JALISCO
Los neoconservadores
Opinión, por Iván Arrazola //
Es difícil creer que un movimiento que surgió en las plazas públicas, donde las manifestaciones y las marchas en favor de diversas causas se convirtieron en su carta de presentación, hoy se ha transformado. Ahora, instalado en la cúspide del poder, el movimiento confía en tener el control total de las instituciones. No solo critica a quienes se manifiestan en defensa de sus derechos, sino que incluso los tacha de ser manipulados cuando protestan.
Al recordar un movimiento que bloqueó una de las avenidas más emblemáticas del país con la frase “disculpe las molestias, democracia en construcción”, sorprende que la llamada Cuarta Transformación se haya convertido en lo que tanto criticaba: un movimiento neoconservador.
La mal llamada reforma judicial, que en realidad es un intento del obradorismo por concentrar el poder, se ha convertido en la manzana de la discordia. Los supuestos beneficios de la elección popular de jueces, magistrados y ministros quedan opacados por numerosas voces que denuncian que se trata de una reforma regresiva, incapaz de solucionar los problemas de un sistema judicial lento, burocrático y con altos niveles de impunidad. Lo afirman los trabajadores que defienden sus derechos, los socios comerciales de México y los estudiantes que salen a protestar.
Ante este escenario, resultan sorprendentes las reacciones del poder, que antes celebraba las protestas y se presentaba como heredero del movimiento del 68, defensor de la democracia. Aquellos que promovían las manifestaciones de maestros y campesinos ahora se indignan porque los trabajadores del Poder Judicial salen a defender sus derechos.
López Obrador sostiene que los trabajadores del Poder Judicial tienen derecho a manifestarse, pero asegura que detrás del paro hay intereses que buscan proteger la corrupción y los privilegios, principalmente de organismos empresariales. En este contexto, las protestas y los paros ya no se consideran legítimos, y son incluso calificados de ilegales. Quienes antes proclamaban la defensa de los derechos de los trabajadores adoptan hoy una postura conservadora, exigiendo apego a la legalidad. De lo contrario, viene el linchamiento en las conferencias mañaneras, no puede haber protestas espontaneas, esas solo las organiza el gobierno, en el resto siempre hay intereses detrás.
Los estudiantes universitarios, tanto de instituciones públicas como privadas, se han movilizado en contra de la reforma judicial, denunciando sus inconsistencias. Sin embargo, los autodenominados herederos del movimiento del 68 han descalificado estas protestas estudiantiles, argumentando que carecen de fundamentos. Para el presidente López Obrador, los estudiantes están siendo manipulados por sus profesores.
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, sostiene que los alumnos no comprenden la situación porque «no han leído bien la reforma». Por su parte, el «combativo» senador Gerardo Fernández Noroña ha descartado cualquier posibilidad de diálogo, afirmando: «Ya los escuchamos, sabemos lo que van a plantear. Los está recibiendo la oposición, pues son sus voceros. Ya sabemos lo que van a decir, camarada; están defendiendo al Poder Judicial corrompido».
La compra de voluntades se ha convertido en la norma. Lo que el oficialismo tanto criticó de la oposición ahora lo practica sin ningún tipo de pudor. López Obrador, quien en su momento denunció que el Pacto por México se concretó por la compra de voluntades, hoy no critica que dos senadores del PRD se hayan unido a Morena. La presidenta electa lo anunciaba con una sonrisa en conferencia de prensa, orgullosa de la nueva «adquisición», sin mostrar el menor remordimiento por integrar a legisladores que, hasta hace poco, criticaban los excesos de Morena en el poder.
En medio de la euforia, el senador Manuel Velasco, del Partido Verde, declaraba con orgullo que ya contaban con los votos necesarios en el Senado para aprobar la reforma. Mientras tanto, Alito Moreno denunciaba que su bancada ha sido presionada: «El oficialismo ha ofrecido decenas de millones de pesos para que algunos de nuestros legisladores migren a Morena o se ausenten de la votación», aseguró. Aunque insistió en que no se doblegarán, en México el cambio de partido entre políticos es la norma, no la excepción.
Lo que en un principio fue un movimiento que abanderaba la lucha por la democracia y los derechos sociales, hoy ha dejado atrás esas banderas. La Cuarta Transformación, que surgió de las plazas y las protestas, se enfrenta ahora a un creciente descontento por su manejo de las instituciones y su respuesta a las movilizaciones. Las críticas a quienes se manifiestan, sumadas a la controversia sobre la reforma judicial, revelan un giro hacia una postura más conservadora y autoritaria.
Las voces que antes defendían la justicia social y el derecho a la protesta ahora descalifican a los trabajadores y estudiantes que exigen el respeto a sus derechos. Este cambio de actitud no solo es contradictorio con los orígenes del movimiento, sino que también pone en duda su compromiso con los principios democráticos y la pluralidad de opiniones en el país.
