OPINIÓN
De verguenzas soberanas y sirvenguenzas con poder

Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //
Cuenta la historia que tras la redición de Boabdil el Pequeño y entrega de Granada a los Reyes Católicos, su madre, la sultana Aixa le dijo: “No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”, y aun cuando –hoy- su sentido sería altamente criticado por las más acérrimas feministas, nos viene bien para reflexionar sobre los enojos y preocupaciones que roban sueños al presidente Andrés Manuel López Obrador, su gabinete y nuestros sentimientos nacionalistas, ante la posible declaración de terroristas a los narco-delincuentes mexicanos por el presidente Donald Trump y justificar su intervención armada, muy acotada, en territorio mexicano.
Desenredemos los entuertos de nacionalismos, soberanías, vergüenzas, desvergüenzas, sinvergüenzas e ineptitudes que encierran tan intenso y llamativo debate, para no tener que envolvernos con la bandera nacional y arrojarnos a los vacíos que el poder claudicado exhibe; antes bien, exijamos seguridad plena al presidente, demandemos resultados a un año de gobierno, provoquemos cambios en su fallida estrategia de los arrumacos y las carantoñas.
El presidente López Obrador afirmó que lo sucedido en Culiacán, al pretender detener a Ovidio Guzmán, fue “la guerra más breve de la historia”. ¿Qué interpretar de ello y de sus alcances? Por principio de cuentas, que perdimos esa breve guerra y que, por tanto, la ganó Ovidio Guzmán; que el Gobierno mexicano claudicó y entregó, al menos, esa parte del territorio nacional, sujetándose a las condiciones del bando triunfante, tras una cuenta escalada de acciones terroristas sobre la población civil por parte de los delincuentes de la droga que no quiso o no supo contener el gobierno federal.
Si hoy, Bryan LeBarón, con doble nacionalidad, solicitó al presidente Donald Trump incluir a los narco-delincuentes mexicanos como terroristas y si éste lo hace, será conforme a sus propias leyes y sus alcances serán responsabilidad del Presidente López Obrador y sus colaboradores por las graves decisiones tomadas sobre un operativo fallido y una postura de permisividad e impunidad evidentes. Como reconocieran Julián y Adrián LeBarón ante Brozo: “Todos estamos encabronados (…) tenemos que hacer algo que funcione” para agregar que “en cuanto sucede un acto criminal, se empieza a mentir” o como señalara el propio Brozo: “Hasta ahora no sabemos, bien a bien, cuál es el sistema nacional de seguridad”.
Entendamos, la declaración de terroristas a los cárteles de la droga no es, en principio, para invadir a México ni derrocar al Gobierno de López Obrador, sino para brindar protección a sus ciudadanos en territorio mexicano. No me gusta lo que conlleva; sin embargo, el Presidente tiene manera de evitar cualquier intervención extranjera que vulnere nuestra soberanía: Combatir, con resultados prontos y expeditos, con toda la fuerza del Estado mexicano a los cárteles de la droga, evitando declaraciones como la de Marcelo Ebrard de
que el gobierno mexicano no «admitirá nunca acción alguna que signifique violación a su soberanía nacional».
La Constitución General de la República estable en su artículo 39 “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de este”. Pegunto si la estrategia del Presidente en materia de seguridad se ha instituido en nuestro beneficio como pueblo, u ofrece manga ancha a los delincuentes. Al mismo tiempo, pregunto si una nación es soberana cuando parte de su territorio está en manos de grupos armados meta legales, evidentemente delictivos y cruelmente terroristas.
El Presidente López Obrador se dio por derrotado en una guerra por él reconocida. El propio Presidente, a mediados de julio pasado, había lamentado la sentencia impuesta a Joaquín Guzmán Loera, por un tribunal norteamericano, por asociación delictuosa para cometer homicidios y narcotráfico, calificándola como de dura, hostil e inhumana, afirmando que a él le conmovía. Creo que esa nunca debería ser la postura declarada de un jefe de Estado y creo que ese día sentenció lo que ahora amenaza a nuestra soberanía. Jamás, un jefe de Estado puede lamentar la sentencia judicial a ningún delincuente declarado y confeso.
Hoy, México se enfrenta a la posible intervención armada norteamericana para resolver lo que los abrazos no han logrado. Los principios bíblicos que López Obrador defiende no nos resuelven los problemas de inseguridad. Andrés Manuel López Obrador se confunde, no es Presidente para que siga siendo, como lo dijo en aquel 17 de julio de 2019, un idealista que cree en el amor, en la fraternidad, en la felicidad; es Presidente para cumplir su mandato constitucional con honestidad, eficiencia y eficacia, y la seguridad es la exigencia más sentida para la mayoría de los mexicanos.
Si López Obrador cambió su política migratoria permisiva inicial hacia quienes entraban a México de forma irregular por nuestra frontera sur con Guatemala, buscando su sueño en Estados Unidos de Norteamérica, por presiones del presidente Donald Trump, quizá la decisión de declarar terroristas a los narco-delincuentes, hagan que el Presidente mexicano se ponga las pilas y cumpla sus obligaciones; si así sucediera, será maravilloso, y si no, entonces recemos.
Ed Turner de la Universidad de Aston nos pregunta, en un artículo para la BBC, “¿realmente necesitamos a los políticos?”. La respuesta más evidente es que NO NECESITAMOS DE POLÍTICOS INEFICIENTES E INCAPACES, y hoy, en México, el gobierno federal, así como el de Jalisco, son ineficientes e incapaces materia de seguridad. Los demás temas los dejo para otra ocasión.