NACIONALES
Defender a las instituciones

Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //
“Los pueblos felices no tienen sociología, tienen costumbres, instituciones y leyes.”
MOLIÈRE
Las costumbres dan forma a la sociedad, estas nacen de la constante repetición de acontecimientos, valores o comentarios. Cuando estas costumbres son reguladas, se convierten en leyes; de las leyes, si es que hay suerte o, mejor dicho, si hay personas con visión, nacen las instituciones.
El concepto de institución viene de la palabra instituir, que quiere decir establecer o fundar una cosa, especialmente un organismo de beneficio social o cultural. Las instituciones pueden ser gubernamentales, educativas, deportivas, ambientales, etc. Cuando se piensa en proyectos a largo plazo o en una obra trascendente, forzosamente recurrimos al concepto de institucionalidad.
México ha sido un país de instituciones. Si vemos los antecedentes, checaremos que en 1519 se consolidó el primer ayuntamiento de la Nueva España, para el año 1551 se fundó la primera institución educativa que fue la Real y Pontificia Universidad de México, aquí se impartían distintas especialidades con la idea de crear ciudadanos capaces de gobernar y crear una mejor comunidad.
Diversos organismos fueron creados por los criollos hasta que finalmente vino la independencia. Con la insurrección nacieron dos importantes instituciones: La Suprema Junta Nacional (conocida como la Junta de Zitácuaro) y el Congreso de Anáhuac. Posteriormente, llegó Juárez quien instituyó la educación primaria obligatoria y gratuita. En 1867 fundó la Escuela Nacional Preparatoria.
Con Porfirio Díaz se crearon instituciones culturales y de comunicación, posteriormente, al término de la revolución, con un país empobrecido y dividido tras el conflicto social, se crearon instituciones que lograron el crecimiento de nuestro país; así, en 1938 se creó PEMEX, el IMSS nació en 1943, el Infonavit en 1972, entre muchas otras. Todas están instituciones avaladas en los derechos instituidos en la carta magna.
En 1990, derivado de la polémica elección presidencial de 1988, se fundó el Instituto Electoral, esto con la idea de garantizar el respeto y la consolidación a la vida democrática del país, el clamor social era el de un pueblo ávido de elecciones transparentes, institucionalizarlas hizo que esto fuera posible.
Por su parte, el Instituto Nacional de Acceso a la Información nace en 2002 y comienza en operaciones en el año 2003. Se crea debido a otro reclamo popular: la exigencia ciudadana de tener acceso a la información de lo realizado con los recursos públicos, esos recursos que son de todos y que deben ser transparentados.
Hoy, las instituciones están en riesgo, parece que esos organismos obligados a actuar con imparcialidad son vistos como el enemigo. El INE, que funciona como el árbitro de las elecciones ciudadanas, fue presionado y su regulación cambiada con leyes inconstitucionales para satisfacer los intereses de unos cuantos.
Finalmente, por medio de insaculación el consejo del instituto fue renovado y en su dirigencia quedaron personas afines al proyecto que gobierna actualmente.
El INAI pasa por las mismas penas, estorba a algunos, esto al ser una institución por la cual los periodistas, la oposición y los ciudadanos en general obtienen la información que generalmente no quiere ser dada por aquellos que manejan los grandes presupuestos públicos. Debido al veto del presidente, el consejo para determinar sanciones y obligar a entregar información pública se encuentra acéfalo; hoy la corrupción tiene la puerta abierta.
La diferencia entre el INE y el INAI es sustancial, el ciudadano común conoce al INE, lo porta en su cartera a través de su credencial y si es una persona responsable acudirá a votar, por lo tanto, es capaz de salir a las calles para defender a esa institución; por su parte, el INAI es desconocido por muchos, sus funciones parecen lejanas al ciudadano de a pie, pero le afecta directamente. Sin INAI será más complicado pedir cuentas de aeropuertos cancelados, refinerías inoperantes o de proyectos que provocan daños ambientales.
Es imprescindible alzar la voz y cuidar a esta institución como se han cuidado a otras, la condena ante la indiferencia es la opacidad, la corrupción, el despilfarro. Defender a las instituciones es defender el progreso, la democracia y la transparencia. Sin instituciones estamos a la merced de los gobernantes en turno.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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Juan de Dios de la Torre
24 de abril de 2023 at 08:55
Tiempos lamentables mi estimado, si bien es cierto que toda institución comete errores considero un erro el ataque a estas, bastaría con corregir lo que de compruebe que está mal, para eso existen las leyes secundarias.
Mariel Hernandez
24 de abril de 2023 at 09:36
Considero que, por desgracia, una parte de la cultura se a conformado por la desinformación o la ignorancia. En los últimos tiempos el hábito de la investigación, la lectura y otras herramientas como estas son escasas, de este modo para la sociedad es más sencillo colocar a las instituciones en el ojo del huracán, buscan atacar, destruir o conseguir un bien de ellas de una manera negativa, haciendo referencia al abuso de ellas, esto aun más cuando es acompañado de la búsqueda única del bien propio.
Para las personas parece ser muy complicado de entender que al final aun todos aquellos errores dentro de estas formarán parte de las mejoras de ellas en un futuro y que aun así, las instituciones tienen como objetivo un bien común.
En ocasiones, es nula la capacidad de aceptación. La idea de aceptar que el ser humano ocasionalmente es responsable de las mismas carencias que posee, hablando de apoyo, oportunidades, mejoras y todo lo que nos ofrecen las instituciones ya que muchos hacen más por destruirlas y la importancia de esto casi nadie lo ve.