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MUNDO

La agenda globalista del gran poder: Davos, dos caminos para el mundo

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Por Lorenzo Carrasco //

(MSIa Informa). La reunión anual de este año del Foro Económico Mundial (WEF), el famoso Foro de Davos (25-29 de enero), tuvo que realizarse de forma virtual, debido a la pandemia de Covid-19. El tema principal fue el “Gran Reset” (aquí mantenemos esta expresión, en lugar de la literal “Gran Reinicio”), un pretendido capitalismo globalizado más humanitario, el llamado “capitalismo conveniente a las partes interesadas” (stakeholder capitalism, en inglés).

El fundador y presidente del WEF, Klaus Schwab, así define al capitalismo conveniente a las partes interesadas: “Es una forma de capitalismo en que las empresas no solamente optimizan las ganancias de corto plazo para los accionistas, sino que buscan una creación de valor a largo plazo, tomando en cuenta las necesidades de todas las partes interesadas y de la sociedad como un todo (WEF, 22 de enero de 2011)”.

Más adelante, explica:

La característica más importante del modelo del capitalismo conveniente a las partes interesadas es que los desafíos de nuestro sistema son, ahora, claramente globales. Economías, sociedades y el medio ambiente están más estrechamente vinculados entre sí de lo que hace 50 años. El modelo que presentamos aquí es, por lo tanto, fundamentalmente global por naturaleza, así como las dos partes primarias interesadas.

«Esto vale, por encima de todo, para el planeta. La salud del planeta, ahora lo sabemos, es dependiente no solamente de decisiones individuales y nacionales, sino de la suma de las decisiones tomadas por actores de todo el mundo. Por tanto, si quisiéramos salvaguardar al planeta para las futuras generaciones, cada parte interesada necesitará asumir la responsabilidad por su parte en la tarea (…) Así, el planeta es el centro del sistema económico global y su salud debería ser optimizada en las decisiones tomadas por todas las demás partes interesadas. (…) La misma interconectividad puede observarse para las personas que viven en el planeta.

El bienestar de las personas en una sociedad afecta a las de otras, y cabe a todos nosotros como ciudadanos globales (sic) optimizar el bienestar de todos. El fracaso en esto recaerá, inevitablemente, sobre nosotros». En apariencia, preocupaciones nobles y relevantes. El diablo, como de costumbre, está en los detalles.

Como lo hemos resaltado, las elites “globalistas” de Davos pretenden usar la situación de emergencia creada por la pandemia para acelerar la implementación de tal agenda, cuyo objetivo es subordinar las actividades productivas en general, a criterios de “sustentabilidad” y “neutralidad de carbono”, los nuevos indicadores seleccionados para arbitrar las iniciativas y políticas de desarrollo, principalmente, en las economías emergentes.

¿Y quién definirá tales criterios? Entidades creadas ad hoc para la función, a ejemplo de las agencias de clasificación de riesgo que respaldan las negociaciones con títulos de deudas públicas y corporativas, varias de ellas ya en funcionamiento.

Como lo enfatizó, en una sesión dedicada al tema, el ejecutivo en jefe del mega-fondo de gestión de activos BlackRock, Laurence Fink: “Necesitaremos de 50 billones de dólares en inversiones para llegar a un mundo de emisiones líquidas cero (de carbono). En la medida en que más empresas divulguen sus informes y tengamos mejores datos en cada nivel corporativo, seremos capaces de equiparar y personalizar los portafolios. Esto hará la diferencia entre las compañías que serán exitosas y las que no lo serán. (WEF, 26 de enero de 2021).”

Más allá de la jerga financiera, el mensaje es claro: las empresas que no se sujeten a los requisitos de “sustentabilidad”, viendo hacia el utópico mundo de “emisiones liquidas cero”, se excluirán del Admirable Mundo Nuevo idealizado por los comensales virtuales de Davos. Y el mismo argumento vale para los países que insisten en restringir sus opciones de desarrollo a los flujos financieros internacionales, más allá de no articularse para neutralizar los impactos políticos y económicos de tal agenda exclusivista, cuyo principal efecto será el de profundizar las mismas desigualdades que aquellos potentados globales dicen combatir.

El contraste con esta visión utópica (distópica sería un mejor adjetivo) está representada por los líderes de los dos países que encabezan los cambios en curso del orden del poder mundial, para dejar atrás la hegemonía y confrontación y emprender otro orden hacia el multilateralismo y cooperación, el presidente chino Xi Jinping y su colega ruso Vladimir Putin.

El mensaje de Pekín: “La perspectiva equivocada de antagonismo y de confrontación, sea en la forma de Guerra Fría, guerra caliente, guerra comercial o guerra tecnológica, acabaría por perjudicar los intereses de todos los países (…) Las diferencias, en sí, no son causa de alarma. Lo que es alarmante es la arrogancia, el prejuicio y el odio”.

Y la definición práctica de multilateralismo: “(…) Tener las cuestiones internacionales resueltas mediante consultas, y el futuro del mundo decidido conjuntamente por todos. (…) Empobrecer al vecino, ganar con la autosuficiencia y deslizarse hacia el arrogante aislacionismo, siempre levará al fracaso (Asia Times, 26 de enero de 2021)”.

