MUNDO
El fracaso de la Conferencia del Cambio Climático (COP25)

Por María Luisa Ramos Urzagaste (Cortesía de Sputnik Mundo)
Si de caos climático se trata, podría decirse que un huracán de egoísmo devastó las esperanzas de millones de ciudadanos que esperaban que la COP25 celebrada en Madrid defina mecanismos para enfrentar el calentamiento global.
Sin duda, el resultado indiscutible alcanzado por la XXV conferencia de laConvención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), es que los países y sectores responsables del actual estado del clima y la contaminación no asumirán responsabilidades, al menos por ahora.
Es precisamente por eso que sería un error conformarse y consolarse con lo anunciado en prensa sobre que «los países no lograron acuerdos sobre el artículo 6 del Acuerdo de París para regular los mercados de carbono» y que se ha pospuesto la discusión hasta el próximo año.
Varios factores influyeron negativamente en el actual resultado. Posiblemente uno de ellos es que la presidencia de la Conferencia, a cargo del Gobierno del presidente chileno Sebastián Piñera, no tuvo ni la capacidad ni la credibilidad necesaria para inspirar confianza y lograr resultados mínimos satisfactorios.
Pero más allá de ese hecho no menor, era previsible que la prórroga de la COP25 por dos días más era solo prolongar su agonía.
La Conferencia sobre Cambio Climático no logró superar al menos dos males que arrastra desde su nacimiento: el mercantilismo como mecanismo predominante para intentar solucionar un problema multidimensional y un segundo problema referido a la capacidad de las instituciones multilaterales, horadadas en su credibilidad, obsoletas y profundamente burocratizadas.
DEFINIR UN PRECIO AL CARBONO NO RESOLVERÁ EL PROBLEMA
El secretario de la ONU, Antonio Guterres, dijo que debido a que el Artículo 6 fue la cuestión pendiente que no se resolvió en la COP24 en Katowice, «poner un precio al carbono es vital si queremos tener alguna posibilidad de limitar el aumento de la temperatura global y evitar el cambio climático desbocado».
Es preocupante que se atribuya tanta atención a un solo aspecto para el combate de un problema con tantas aristas. Es grave también que sea el propio secretario general de la ONU quien refuerza esa visión mercantilista como si ese fuese el único salvamento.
En su discurso de apertura de la Conferencia, Guterres dijo que «la puesta en práctica del Artículo 6 ayudará a poner en marcha los mercados, movilizar al sector privado y garantizar que las reglas sean las mismas para todos».
Los organismos multilaterales deberían dejar de centrarse tanto en la mercantilización de la naturaleza y de la contaminación. Si bien la creación de los mercados del carbono podría ser un mecanismo coadyuvante, no debiera ser el principal.
Además, hay que agregar que el enfocarse en un solo «mecanismo técnico», contribuye a una visión fatalista del problema, que paraliza otras iniciativas.
Peor aún, es un mecanismo perverso que elimina del escenario a otros actores de la toma de decisiones, ya que la negociación se enfoca solo en los «mercados», donde la sociedad civil en su conjunto está ausente de esa discusión.
El mentado Artículo 6 no puede serlo todo. Hay problemas que el referido artículo no los va a resolver. Greta Thunberg, por ejemplo, nos recordó que «desde la adopción del Acuerdo de París los bancos invirtieron 1,9 billones de dólares en combustibles fósiles», que «100 empresas son responsables del 71% de las emisiones globales».
Esas inversiones exacerban más el problema mundial del calentamiento. Por tanto, el abordaje debe implicar otros mecanismos, además, de los mercantiles.
EL MULTILATERALISMO EN CRISIS
Este fracaso de Chile-Madrid tiempo de actuar sacó a flote una realidad inocultable: que la cooperación global para encontrar soluciones conjuntas está en su punto más bajo y que no existen valores compartidos.
