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MUNDO

El discurso de la canciller alemana Angela Merkel

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Opinión, por Jesús Armando Liogon Beltrán //

Ante la “pandemia” derivada del terrible coronavirus COVID-19 y ante las circunstancias, que generan mayor expectativa en México, bien es necesario atender el discurso histórico de la canciller alemana Angela Merkel por esta enfermedad, pronunciado el pasado jueves 20 de marzo.

La líder política de Alemania -una mujer de centro derecha-, pronunció un discurso televisado ante su país que produjo un profundo impacto por su mensaje y compromiso humanitario frente a la pandemia. Un gesto inhabitual para la cultura política de su país, que desde la experiencia del nazismo desprecia a los líderes que abusen de los medios de comunicación. Este fue el discurso de Merkel: 

«Queridas conciudadanas y queridos conciudadanos:

El coronavirus está modificando actualmente en forma dramática la vida en nuestro país. Nuestra idea de la normalidad, de la vida pública, de la convivencia social, está siendo puesta a prueba como nunca antes.

Millones de ustedes no pueden ir al trabajo, sus hijos no pueden ir a la escuela o al jardín infantil; los teatros, cines y negocios están cerrados y, lo que quizás sea lo más difícil: a todos nos faltan los encuentros, que en otros tiempos son obvios. Naturalmente, en semejante situación, todos estamos llenos de interrogantes y preocupaciones acerca de lo que vendrá.

Me dirijo hoy a ustedes por esta vía inusual, porque quiero decirles lo que me guía como canciller, y a todos mis colegas del gobierno, en esta situación. Corresponde a una democracia abierta que transparentemos y expliquemos las decisiones políticas. Que fundamentemos lo mejor posible nuestro proceder y lo comuniquemos, para que resulte comprensible.

Creo firmemente que saldremos airosos de esta prueba, si realmente todos los ciudadanos y ciudadanas la comprenden como su propia tarea.

Por eso, permítanme decirles: la situación es seria. Tómenla también en serio. Desde la reunificación de Alemania, no, desde la Segunda Guerra Mundial, no se había planteado a nuestro país ningún otro desafío en el que todo dependiera tanto de nuestra actuación solidaria mancomunada.

Quisiera explicarles dónde estamos actualmente en cuanto a la epidemia y qué está haciendo el gobierno federal y la esfera estatal para proteger a todos los miembros de nuestra comunidad y limitar los perjuicios económicos, sociales y culturales. Pero también quiero comunicarles por qué se requiere de ustedes, y lo que todos y cada uno pueden aportar.

En cuanto a la epidemia -y todo lo que les digo al respecto proviene de las consultas permanentes del gobierno federal con expertos del Instituto Robert Koch y otros científicos y virólogos- se está investigando a toda máquina a nivel mundial, pero todavía no existe una terapia contra el coronavirus ni una vacuna.

Mientras eso no cambie, solo hay un objetivo, que es la línea central de todo lo que hacemos: desacelerar la propagación del virus, extenderla por meses para así ganar tiempo. Tiempo para que los investigadores puedan desarrollar un medicamento y una vacuna. Pero, sobre todo, tiempo para que quienes enfermen puedan recibir la mejor atención posible.

Alemania tiene un excelente sistema de salud, tal vez uno de los mejores del mundo. Pero también nuestros hospitales se verían superados si en poco tiempo ingresaran demasiados pacientes con una evolución grave del coronavirus.

No son cifras abstractas en una estadística, sino un padre o un abuelo, una pareja. Son personas. Y nosotros somos una comunidad en la que cada vida y cada persona cuentan.

En esta situación, quisiera dirigirme en primer lugar a aquellos que, como médicos, cuidadores, o en otra función, trabajan en nuestros hospitales y, en general, en nuestro sistema de salud. En esta lucha, ellos están en la primera línea. Son los primeros que ven a los enfermos y ven cuán grave es en algunos casos la evolución de la infección. Y cada día acuden nuevamente a su trabajo y están al servicio de la gente. Hacen una labor gigantesca y les agradezco de todo corazón.

En suma, se trata de volver más lento el recorrido del virus por Alemania. Para ello -y es algo existencial- tenemos que apuntar a una cosa: reducir la actividad pública lo más posible.