El discurso del líder del Kremlin fue una máster clase sobre principios civilizatorios:

Una vez más, quiero enfatizar mi tesis de que los problemas socioeconómicos acumulados son la causa fundamental del crecimiento global inestable. (…)

Está claro que el mundo no puede seguir alimentando una economía que beneficiará solamente a un millón de personas. Este es un precepto destructivo. Este modelo está desequilibrado por definición. Los recientes acontecimientos, incluyendo las crisis migratorias, reafirman esto nuevamente. (…)

Obviamente, la era vinculada a los intentos de construir un mundo centralizado y unipolar se acabó. Para ser honesto, ella ni siquiera comenzó. Se hizo un mero intento en esa dirección, pero, ahora, esto también es historia. La esencia de este monopolio va contra la diversidad cultural e histórica de nuestra civilización (…)

Todos sabemos que, en la historia del mundo, la competencia y rivalidad entre países nunca cesó, ni está cesando y nunca cesará. Las diferencias y un choque de intereses también son naturales para un cuerpo bien complicado como la civilización humana. Sin embargo, en momentos críticos, esto no le impidió reunir sus esfuerzos –al contrario, la unió en los destinos más importantes de la humanidad. Yo creo que este el período que vivimos hoy. (Kremlin, 27 de enero de 2021)”.

Viabilizar esta perspectiva, en una generación o poco más, es el gran desafío verdadero que la humanidad confronta, no las amenazas artificiales o distorsionadas del proverbial “Hombre de Davos”.

N. dos E.-Una discusión de fondo sobre el “Gran Reset” se encuentra en el canal “Conversa ao Pé do Radio” de Rubén Gonzalez, con la participación del periodista Lorenzo Carrasco y el politólogo Felipe Quintas. (En portugués) (https://youtube.com/watch?v=gDHHMN2ev-s&feature=youtu.be).

(Foto: Mikhail Klimentiev/Sputniknews)

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MUNDO

Rechaza ser deportado Hernán Bermúdez Requena de Paraguay

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Por Francisco Junco

Hernán Bermúdez Requena, el ex secretario de Seguridad Pública, nombrado por el entonces Gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, ahora senador de la República, rechazó ser extraditado a México.

Durante la audiencia inicial, donde un juez dictó prisión preventiva, se le ofreció la extradición voluntaria, pero Bermúdez Requena, presunto líder del cartel de “La Barredora”, no aceptó.

Ahora se iniciará un proceso ordinario, que podría tardar hasta 60 días, en tanto, Bermúdez Requena, continuará bajo la custodia de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay.

En tanto, en México se informó que la Fiscalía General de la República ya presentó la solicitud de extradición contra Hernán Bermúdez Requena al gobierno guaraní.

“El Abuelo” o “El Comandante H”, como se le conoce al exfuncionario del gobierno del morenista Adán Augusto López en Tabasco, e identificado como el presunto líder del Cártel de “La Barredora”, fue detenido la madrugada del sábado, en Paraguay, en una residencia ubicada en la zona exclusiva de Marino Roque Alonso, donde permanecía escondido.

Este fin de semana, el presidente Santiago Peña, dio a conocer, en un pequeño video de 45 segundos, cómo fue el arresto de Bermúdez Requena.

En las imágenes, primero se ven aspectos de la residencia, se ve cómo las fuerzas especiales, revisaron la finca y derribaron la puerta, suben una escalera y someten a ex secretario de seguridad, lo encañonaron y lo tiraron al suelo, donde lo tenían sometido, bocabajo y un elemento le pone un pie en la espalda.

Después, el presunto líder de La Barredora, quien cuenta con una ficha roja activa de la Interpol, aparece sentado en un sillón con ropa deportiva, pelo más largo y canoso, barba larga.

Cuenta con una orden de captura en México por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés.

En el video, se muestra que en la residencia, donde permanecía escondido, había fajos de dólares y guaraníes, moneda uruguaya, así como joyas, tarjetas bancarias, identificaciones y una camioneta de alta gama.

Manuel Doltane, titular de Asuntos Internacionales de la Fiscalía de Paraguay, reveló que Bermúdez, entró de manera ilegal al país.

Y es que en febrero de este año, después de hacer pública la orden de aprehensión en su contra, el ex funcionario estatal huyó del país.

De acuerdo con las autoridades, viajó primero a Panamá, después a España, más tarde a Brasil, para terminar en Paraguay.

En medios locales del país sudamericano, como el diario ABC, informaron que la detención del ex funcionario de Adán Augusto López, se logró, gracias a que en el mes de julio se detuvo a Gerardo Bermúdez Arreola, sobrino del presunto líder de “La Barredora”.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU

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Primer Informe de Gerardo Quirino en Tlajomulco: Un gobierno siempre cerca, que escucha, atiende y resuelve

Charros se quedó sin gas: Diablos, digno campeón

Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

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MUNDO

Tolerancia en tiempos de algoritmos

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– Opinión, por Miguel Anaya

¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.

En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.

¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.

El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.

He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).

La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.

Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.

La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.

El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.

Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.

Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.

En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.

El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.

Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.

Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.

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