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Crisis cibernética: A un click de decirle adiós a la privacidad

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Cuando escuché que una agrupación denominada «Guacamayas» había orquestado un golpe en contra de la SEDENA, lo primero que vino a mi mente fue que un grupo de vendedores de guacamayas se había sublevado frente a elementos del ejército, despojándolos de sus armas y sometiéndolos como ya es costumbre en muchas parte de nuestro país en las que el respeto hacia las autoridades es nulo.

Pero después de investigar los hechos, para mi sorpresa no se trataba de un grupo de vendedores de una garnachas muy populares en El Bajío, sino que realmente se trataba de un grupo de hackers que tuvo la capacidad de esquivar los filtros de seguridad cibernéticos de una de las secretarías más importantes del país para extraer de sus servidores 6 terabytes de información tan sensible como el famoso Gonzalo, aficionado de las Chivas del Guadalajara que fue captado llorando desconsoladamente en los pasillos de un estadio tras la derrota de su equipo en una final de la extinta Copa MX.

La noticia me sorprendió demasiado, y hasta la fecha la información que se ha difundido después de este incidente me ha dejado aún más sorprendido, pero al mismo tiempo, este evento tan delicado que hasta cierto punto pone en riesgo varios aspectos relacionados a la seguridad nacional, también me ha permitido reflexionar bastante sobre la agenda legislativa.

Pero primero que nada, para dimensionar el golpe cibernético que sufrió la SEDENA, debemos entender que 1 solo terabyte de almacenamiento, equivale a 1000 gigabytes, cifra que por sí sola equivale a un sinfín de información, sobre todo si tomamos en cuenta que muchas personas, incluyendo su servidor, simplemente no hemos podido ocupar ni la mitad del almacenamiento de nuestros celulares de 64 gigabytes.

Ahora bien, aunque hasta cierto punto nuestras autoridades, incluyendo el Presidente, han tratado de mantener la calma frente a este evento tan delicado, minimizando su impacto y las repercusiones de éste en aspectos sensibles relacionados a la seguridad nacional, la verdad es que, por un lado, no podemos dejar que pase desapercibido, ya que nos guste o no, ha demostrado que la seguridad nacional es vulnerable y está comprometida, y por otro lado, tampoco podemos limitarnos a verlo como un simple episodio de filtración de secretos gubernamentales, ya que las repercusiones de este evento van más allá de esto.

Esto es así, en primer lugar, porque la SEDENA no es la primera Secretaría de Estado que sufre un golpe de esta naturaleza, recordemos que hace no mucho tiempo, la misma CFE también tuvo un encuentro con hackers que lograron evadir la seguridad cibernética de la dependencia, y extrajeron información valiosa relacionada a un sector de desarrollo estratégico más importantes del país.

Y en segundo lugar, éste alcanza mayor gravedad, ya que si los datos almacenados en los ordenadores de nuestras autoridades, que supongo cuentan con una gran infraestructura de seguridad cibernética para proteger información de Estado sensible como lo es la salud del mismo Presidente de la República, yo me pregunto: ¿qué tan vulnerables somos nosotros frente a ataques de esta naturaleza?

El mundo y nuestra sociedad están sometidos a un proceso de desarrollo y de avances tecnológicos impresionantes y nunca antes vistos, mismos que en algunos casos van más allá de nuestra comprensión. De hecho, este proceso de desarrollo tecnológico y de inteligencia artificial ha sido tan veloz, que algunos estudiosos de la materia aseguran que el desarrollo de nuevas tecnologías en los últimos años ha sido más acelerado que el desarrollo de nuestro propio cerebro en los últimos 80 años, es decir, desentrañar los misterios de la tecnología si pueden estar lejos de nuestra comprensión.

Ahora bien, aunque ciertamente, a diferencia de las generaciones que nos preceden, la nuestra, así como la de los más jóvenes, goza de más privilegios en cuanto a la posibilidad de acceder a información más certera, o bien, a nuevos medios capaces de brindar nuevas herramientas que les permitan potenciar sus capacidades cognitivas, la realidad es que también, vivimos en una de las generaciones más expuestas a sufrir fraudes, robos de identidad, o los ya conocidos, secuestros de información, con los que expertos malintencionados y encausados, roban la información más íntima de una persona para pedir dinero a cambio de no exponerla en todas las redes sociales.

Aunado a lo anterior, tampoco podemos dejar desapercibidos los eventos de robo de información que protagonizó Cambridge analytica, que con la colaboración de Facebook, comercializó la privacidad de miles de usuarios con fines político-electorales ligados al referéndum del Brexit en Reino Unido y a la campaña de Donald Trump en el proceso electoral del 2016.

 

Ciertamente, cuando se trata de eventos de esta naturaleza, lo más cómodo es decir que la tecnología avanza rápido y por lo tanto, no se puede prever con anticipación hacia a dónde camina para poder implementar medidas legislativas que permitan brindar seguridad no solo a las personas, sino también a los gobiernos y a la democracia misma, y mientras tanto, lo único que podemos hacer, es pensar en contraseñas más elaboradas para nuestra banca digital o para nuestras redes sociales.

Pero este dilema cibernético no solamente se trata de si nuestras contraseñas o las contraseñas de los servidores del gobierno son elevadas, tampoco se trata de que tan rápido avanza la tecnología, sino que se trata de que tanto nuestra información, como la del Gobierno, que hasta cierto punto también es nuestra, se encuentra flotando en una red a la que tienen acceso miles de personas que lo único que necesitan hacer es identificarla, para así diseñar una estrategia que les permita acceder a ella y hacer lo que se les plazca, ya sea venderla a un partido político, para robar la identidad de alguna persona, para chantajear, o bien, hasta para intentar deponer Gobiernos constitucionalmente electos y establecidos.

Así de sensible es este dilema en el que se vio en vuelto nuestro Gobierno, y en el que muchas ciudadanos también se han visto involucrados en los últimos años; y al margen de si la tecnología avanza muy rápido o no, es momento de salir de la zona de confort, de olvidarnos un rato de la regularización de los cigarros electrónicos, de pensar fuera de la caja, y de voltear a ver un tema de seguridad tanto nacional como individual, para así trabajar en la implementación de medidas legislativas que permitan modernizar no solo el concepto de seguridad, sino también, los mecanismos de protección de datos que están al alcance tanto del Gobierno, como de la ciudadanía.

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