Naturalmente con sensatez y de manera proporcionada, porque el Estado seguirá V3 funcionando, el abastecimiento seguirá estando por supuesto garantizado, y queremos mantener tanta actividad económica como sea posible. “

Pero debemos reducir ahora todo aquello que pudiera poner el peligro a la gente, lo que pudiera causar daño a los individuos o a la comunidad. “

Debemos limitar por todos los medios posibles el riesgo de que uno contagie a otro.

Yo sé cuán dramáticas son ya las restricciones: no más eventos, ni ferias, ni conciertos, y por lo pronto tampoco más escuela, ni universidad, ni jardín infantil, ni juegos en los parques. Yo sé cuán duramente golpean nuestra vida y nuestra idea de la democracia los cierres acordados entre el gobierno federal y los regionales. Son restricciones que jamás hubo en la República Federal de Alemania.

Permítanme asegurarles: para alguien como yo, para quien viajar y desplazarse fueron derechos por los que hubo que luchar mucho, tales restricciones solo pueden justificarse por una absoluta necesidad. En una democracia, jamás deberían dictarse a la ligera y solo pueden ser aplicadas temporalmente. Pero en este momento son imprescindibles para salvar vidas.

Por esa razón, desde comienzos de la semana hay reforzados controles y limitaciones de ingreso en las fronteras con algunos de nuestros principales países vecinos.

Para la economía, las grandes empresas al igual que las pequeñas, para los negocios, restaurantes, los trabajadores independientes, la situación ya es muy dura. Las semanas próximas serán más difíciles. Les aseguro: el gobierno hace todo lo posible para mitigar las repercusiones económicas. Y sobre todo para resguardar puestos de trabajo.

Podemos utilizar y utilizaremos todos los medios necesarios para ayudar a nuestras empresas y trabajadores a pasar esta dura prueba.

Todos pueden confiar en que el abastecimiento de víveres está garantizado en todo momento; y si los escaparates se vacían un día, se vuelven a llenar. A todos los que van al supermercado quiero decirles: tener reservas es sensato, y siempre lo ha sido. Pero con mesura. Acaparar, como si nunca fuera a haber algo nuevamente, no tiene sentido y por último no es solidario. “

Permítanme expresar aquí también agradecimiento a personas a las que se agradece con demasiada poca frecuencia. Quien por estos días está en la caja de un supermercado o V4 rellena los estantes, hace uno de los trabajos más duros que hay por el momento. Gracias por estar ahí para sus conciudadanos y por mantener funcionando la tienda, literalmente. “

Y ahora paso a lo que, para mí, es hoy lo más urgente. Todas las medidas estatales no darán resultado si no utilizamos la herramienta más eficaz contra la propagación demasiado rápida del virus: se trata de nosotros mismos. Tal como cualquiera puede ser afectado por el virus, todos y cada uno de nosotros debe ayudar. En primerísimo lugar, tomando en serio lo que ocurre. No hay que caer en el pánico, pero tampoco hay que pensar ni por un instante que no depende de usted. Nadie es prescindible. Todos cuentan, se requiere el esfuerzo de todos nosotros.

Eso es lo que nos muestra una epidemia: cuán vulnerables somos todos, cuánto dependemos del comportamiento considerado de otros, pero también cómo podemos protegernos y apoyarnos unos a otros, actuando mancomunadamente.

Ahora depende de cada uno. No estamos condenados a mirar pasivamente el avance del virus. Tenemos un recurso para hacerle frente: por consideración, debemos mantener distancia entre nosotros. El consejo de los virólogos es claro: no más apretones de manos, lavarse las manos frecuente y minuciosamente, mantener una distancia de al menos un metro y medio de otros, y en lo posible no tener contacto con los más viejos, porque corren especial peligro.

Yo sé cuán difícil es lo que se nos pide. Especialmente en períodos de emergencia quisiéramos estar cerca unos de otros. Conocemos la cercanía física, tocarnos, como expresión de cariño. Pero, por desgracia, en este momento es lo contrario. Y verdaderamente todos debemos entenderlo. En este momento, solo mantener distancia es expresión de que nos importa esa persona.

