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JALISCO

Alternativas para las humanidades

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Opinión, por Fernando Plascencia //

Quien rige es el Estado, quien muchas veces marca las pautas en la sociedad, es el Estado, quien tiene la obligación de hacerlo, es el Estado. Entendemos que debemos decir no a la frase «Yo soy el Estado», pero sí al trabajo en conjunto de la sociedad organizada, la academia y la gente.

En nuestro estado —ahora sí la entidad federativa— hay una marcada pauta hacia lo comercial, el incremento exponencial de las mercancías y la atracción de inversión extranjera y muy poco hacia lo que llamaremos el desarrollo de las humanidades.

Y la gran muestra es que el gobernador ha dicho que convertirá a Jalisco en el Silicon Valley y que, además, será el motor económico del país. Y lo anterior no es una idea errónea, pero para entender eso, hay que saber de dónde viene.

El grupo dominante en el poder —porque hay herencias malditas del anterior gobernador— se reconoce de la iniciativa privada, es decir, de una casta minoritaria que dirige negocios valiosos en el estado y el país y que en nada se parece al promedio jalisciense que vive, trabaja y sueña.

A decir de ello, el gobernador y los suyos han hecho gran parte del gobierno, no solo su ambiente, sino que han llevado la narrativa de su vida de negocios a la sociedad jalisciense. Eso se ha logrado rodeado de más empresarios, a la Trump con Elon Musk.

Hace unas semanas se celebró que en Jalisco se instalará un diseño de semiconductores, aplausos, pero dónde está el programa estatal de lectura, que lleve obras, estimule y reparta títulos en municipios remotos, dónde está el centro de investigación de ciencias sociales y humanidades, uno que dé cuenta de los problemas sociales de Jalisco, porque basta de parches, y el canal que dé una verdadera difusión cultural para que no haya duda que somos un baluarte de tradiciones.

Porque uno debe suponer que los que van a lucrar con los negocios se las pueden arreglar solos, aunque la realidad y los premios Nobel de Economía, Daron Acemoglu y James Robinson, han demostrado que nunca ha sido así.

El gobierno huele a una lógica empresarial, donde sus dirigentes, tendrán la oportunidad de administrar los bienes y servicios del gobierno como si fuesen una empresa, es decir, con el máximo rendimiento posible. Eso, sin duda, puede ser deseable, porque los recursos públicos deben ser usados con responsabilidad. El problema aparece cuando cambian el lucro por el bienestar social.

Llevar la lógica empresarial a la administración pública sigue siendo debatido por mucha gente, mientras otros expertos señalan que vivimos bajo un nuevo paradigma. La visión que imponen los gobiernos es tan importante que terminará sí o sí permeada en las sociedades, el uso de los recursos públicos, la retórica oficial y toda clase de acciones.

Hoy en día somos bombardeados por publicidad —en las páginas del gobierno y medios de comunicación— sobre esta visión empresarial, pero, ¿dónde queda la contraparte? ¿Serán los gobernantes conscientes que son cómplices de llevarnos hacia un camino que en nada compagina con la sociedad jalisciense y el deterioro de las humanidades? ¿Sabrán que los jóvenes están alejados de las humanidades como nunca antes en el estado? Por último, ¿pensarán que eso es deseable?

Los meros dolores: la violencia, la desigualdad, la corrupción, y las desapariciones no se terminarán con inversiones extranjeras, para nuestra desgracia. Que quede cubierta la inversión; tendrá que verse reflejada en números de empleos mejor remunerados, mayor capacidad adquisitiva, reducción de la tasa de desempleo, pero lo que no tenemos cómo cubrir es la lucha contra las peores atrocidades que ha habido en Jalisco.

Viene al caso más que nunca romper con ese adormecimiento y que sí veamos a Jalisco como un motor, pero no solo económico, sino de florecimiento social y crítico, porque si por algo nos hemos distinguido es por blindar y defender a nuestro estado cuando se requiere.

Seamos capaces de ver hacia el futuro, porque el futuro no es de unos cuantos que van a vender semiconductores, ni levantar torres en playas del sur, sino también de los que, por convicción, leen poesía, investigan y las puertas cada vez están más cerradas. No lo digo yo, lo dicen los benditos números, y ni con toda la fuerza de nuestra gran universidad se podrá levantar este telón, hasta que el poder público de Jalisco quiera y encuentre cómo.

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