Podría afirmarse también que lo ocurrido en la COP25 es un triunfo de la visión trumpiana del mundo, de enfoque unilateral, no solidaria, donde predomina y domina el más fuerte y del sálvese quien pueda y como pueda.
La crisis que enfrentamos es tal, que necesitamos hacer un profundo análisis en relación a si el estado actual del multilateralismo, tanto global como regional, es un mecanismo con la musculatura suficiente para asumir este gran reto del caos climático.
Por cuanto el calentamiento global es una cruda realidad, que ha sido demostrada científicamente, no debiera esperarse a las nuevas cumbres o conferencias para ver qué hacemos.
La dimensión del desafío mundial que representa el cambio climático es tal, que, sin temor a caer en exageración, se equipara a la situación en que se encontró el mundo al concluir la Segunda Guerra Mundial.
Salvando las distancias entre ambas problemáticas, es importante; no obstante, recordar que a diferencia de lo que ocurre hoy, en 1945 los líderes mundiales sumaron esfuerzos para la reconstrucción y la descolonización, con instituciones nuevas y llenas de nuevas ideas. Un requisito fundamental fue la existencia del deseo de cooperar.
Sería un craso error creer que para encontrar soluciones y llegar a acuerdos es solo cuestión de tiempo, es decir, que lo que no se pudo lograr estas dos semanas en Madrid se logrará el próximo año en Glasgow, Reino Unido.
LA COP25 LE HA FALLADO A LOS POBRES
Fue desalentador y preocupante ver que, a diferencia de otros años, Latinoamérica y el Caribe participaron de manera dispersa, no estuvo cohesionada como lo requería el desafío y eso también es un resultado negativo que hay que agregar al inventario de la
Actualmente tenemos hasta la saciedad datos que demuestran que la causa del caos climático es por las acciones antropogénicas, es decir, las acciones de los humanos, pero a eso hay que agregar que no todos los humanos contaminan en la misma dimensión.
La alerta mayor de hoy día para los países en vías de desarrollo y los países menos desarrollados, es que están solos, que deberán enfrentar la adaptación, la mitigación y la prevención por su cuenta, al menos por ahora.
Debemos trabajar todos en la búsqueda de mecanismos de cambios de conductas energívoras y consumistas. Es importante, además, que los países del G20 que representan colectivamente el 78% de todas las emisiones, asuman sus responsabilidades, que son ineludibles.
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su Informe de Brecha de Emisiones de 2019. Se necesitan reducciones de las emisiones del 7,6% anual desde 2020 hasta 2030 para cumplir el objetivo acordado internacionalmente de limitar el aumento de las temperaturas a 1,5 grados centígrados en comparación con niveles preindustriales.
Los científicos coinciden en que es una tarea difícil y que la ventana de oportunidad se está cerrando. Esto exige continuar con los esfuerzos para llegar a acuerdos cooperativos y eso no lo resolverán unos pocos burócratas y tampoco la visión unidimensional mercantilista. La tarea es de todos, incesante y multidimensional.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
MUNDO
Nominar a Trump, la devaluación del Premio Nobel de la Paz

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
¿Hay similitudes entre Donald Trump, la Madre Teresa y Nelson Mandela?
La pregunta, lanzada con sarcasmo por un colega, apuntaba a la reciente nominación de Trump al Premio Nobel de la Paz. La respuesta: Trump podría unirse a este selecto grupo.
La idea me dejó atónito. ¿Ha caído tan bajo la credibilidad de este galardón como para premiar a un líder cuya retórica se nutre de confrontación, cuya política persigue a migrantes y carece de un ápice de humanismo?
Hoy martes este debate resuena mientras el mundo observa el conflicto Israel-Irán, donde la autoproclamación de Trump como nominado expone las tensiones geopolíticas y mediáticas.
La nominación, promovida por congresistas republicanos como Buddy Carter y respaldada por Pakistán, parece más un ejercicio de autopromoción que un reconocimiento genuino.
