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MUNDO

La cronología de la humanidad: El tiempo que vivimos y su incongruente medición

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Por Remberto Hernández Padilla //

En el tiempo de la cibernética y de la alta matemática vivimos días, meses y años, que en el mundo y en las razas se manifiestan en diferencias para unos y para otros. Y, son muchas las incongruencias que vivimos refiriéndonos al tiempo.

En el calendario actual existen meses de 28, 29, 30 y 31 días. El mes ocho: octubre, lo referimos como diez; nueve; noviembre, como once y diez: diciembre como doce.

La historia de los pueblos nos ilustra al informarnos que la humanidad ha vivido varias eras: la de la creación del mundo, la judía, la de Constantinopla, la de Mahoma y la cristiana; y cada una de ellas ha tenido varias formas de contabilizar el tiempo, desde los calendarios lunares, los unisolares y hasta los solares.

A los periodos regidos por los emperadores romanos, que imponían la cuenta de su propio tiempo de mando vino el Calendario Juliano que, por muchos años, influyó en gran parte de la humanidad; sin embargo, ésta medición del tiempo quedó fuera de la realidad, porque abarcaba un tiempo ligeramente diferente al del año solar; la diferencia se hizo grande en el transcurso de los años.

EL “DOMINIO” DE LA ERA CRISTIANA

Y, para establecer el orden, el Papa Gregorio XIII convocó a una comisión y asignó la tarea al jesuita Dionisio “el exiguo” para que hiciera los “ajustes” necesarios tomando como base el año del nacimiento de Jesucristo. Ese nuevo calendario denominado “Gregoriano” determinó suprimir diez días del Calendario Juliano, por lo que: del jueves 4 de octubre de 1582, le siguió el viernes 15. Pero, con el tiempo se constató que el nuevo calendario no era muy preciso, pues teniendo en cuenta los datos de la Biblia, y que Herodes murió en la Pascua (28 de marzo) del año 750 de Roma, aparece indudable que el nacimiento de Jesús ocurrió cuatro o cinco años, por lo menos, antes del primer año fijado como de la “Era Cristiana”. Entonces bien podemos concluir en que Jesucristo no nació en el año que nos dicen, ni nació un 25 de diciembre. Las referencias bíblicas (Lucas 1:26 y 2:8) nos dan la idea general de que el hombre más grande que haya dado la humanidad nació aproximadamente en la segunda quincena del mes que ahora conocemos como octubre.

EL CALENDARIO GREGORIANO

Se supone que el Calendario Gregoriano comenzó con el año del nacimiento de Jesucristo, mismo que se implantó, lentamente, “pues hubo necesidad de recurrir a la fuerza pública para imponer su empleo”; países como Inglaterra tardó 200 años en hacerlo oficial y, Rusia lo implementó hasta el año 1918. Con el transcurso de los años, varios países, entre ellos México, se rigen por esa forma de contar el tiempo que tomó el nombre genérico de calendario civil.

Todos sabemos que más de la mitad de los habitantes del planeta no tienen la misma forma de contabilizar el tiempo, de la misma manera que lo hacemos nosotros; ante ello hemos de reconocer que no existe una cronología mundial, dado que los chinos, los musulmanes, los hindúes y otros pueblos del planeta, no viven el tercer milenio, ni el año 2019. Sin embargo, esos pueblos, por necesidades de religión, comercio, política y otros menesteres, ajustan sus propios calendarios al que domina mundialmente, que es el que a nosotros nos rige: el Calendario Gregoriano.

ESTAMOS SUJETOS AL TIEMPO MARCADO POR LOS RELOJES

“Uno de los inventos más trascendentes para la humanidad, y que prácticamente ha pasado inadvertido, y sin específico reconocimiento es el del reloj”. Nos refiere Jacques Attali, en su interesante libro “Historia del Tiempo” del Fondo de Cultura Económica en donde nos dice que: “Con el uso los relojes, los hombres pueden emplear todos los momentos necesarios en los trabajos. El hombre arregla, mediante ellos, la hora del trabajo y la del reposo, la de su comida y de su sueño. Y, por esa afortunada distribución del tiempo, la sociedad misma camina como un reloj, y forma, cuando está bien organizada, una especie de engranaje cuyos movimientos sucesivos son los trabajos de todos los miembros que la constituyen”.

CONTABILIZAMOS EL TIEMPO EN FORMA INCONGRUENTE

En la actualidad vivimos meses incongruentes de 28, 29, 30 y 31 días. También nos referimos a los nombres de varios meses en forma errónea, veamos: octubre, que en su etimología y traducción quiere decir ocho, lo contamos como diez; noviembre, que quiere decir nueve, lo contamos como once; y diciembre que quiere decir diez, lo contamos como doce. En fin, son muchas las incongruencias con las que viven y contabilizan el tiempo la mayoría de países del mundo.

Y, a propósito: el año 2020 será “Año Bisiesto”, esto es: que tendrá 366 días.

