riesgo de diseñar políticas desde la intuición y no desde la evidencia.
A esto se suma el debate sobre la sostenibilidad financiera de los programas. Si bien han sido financiados hasta ahora sin recurrir a una reestructuración fiscal, su permanencia está sujeta a variables inciertas. Sin una reforma estructural que fortalezca los ingresos públicos, será difícil sostener a largo plazo una política social que crece en cobertura y monto, sobre todo si se plantea como un derecho permanente. Además, el reto de su continuidad política no puede subestimarse: ¿qué sucederá con estos programas en un contexto de alternancia? ¿Están suficientemente institucionalizados como para resistir los vaivenes del ciclo político?
Pese a estos desafíos, no se puede negar que la política social en México ha dado pasos importantes. Ha ampliado el reconocimiento de derechos sociales, ha visibilizado a poblaciones históricamente excluidas y ha generado nuevas formas de legitimidad democrática.
Hoy más que nunca, la ciudadanía percibe al Estado como un actor presente en su vida cotidiana, capaz de ofrecer certidumbre frente a la precariedad. Este capital político y simbólico no debe desaprovecharse. Pero tampoco debe idealizarse.
El reto hacia adelante es claro: pasar de una política social basada en la transferencia al ingreso, a una política de bienestar integral, que combine el apoyo económico con el acceso efectivo a servicios públicos de calidad, la formalización del empleo, la educación como palanca de movilidad y un entorno de participación ciudadana que garantice la corresponsabilidad entre Estado y sociedad.
La justicia social, como enseñó Cárdenas en su tiempo, no se impone desde arriba ni se resuelve con soluciones únicas. Se construye todos los días, con instituciones sólidas, con participación activa y con la convicción de que los derechos sociales no pueden depender del ciclo electoral. La historia demuestra que cada generación tiene la oportunidad —y la obligación— de redefinir su pacto social.
Hoy, México tiene una base sobre la cual avanzar. Pero para que ese avance sea duradero, debe combinarse con visión estructural, con innovación institucional y, sobre todo, con un compromiso ético profundo con la equidad.
NACIONALES
Kenia López Rabadán, nueva presidenta de la Cámara de Diputados

– Por Mario Ávila
Con 435 votos a favor, 4 en contra y sin abstenciones, la diputada del PAN, Kenia López Rabadán, se convirtió en la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, en el segundo año de la LXVI Legislatura federal.
El acuerdo de logró toda vez que la fracción parlamentaria de Morena y partidos aliados, retiraron el veto que le habían impuesto a su candidatura, presentada como primera opción por Acción Nacional y una vez que el propio PAN anunció que sus siguientes opciones eran los diputados Margarita Zavala, Germán Martinez y Federico Döring.
Esta misma tarde la nueva diputada presidenta asumió sus funciones tras rendir la protesta de ley, ante los legisladores integrantes de la LXVI Legislatura.
Kenia López Rabadán, que se desempeñó como coordinadora de campaña presidencial de Xóchitl Gálvez, estará acompañada en la Mesa Directiva por los vicepresidentes: Sergio Carlos Gutiérrez Luna, Paulina Rubio Fernández y Raúl Bolaños Cacho Cué; secretarias: Julieta Villalpando Riquelme, Alan Said Márquez Becerra, Nayeli Arlette Jiménez Cruz, Magdalena del socorro Núñez Monreal, Fuensanta Guadalupe Guerrero Esquivel y Laura Ballesteros Mancilla.
JALISCO
Inauguran Primer Congreso Nacional de Personas Mayores en Guadalajara

– Por Francisco Junco
Con un llamado a reconocer la sabiduría y la fuerza de quienes han dado su vida a la familia y a la sociedad, se inauguró en Jalisco el Primer Congreso Nacional de Personas Mayores, bajo el lema “Sabiduría y derechos: Reconociendo el valor de las personas mayores”.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ), junto con la Fundación Jaime Enrique Michel Velasco y diversas universidades, abrió un espacio que busca visibilizar a un sector que enfrenta discriminación, exclusión y abandono, pero que también representa un pilar invaluable de nuestra cultura.
La presidenta de la CEDHJ, Luz del Carmen Godínez González, habló con claridad de los retos que viven día a día las personas mayores: “discriminación por edad, violencia y abuso, pobreza, exclusión digital, dificultades de movilidad y acceso limitado a servicios de salud, justicia y seguridad social”.
Frente a ese panorama, dijo, es momento de pasar del discurso a la acción y subrayó que “reafirmo mi compromiso y el de esta institución con la defensa y promoción de sus derechos. Trabajaremos incansablemente para erradicar la discriminación, garantizar el acceso a la justicia y promover políticas públicas que respondan a sus necesidades y aspiraciones”.
Enrique Michel Velasco, presidente de la fundación que lleva su nombre, lamentó que “nuestras ciudades, las instituciones públicas, las empresas y casi todo lugar público se manifiestan poco amigables con este sector”.
Para él este congreso debe ser un parteaguas que siembre una nueva cultura de respeto, ya que “no hemos sido capaces de crear un aparato de salud pública que otorgue mejores condiciones para alcanzar eso que llamamos calidad de vida. Veamos en este congreso el mundo de oportunidades para contribuir a formar una verdadera conciencia y una nueva cultura con las personas mayores”.
El rector de la UNIVA, Francisco Ramírez Yáñez, también elevó la voz para visibilizar la soledad y la desigualdad que padecen millones de adultos mayores.
“Hoy alzamos la voz por millones de personas mayores que enfrentan desigualdades, que enfrentan la soledad, el abandono, la discriminación por edad y la falta de acceso a servicios básicos y de calidad”.
A su vez, Eduardo Solorio Alcalá, en representación del gobernador Pablo Lemus Navarro, subrayó que “el envejecimiento no es un problema por resolver, sino una oportunidad a valorar, de repensar las instituciones y las políticas públicas”, y aseguró que Jalisco trabaja para generar espacios y servicios incluyentes.
El congreso incluyó conferencias, paneles y una feria de la salud con servicios médicos y orientación, además de la participación de organizaciones civiles que recordaron que la dignidad no termina con la edad.
Entre reflexiones, denuncias y compromisos, el encuentro dejó en claro que el envejecimiento no es sinónimo de carga social, sino de riqueza humana que exige respeto, políticas públicas y un cambio cultural profundo.
NACIONALES
Eliminan ministros de la SCJN el seguro de gastos médicos; se atenderán en el ISSSTE

– Por Mario Ávila
Luego de anunciar el compromiso de revisar las pensiones de los ministros en retiro y los sueldos de los trabajadores en activo del Poder Judicial, para evitar que se viole la Constitución y ganen más que la presidenta, Claudia Sheinbaum, el presidente de la SCJN, Hugo Aguilar Ortiz, advirtió que los nuevos ministros se atenderán en el ISSSTE, para eliminar el oneroso gasto de servicios médicos.
Ello lo anunció en su primer mensaje en el cargo, después de la ceremonia de toma de protesta en el Senado y la instalación en la sede de la SCJN y en presencia de la titular del Ejecutivo, Claudia Sheinbaum Pardo y los titulares del Legislativo, Laura Itzel Castillo, del Senado y Sergio Gutiérrez Luna, de la Cámara de Diputados.
Aguilar Ortiz ofreció cercanía con la ciudadanía, para aspirar a un cambio real, profundo y verdadero, que sirva para poner fin a la injusticias.
Incluso, planteó que la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación, «será un auténtico tribunal de justicia y no sólo un tribunal de derecho; será un espacio de puertas abiertas, cercano, austero, plural, transparente, eficiente y sin privilegios», garantizó.
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