En redes sociales, como X, las reacciones son polarizadas: partidarios de Trump celebran el “logro” con hashtags como #TrumpForPeace, mientras críticos lo tildan de “cínico” y “absurdo”, citando su historial belicista.
Trump prometió evitar “guerras eternas” tras su victoria en 2024, pero autorizó ataques a instalaciones nucleares iraníes el pasado sábado, usando B-2 y misiles Tomahawk. Este acto contradice su discurso, y el supuesto “acuerdo de alto el fuego” con Irán, presentado como mérito, ya muestra fisuras, según posts en X que reportan nuevos enfrentamientos.
La nominación parece un intento de blanquear su imagen tras decisiones controvertidas.
El Nobel de la Paz, históricamente un bastión de humanitarismo, ha perdido brillo. La entrega a Barack Obama en 2009, sin resultados concretos en paz, marcó un precedente de devaluación. Nominar a Trump, conocido por su retórica agresiva y políticas antiinmigrantes, refuerza la idea de que el premio se ha convertido en una herramienta de legitimación política. En X, usuarios ironizan: “¿El Nobel para Trump? ¡Solo falta nominar a Kim Jong-un por sus sonrisas!”.
Esta percepción se agrava por el contexto: el ataque a Irán, justificado por la supuesta inminencia de una bomba nuclear, evoca el engaño de Irak en 2003 bajo Bush, cuestionando la transparencia de EEUU.
Los méritos alegados incluyen el “acuerdo de alto el fuego” y su giro diplomático con Corea del Norte en 2018-2019, aunque este último colapsó. Sin embargo, su intervención en Irán, alineada con Israel, sugiere una agenda de poder más que de paz. En redes, analistas como
@GeoPoliticaMX destaca que la nominación coincide con la presión de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense ante China y Rusia, aliados cautelosos de Irán.
La posibilidad de que Donald Trump reciba el Premio Nobel de la Paz, pese a su retórica de combate y confrontación, plantea un dilema ético y simbólico que erosiona la esencia del galardón. Este escenario no solo reflejaría una devaluación histórica del premio, sino que legitimaría una narrativa donde el poder y la autopromoción prevalecen sobre los principios humanitarios que han definido a figuras como Mandela o la Madre Teresa.
Si el Nobel cae en manos de un líder cuya trayectoria contradice la paz, el desafío será redescubrir su propósito original, promoviendo un diálogo global que priorice la humanidad sobre la hegemonía. Solo así se podrá contrarrestar la ironía de un mundo al revés, donde la confrontación se corona como virtud.
MUNDO
Sensacionalismo mediático: Alimentando el miedo a una Tercera Guerra Mundial

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
El sábado pasado, el mundo despertó con la noticia de que Estados Unidos bombardeó instalaciones nucleares cerca de Teherán, utilizando bombarderos furtivos B-2, bombas antibúnker GBU-57 y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos y destructores.
Este ataque a tres puntos estratégicos intensificó la tensión global en un contexto ya marcado por la incertidumbre del gobierno de Donald Trump. Sus políticas, desde aranceles arbitrarios hasta conflictos comerciales con aliados como México y Canadá, han generado inestabilidad, amplificada por medios sensacionalistas que, a través de redes sociales, alimentan el miedo a una tercera guerra mundial entre audiencias influenciables.
El conflicto comenzó con ataques israelíes contra Irán, basados en la supuesta inminencia de una bomba nuclear iraní. Irán respondió impactando misiles en el complejo militar Kirya en Tel Aviv, exponiendo la vulnerabilidad del sistema defensivo israelí, incluida su Cúpula de Hierro.
Trump, alineándose con Israel, decidió intervenir sin pruebas claras que justifiquen la acción, evocando el precedente de George W. Bush, quien en 2003 invadió Irak con falsas acusaciones sobre armas de destrucción masiva. Esta repetición de tácticas imperiales para preservar la hegemonía estadounidense genera escepticismo global. ¿Quién confía en Trump, cuya facilidad para distorsionar la verdad es bien conocida?