ADENDA PARA EL BUEN ENTENDEDOR:

Bien se puede afirmar que “los grandes secretos de la humanidad no se pueden trasmitir al pueblo-pueblo en forma directa, sino en forma de alegorías”. Es así que un conocedor de la religión católica nos habla de ciencia y religión, de los códigos ocultos y las organizaciones secretas. Con este antecedente bien vale la pena que en estos días de Navidad y fin de año todos leamos ese inquietante libro que se convirtió en un Best Séller: “El Código Da Vinci”.

¡Ah! si aceptamos la reflexión referida al principio del presente artículo entonces estaríamos viviendo el año 2024, y no el 2019 como nos lo refieren los calendaristas que cuentan el tiempo mediante el denominado Calendario Gregoriano, que en medición debería volverse a ajustar para que sea “congruente con la realidad que vivimos”; sin embargo, debemos de aceptar que “la costumbre hace ley” aunque esté equivocada.

*Remberto Hernández Padilla es Premio Nacional de Periodismo 2019.

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MUNDO

Nominar a Trump, la devaluación del Premio Nobel de la Paz

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

¿Hay similitudes entre Donald Trump, la Madre Teresa y Nelson Mandela?

La pregunta, lanzada con sarcasmo por un colega, apuntaba a la reciente nominación de Trump al Premio Nobel de la Paz. La respuesta: Trump podría unirse a este selecto grupo.

La idea me dejó atónito. ¿Ha caído tan bajo la credibilidad de este galardón como para premiar a un líder cuya retórica se nutre de confrontación, cuya política persigue a migrantes y carece de un ápice de humanismo?

Hoy martes este debate resuena mientras el mundo observa el conflicto Israel-Irán, donde la autoproclamación de Trump como nominado expone las tensiones geopolíticas y mediáticas.

La nominación, promovida por congresistas republicanos como Buddy Carter y respaldada por Pakistán, parece más un ejercicio de autopromoción que un reconocimiento genuino.

En redes sociales, como X, las reacciones son polarizadas: partidarios de Trump celebran el “logro” con hashtags como #TrumpForPeace, mientras críticos lo tildan de “cínico” y “absurdo”, citando su historial belicista.

Trump prometió evitar “guerras eternas” tras su victoria en 2024, pero autorizó ataques a instalaciones nucleares iraníes el pasado sábado, usando B-2 y misiles Tomahawk. Este acto contradice su discurso, y el supuesto “acuerdo de alto el fuego” con Irán, presentado como mérito, ya muestra fisuras, según posts en X que reportan nuevos enfrentamientos.

La nominación parece un intento de blanquear su imagen tras decisiones controvertidas.

El Nobel de la Paz, históricamente un bastión de humanitarismo, ha perdido brillo. La entrega a Barack Obama en 2009, sin resultados concretos en paz, marcó un precedente de devaluación. Nominar a Trump, conocido por su retórica agresiva y políticas antiinmigrantes, refuerza la idea de que el premio se ha convertido en una herramienta de legitimación política. En X, usuarios ironizan: “¿El Nobel para Trump? ¡Solo falta nominar a Kim Jong-un por sus sonrisas!”.

Esta percepción se agrava por el contexto: el ataque a Irán, justificado por la supuesta inminencia de una bomba nuclear, evoca el engaño de Irak en 2003 bajo Bush, cuestionando la transparencia de EEUU.

Los méritos alegados incluyen el “acuerdo de alto el fuego” y su giro diplomático con Corea del Norte en 2018-2019, aunque este último colapsó. Sin embargo, su intervención en Irán, alineada con Israel, sugiere una agenda de poder más que de paz. En redes, analistas como

@GeoPoliticaMX destaca que la nominación coincide con la presión de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense ante China y Rusia, aliados cautelosos de Irán.

La posibilidad de que Donald Trump reciba el Premio Nobel de la Paz, pese a su retórica de combate y confrontación, plantea un dilema ético y simbólico que erosiona la esencia del galardón. Este escenario no solo reflejaría una devaluación histórica del premio, sino que legitimaría una narrativa donde el poder y la autopromoción prevalecen sobre los principios humanitarios que han definido a figuras como Mandela o la Madre Teresa.

Si el Nobel cae en manos de un líder cuya trayectoria contradice la paz, el desafío será redescubrir su propósito original, promoviendo un diálogo global que priorice la humanidad sobre la hegemonía. Solo así se podrá contrarrestar la ironía de un mundo al revés, donde la confrontación se corona como virtud.

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Sensacionalismo mediático: Alimentando el miedo a una Tercera Guerra Mundial

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

El sábado pasado, el mundo despertó con la noticia de que Estados Unidos bombardeó instalaciones nucleares cerca de Teherán, utilizando bombarderos furtivos B-2, bombas antibúnker GBU-57 y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos y destructores.

