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NACIONALES

Desvergüenza

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Para caer en la desvergüenza, no necesariamente se necesita ser un sinvergüenza. Pero ambos calificativos caen redondos para categorizar a la clase política actual, principalmente la que integra la administración lopezobradorista, aunque no tiene la exclusividad.

Para la Real Academia de la Lengua Española, la desvergüenza es un dicho o hecho impúdico o insolente, mientras que un sinvergüenza es un bribón, una persona que comete actos ilegales en provecho propio o que incurre en inmoralidades.

Salvo algunas excepciones, que debiera haber, aunque para encontrarlas tuviéramos que necesitar la lámpara de Diógenes, los ejemplos que confirman que ambas condiciones privan en la administración pública y en la política nacional, pululan. Empecemos por lo más significativo.

Se necesita mucha desvergüenza para proponer como ministra de la Suprema Corte, a una persona que no tiene la capacidad, los conocimientos ni la experiencia para ocupar tan alta responsabilidad, peor, hacerlo con tal insolencia que insulta a un poder de iguales y lo más grave, demerita e impide la correcta impartición de justicia en perjuicio de los ciudadanos.

A la vez, se es un sinvergüenza si se asume el cargo a sabiendas de su incompetencia, de la inmoralidad que representa vestir una toga sin merecimientos ni conocimientos que lo sustenten justificando su ignorancia con el atrevimiento de ostentarse como ministra del pueblo.

El pueblo no juzga ni aplica leyes a no ser que se quiera la justicia de Robespierre, o sea “la aplicación inmediata de la justicia republicana (guillotina NA) con el objetivo de neutralizar a los enemigos de la república” (Wikipedia)

De igual forma, es una desvergüenza imponer como Fiscal de la Ciudad de México a un incondicional que carece del título para ocupar el puesto y son unos sinvergüenzas los que conspiran para expedirlo, registrarlo y exhibirlo en tan solo unos días, sin el sustento académico que lo soporte.

A estas notorias desvergüenzas se pueden sumar otras, como nombrar antropólogos como encargados de sistemas de salud, o agrónomos para administrar Pemex, o cobijar y proteger al autor, por comisión u omisión, del más grave y evidente latrocinio en Segalmex, ni sancionar a quien tiene responsabilidad por la muerte de decenas de migrantes en los refugios-prisión que son los albergues del INM.

Hay una gran desvergüenza en celebrar la reinauguración de la línea 12 del metro, sin hacer una sola mención a las víctimas del siniestro causado por la negligencia y la corrupción, y sin que haya una sola acusación sobre los culpables.

Es vergonzante y cínico, proclamar honestidad cuando hay una bruma densa sobre el financiamiento de su modo de vivir sin trabajar, de sus campañas y el enriquecimiento de los hijos, y los testimonios de allegados, cercanos, recibiendo dinero de dudoso origen.

Hay una gran inmoralidad en promover y anunciar violaciones flagrantes a la constitución como medidas redentoras, cuando no pasan de ser resortes electoreros para inducir percepciones de justiciero, cuando solo se exhibe a un gran demagogo.

Pero la desvergüenza recae no solo en una persona, concentradora a ultranza del poder, sino también en los sinvergüenzas que componen la caterva que integra nuestra desvergonzada clase política.

Sinvergüenzas son los diputados y senadores que aprueban leyes sin conocerlas, por consigna y abyección, como lo son los líderes de fracción que someten, presionan y cohechan para acatar la voluntad presidencial.

No escapan a esto los representantes de la oposición, mercaderes ambiciosos, protectores de sus canonjías y espacios de influencia con los que lucran, regatean y logran impunidad para la lista de sinvergüenzadas que son su historia.

Tampoco los tránsfugas de partidos que con procacidad e impudicia se asumen críticos de los institutos que les dieron oportunidad y fortuna, para abrazar idearios y liderazgos que, horas y días antes denostaban y rechazaban. Cinismo puro en una clase política compuesta por aventureros audaces carentes de consistencia ideológica con insaciable ambición.

Respetable en algunos que quieran rescatar algo de dignidad ante el abuso de dirigencias, que como en el caso del PRI, utilizan las siglas para lograr inmunidad, pero injustificable en otros guiados por la búsqueda perenne de curules o posiciones.

Tanto convivir y aceptar tal desvergüenza y descaro tiende a generar la percepción de la aceptación y sometimiento, a tal grado que la campaña oficial nos ofrece más de lo mismo, y la oposición reacciona sin proponer.

La derrama de apoyos en efectivo en una población cuyos ingresos provienen en su mayoría de la informalidad, ha creado un espejismo al que quieren que sigamos persiguiendo, aunque el costo sea seguir soportando tanta sinvergüenzada.

A ese paso, convertirnos en un país de cínicos no es remoto, como tampoco lo es que mayorías mediatizadas prefieran la comodidad del asistencialismo a la creación de riqueza por el esfuerzo propio.

Cargar con la vergüenza de seguir siendo conducidos por insolentes desvergonzados, es una amenaza que hoy se ofrece como promesa. La muerte, la violencia y la negativa del estado de derecho, es la normalidad transformadora.

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1 Comment

1 Comments

  1. Lic.Hugo Hdez.Fuentes

    5 de febrero de 2024 at 13:04

    Formidable Don Luis, muy documentado y por tanto atinado la glosa que realizas, lastima que el último bastión que nos apoyamos, nuestro presidente pretenda acabarlo y poner sus correos, para que lo adulen en lo que hace, sin embargo hay un México vivo y no despierte al México bronco.

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ENTREVISTAS

Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

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Por Francisco Junco //

“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.

Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.

Un camino desde abajo

Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.

“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.

Retos de una elección sin precedentes

En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.

Dilemas judiciales

Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.

“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.

Una justicia humana y equitativa

Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.

Propuestas claras

¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:

“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.

Deuda histórica con las víctimas

Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.

El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.

En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.

En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.

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CARTÓN POLÍTICO

Herida abierta

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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