Tras ganar las elecciones en noviembre de 2024, Trump prometió evitar “guerras eternas”, pero su retórica belicosa, incluyendo amenazas contra el líder supremo iraní Ali Khamenei, contradice esa postura. Su decisión arriesga un conflicto de consecuencias impredecibles, especialmente si Irán contraataca bases estadounidenses en la región.
Los medios sensacionalistas, amplificados por plataformas digitales, convierten esta crisis en un espectáculo de paranoia, presentando el conflicto como el preludio de una guerra global. Sin embargo, un análisis racional sugiere que las condiciones para una escalada de esa magnitud son limitadas, particularmente por la postura de China y Rusia, aliados históricos de Irán.
CHINA: CAUTELA ESTRATÉGICA
China ha optado por posicionarse como mediador, proyectando una imagen de actor responsable en la escena global. Los aviones chinos detectados rumbo a Irán probablemente buscaban evacuar personal, no brindar apoyo militar. Una guerra prolongada elevaría los precios del petróleo, afectando la economía china, que depende de la estabilidad energética.
Pekín podría recurrir a presión diplomática o sanciones económicas contra Estados Unidos, pero una intervención militar es improbable, dado el riesgo de desestabilizar sus relaciones con Occidente. Los medios sensacionalistas, sin embargo, exageran el rol de China, generando temor infundado entre quienes consumen titulares alarmistas sin cuestionarlos.
RUSIA: OPORTUNISMO LIMITADO
Rusia, enfrascada en su conflicto con Ucrania, ve en la crisis una oportunidad para distraer a EEUU y debilitar su apoyo a Kiev. Sin embargo, su respaldo a Irán ha sido mínimo, sin evidencia de asistencia militar directa. Moscú podría negociar beneficios, como alivio en sanciones por Ucrania, a cambio de mantenerse al margen. Aunque podría ofrecer inteligencia o logística a Irán si el conflicto escala, una intervención activa es poco probable.
Los titulares que predicen una coalición Rusia-Irán son exageraciones mediáticas que alimentan la paranoia de una guerra global, ignorando los cálculos estratégicos de Moscú.
FACTORES QUE LIMITAN LA ESCALADA
Irán ha advertido que la intervención de EE. UU. podría desencadenar una “guerra total”, pero su capacidad militar está mermada tras los ataques israelíes a sus defensas aéreas y sitios nucleares. China y Rusia priorizan su estabilidad interna y económica, evitando un enfrentamiento directo con EE. UU. e Israel. Ambos países podrían buscar influencia mediante soluciones diplomáticas, no militares. Los medios sensacionalistas, sin embargo, capitalizan el miedo, magnificando la amenaza y omitiendo el contexto geopolítico que desinfla la narrativa de una guerra mundial inminente.
IMPLICACIONES PARA MÉXICO
Para México, el conflicto tiene repercusiones económicas y políticas significativas. Un aumento en los precios del petróleo por la guerra beneficiaría temporalmente a Pemex, pero elevaría los costos de combustibles, impactando la inflación y el bienestar de los mexicanos. Además, la presión de EEUU para alinear a México en su agenda podría complicar la política de no intervención del país, un principio histórico de su diplomacia.
La intervención de Estados Unidos en Irán es un movimiento arriesgado de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense, sin evidencia sólida que lo respalde. Los medios sensacionalistas, amplificados por redes sociales, convierten esta crisis en un espectáculo de miedo, exagerando las probabilidades de una tercera guerra mundial y generando paranoia entre audiencias poco críticas.
China y Rusia, con posturas cautelosas, difícilmente escalarán militarmente, optando por maniobras diplomáticas para proteger sus intereses. En México, el conflicto amenaza con impactos económicos y diplomáticos, lo que exige un periodismo responsable que desmantele el alarmismo y fomente un análisis racional.
La ciudadanía merece información veraz, no narrativas que lucren con el temor.
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