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MUNDO

Inteligencia Artificial, ¿amenaza o herramienta?

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En 8 meses penetró a ¼ del mercado en EEUU

Por Mario Avila //

Mientras que la electricidad tardó 46 años en llegar al 25% de la población en los Estados Unidos; el teléfono tardó en 35 años en llegar al 25% de la población; la radio duró 31 años en cubrir a uno de cada cuatro habitantes; la televisión 26 años en lograr este crecimiento; a la computadora personal le llevó 16 años; el teléfono celular tardó 13 años y a la web le llevó 7 años en cubrir una cuarta parte del mercado de los EU, la inteligencia artificial simplemente tardó 8 meses… en 8 meses penetró en más de 100 millones de personas en este país estadounidense y a nivel mundial son más de 100 000,000 de usuarios que la aprovechan.

De ello habló Carlos Iván Moreno Arellano, director general de la Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara, al inaugurar, con la representación del rector general de la UdeGF, Ricardo Villanueva, la sexta edición de Sublime 2024 bajo el lema: “La inteligencia artificial generativa en las industrias creativas”.

Carlos Iván Moreno, a la vez uno de los nueve aspirantes a la Rectoría General de la UdeG, planteó que la inteligencia artificial está transformando absolutamente a todas las industrias y no solo eso, “también está impactando en nuestra democracia, en la economía y en la forma de relacionarnos como seres humanos”, expuso en el acto inaugural efectuado en el complejo cultural Santader de la udeG.

Por su parte, Gabriel Torres Espinoza, director general del Sistema Universitario de Radio, Televisión y Cinematografía (SURTyC) de la UdeG y presidente de la Asociación Jalisciense de Industrias Creativas (AJIC), planteó que la inteligencia artificial, lejos de ser vista como una amenaza, se está convirtiendo en una herramienta poderosa para potenciar nuestras capacidades expandir nuestras fronteras creativas y generar nuevos modelos de negocio.

Como anfitrión del evento, el doctor Gabriel Torres, expuso: “Aquí están quienes se dedican a la animación, a los videojuegos, al cine digital y a los efectos visuales las industrias creativas digitales”.

Y durante la presentación y la salutación de los invitados especiales, fue singularmente amable con los tres aspirantes presentes, a la rectoría general de la UdeG. De Carlos Iván Moreno dijo: “Acaba de organizar un evento hermano, con un enfoque en la educación que se llama Innova Forum, que trajo la discusión en torno a la innovación en materia educativa y en el uso de las herramientas de la inteligencia artificial creativa en la educación”.

Del rector del CUCEA, planteó: “Mi amigo Gustavo Padilla, gracias por estar y acompañarnos en todas las actividades del Sistema Universitario de Radio y televisión que también está directamente involucrado en esta producción”.

Mientras que a la rectora del CUALTOS, expuso: “La doctora Karla Planter, quién viene configurando desde hace dos años el programa FIL Pensamiento, nos complace que se acerque a Sublime para ver qué podemos hacer las industrias creativas digitales dentro del programa académico FIL, donde deberían de tener un espacio importante porque es un tema que hay que seguir discutiendo analizando y reflexionando”.

Y remató con un mensaje sobre Sublime: “Este sector es un motor de cambio, es una fuente inagotable de crecimiento y hoy más que nunca Jalisco está en el epicentro de esta transformación, con una serie de eventos que lo colocan como el espacio natural de la reflexión, en este proceso de cambio tecnológico, de los dilemas éticos respecto de la utilización de estas herramientas y también de la transformación del empleo y de los esquemas de producción”.

En su oportunidad Antonio Lancaster Jones presidente del Consejo de Cámaras Industriales del Estado de Jalisco, hizo saber que en los últimos seis años, la exportación de la industria creativa ha crecido 26% y precisó que está creciendo más que la industria tradicional”.

Sublime 2024, es el sitio para analizar el futuro de la IA en las industrias creativas y se trata de uno de los sectores productivos con más potencial económico gracias a la ayuda de la Inteligencia Artificial
El panorama de las industrias creativas y el uso de estas tecnologías es el eje central del encuentro Sublime 2024, que del 14 al 16 de octubre se convertirá en un foro con talleres, paneles, proyecciones y conferencias en la Cineteca FICG del Centro Cultural Universitario (CCU).

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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MUNDO

Tolerancia en tiempos de algoritmos

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– Opinión, por Miguel Anaya

¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.

En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.

¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.

El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.

He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).

La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.

Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.

La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.

El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.

Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.

Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.

En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.

El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.

Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.

Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.

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MUNDO

De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

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– A título personal, por Armando Morquecho Camacho

En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.

México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.

Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.

El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.

La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.

No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.

Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.

No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.

Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.

Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.

No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.

El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.

Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.

Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.

Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.

Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.

México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.

No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.

Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.

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