Este ataque a tres puntos estratégicos intensificó la tensión global en un contexto ya marcado por la incertidumbre del gobierno de Donald Trump. Sus políticas, desde aranceles arbitrarios hasta conflictos comerciales con aliados como México y Canadá, han generado inestabilidad, amplificada por medios sensacionalistas que, a través de redes sociales, alimentan el miedo a una tercera guerra mundial entre audiencias influenciables.

El conflicto comenzó con ataques israelíes contra Irán, basados en la supuesta inminencia de una bomba nuclear iraní. Irán respondió impactando misiles en el complejo militar Kirya en Tel Aviv, exponiendo la vulnerabilidad del sistema defensivo israelí, incluida su Cúpula de Hierro.

Trump, alineándose con Israel, decidió intervenir sin pruebas claras que justifiquen la acción, evocando el precedente de George W. Bush, quien en 2003 invadió Irak con falsas acusaciones sobre armas de destrucción masiva. Esta repetición de tácticas imperiales para preservar la hegemonía estadounidense genera escepticismo global. ¿Quién confía en Trump, cuya facilidad para distorsionar la verdad es bien conocida?

Tras ganar las elecciones en noviembre de 2024, Trump prometió evitar “guerras eternas”, pero su retórica belicosa, incluyendo amenazas contra el líder supremo iraní Ali Khamenei, contradice esa postura. Su decisión arriesga un conflicto de consecuencias impredecibles, especialmente si Irán contraataca bases estadounidenses en la región.

Los medios sensacionalistas, amplificados por plataformas digitales, convierten esta crisis en un espectáculo de paranoia, presentando el conflicto como el preludio de una guerra global. Sin embargo, un análisis racional sugiere que las condiciones para una escalada de esa magnitud son limitadas, particularmente por la postura de China y Rusia, aliados históricos de Irán.

CHINA: CAUTELA ESTRATÉGICA
China ha optado por posicionarse como mediador, proyectando una imagen de actor responsable en la escena global. Los aviones chinos detectados rumbo a Irán probablemente buscaban evacuar personal, no brindar apoyo militar. Una guerra prolongada elevaría los precios del petróleo, afectando la economía china, que depende de la estabilidad energética.

Pekín podría recurrir a presión diplomática o sanciones económicas contra Estados Unidos, pero una intervención militar es improbable, dado el riesgo de desestabilizar sus relaciones con Occidente. Los medios sensacionalistas, sin embargo, exageran el rol de China, generando temor infundado entre quienes consumen titulares alarmistas sin cuestionarlos.

RUSIA: OPORTUNISMO LIMITADO
Rusia, enfrascada en su conflicto con Ucrania, ve en la crisis una oportunidad para distraer a EEUU y debilitar su apoyo a Kiev. Sin embargo, su respaldo a Irán ha sido mínimo, sin evidencia de asistencia militar directa. Moscú podría negociar beneficios, como alivio en sanciones por Ucrania, a cambio de mantenerse al margen. Aunque podría ofrecer inteligencia o logística a Irán si el conflicto escala, una intervención activa es poco probable.

Los titulares que predicen una coalición Rusia-Irán son exageraciones mediáticas que alimentan la paranoia de una guerra global, ignorando los cálculos estratégicos de Moscú.

FACTORES QUE LIMITAN LA ESCALADA
Irán ha advertido que la intervención de EE. UU. podría desencadenar una “guerra total”, pero su capacidad militar está mermada tras los ataques israelíes a sus defensas aéreas y sitios nucleares. China y Rusia priorizan su estabilidad interna y económica, evitando un enfrentamiento directo con EE. UU. e Israel. Ambos países podrían buscar influencia mediante soluciones diplomáticas, no militares. Los medios sensacionalistas, sin embargo, capitalizan el miedo, magnificando la amenaza y omitiendo el contexto geopolítico que desinfla la narrativa de una guerra mundial inminente.

IMPLICACIONES PARA MÉXICO
Para México, el conflicto tiene repercusiones económicas y políticas significativas. Un aumento en los precios del petróleo por la guerra beneficiaría temporalmente a Pemex, pero elevaría los costos de combustibles, impactando la inflación y el bienestar de los mexicanos. Además, la presión de EEUU para alinear a México en su agenda podría complicar la política de no intervención del país, un principio histórico de su diplomacia.

La intervención de Estados Unidos en Irán es un movimiento arriesgado de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense, sin evidencia sólida que lo respalde. Los medios sensacionalistas, amplificados por redes sociales, convierten esta crisis en un espectáculo de miedo, exagerando las probabilidades de una tercera guerra mundial y generando paranoia entre audiencias poco críticas.

China y Rusia, con posturas cautelosas, difícilmente escalarán militarmente, optando por maniobras diplomáticas para proteger sus intereses. En México, el conflicto amenaza con impactos económicos y diplomáticos, lo que exige un periodismo responsable que desmantele el alarmismo y fomente un análisis racional.

La ciudadanía merece información veraz, no narrativas que lucren con el temor.

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CARTÓN POLÍTICO

El verdadero significado de «MAGA»

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