La visita bien intencionada, el viaje que no era necesario, todo eso puede significar contagio y realmente ya no debería tener lugar. Hay un motivo por el que los expertos dicen: abuelos y nietos no deberían juntarse ahora.

Quien evita encuentros innecesarios, ayuda a todos quienes deben ocuparse a diario de cada vez más casos en los hospitales. Así salvamos vidas. Será difícil para muchos y también esto será crucial: no dejar solo a nadie, preocuparse de aquellos que necesitan apoyo y confianza. Como familias y como sociedad, encontraremos otras formas de acompañarnos.

Ya ahora hay muchas formas creativas para burlar al virus y sus consecuencias sociales. Ya hay nietos que abonan a sus abuelos a un podcast para que no estén solos.

Todos tenemos que encontrar maneras de mostrar cariño y amistad: hablar por Skype, telefonear, enviar correos electrónicos o quizás volver a escribir alguna carta. El correo se distribuye. Se escuchan ejemplos maravillosos de ayuda de vecinos a mayores que o pueden ir de compras. Estoy segura de que se puede hacer aún mucho más y como comunidad demostraremos que no nos dejamos solos unos a otros.

Apelo a ustedes: aténganse a las reglas que regirán el próximo tiempo. Como gobierno, revisaremos continuamente qué se puede volver a corregir, pero también, que más podría ser aún necesario.

Esta es una situación dinámica y seguiremos siendo capaces de aprender, para reconsiderar en cualquier momento las cosas y poder reaccionar con otros instrumentos. También lo explicaremos en su momento.

Por eso les pido: no crean en rumores, sino solo en los comunicados oficiales, que siempre traducimos también a varios idiomas.

Somos una democracia. No vivimos de imposiciones, sino de conocimientos compartidos y participación. Esta es una tarea histórica y solo podemos superarla unidos.

Estoy absolutamente segura de que superaremos esta crisis. ¿Pero cuán alto será el número de víctimas? ¿Cuántas personas queridas perderemos? En gran medida está en nuestras propias manos. Ahora podemos reaccionar, todos junto, en forma decidida. Podemos aceptar las restricciones actuales y apoyarnos mutuamente”.

Consecuentemente, ni más… ni menos… solo lo justo!… La OMS ha declarado pandemia por el coronavirus; Según la Organización Mundial de la Salud, “pandemia” es la propagación mundial de una nueva enfermedad. Es decir, si un mal se propaga no solo a nivel regional sino también entre países y continentes, los expertos se refieren entonces a una nueva enfermedad que alerta y pone en riesgo la salud de toda la humanidad.

Por éste motivo el Estado Mexicano en sus tres órdenes de gobierno, debe atender con apremio las medidas preventivas, curativas del Corona Virus: Covid-19 que recomiendan y ordenan la Organización Mundial de la Salud, así como Consejo de Salubridad General a fin de dar continuidad a las acciones de coordinación emitidas frente a la pandemia del Coronavirus, para continuar la preparación en caso de que se nos precipite la epidemia.

El consejo, como órgano colegiado es el encargado de tomar las medidas y disposiciones generales para prevenir, mitigar y contener la pandemia del Coronavirus. Dichas medidas deberán ser acatadas de manera obligatoria en todo el país. Además, tiene atribuciones para aprobar y publicar, en el Diario Oficial de la Federación, la declaratoria “en los casos de enfermedades graves que sean causa de emergencia o atenten contra la seguridad nacional”, como es el caso del Covid 19.

El Consejo de Salubridad es de suma importancia en la coordinación entre el gobierno federal y las 32 entidades federativas así, consolide la Planeación y organización en las políticas de prevención y acciones unilaterales.

La “Pandemia” Covid-19 marca en la humanidad una Era: antes y un después!… Donde los mexicanos habremos de unirnos con un profundo amor a nuestra querida Patria, como elemento vital es la fortaleza de la familia y consolidación de la sociedad civil organizada, por el verdadero México Solidario que soñamos fuera de violencia, corrupción e impunidad!… Bienvenida la filosofía democrática para gobernar y plasmado en el discurso de ayer jueves por la Canciller alemana Ángela Merker, que bien puede servir de marco reflexivo que oriente a un mejor rumbo las políticas de salud en nuestro país para hacer frente a ésta terrible “ Pandemia” Corona Virus: Covid-19.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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