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El camino de Ebrard

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Opinión, por Iván Arrazola //

Marcelo Ebrard ha sido uno de los personajes más cercanos al presidente López Obrador y lo ha acompañado desde que irrumpió en el escenario nacional ganando la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en el año 2000, hasta ganar la presidencia de la Republica en 2018.

Esa ruta que han recorrido juntos por más de 20 años, con momentos de derrota y de victoria parece estar llegando a su fin, con el proceso sucesorio de 2024 los caminos de López Obrador y Ebrard están a punto de separarse.

Marcelo Ebrard se ha sacrificado en distintos momentos para dar continuidad al movimiento de López Obrador, lo hizo en el 2004 cuando el presidente Vicente Fox, destituyó al secretario de Seguridad de la Ciudad de México en medio de una disputa entre el Presidente y el Jefe de Gobierno, después de un lamentable episodio en el que dos policías federales que hacían una investigación sobre narcomenudeo de forma encubierta fueron linchados en la delegación Tláhuac, sin que las fuerzas de seguridad capitalinas intervinieran para liberar a los agentes que fueran quemados vivos.

Tiempo después, en el año 2012, Marcelo Ebrard nuevamente se sacrificó por López Obrador, en el levantamiento de las encuestas para elegir al candidato a la presidencia de la coalición Movimiento Progresista, integrada por el PRD, PT y Convergencia, las encuestas dieron por ganador a López Obrador, un resultado sorpresivo si se toma en cuenta que Marcelo Ebrard salió bien evaluado al concluir su gestión en la Ciudad de México, y mucha gente no olvidaba las manifestaciones de López Obrador en el 2006 por el resultado de la elección presidencial, que durante varias semanas cerró Paseo de la Reforma y que le generaron fuertes críticas.

Inclusive durante la gestión del presidente López Obrador ha quedado claro que el canciller no es el que toma las decisiones en materia de política exterior, el presidente ha hecho de la política exterior un arma ideológica, que lo mismo sirve para defender y condecorar a dictadores latinoamericanos, que para abrir viejas heridas con la Corona de España, o intervenir en asuntos de otros países como en el caso de Perú, en cada uno de estos asuntos el papel del canciller ha sido secundario y se ha limitado a tratar de apagar los fuegos y recomponer las relaciones.

Ese maltrato del que ha sido objeto Ebrard parece cobrarle factura en un momento crucial, se esperaría que al ser uno de los personajes más cercanos al presidente, éste le tuviera una consideración especial durante el proceso sucesorio, pero no ha sido así.

Bien dicen que en política no hay amigos sino aliados y en el caso de López Obrador, esto es claro, la maquinaria de Estado y los afectos presidenciales se han enfocado en Claudia Sheinbaum, a la que en cada momento de crisis que ha tenido en su gobierno el presidente la ha arropado.

En el caso de Marcelo Ebrard sus demandas de piso parejo de cara a la sucesión presidencial han sido ignoradas, ni al presidente, ni a la corcholata más adelantada le interesa renunciar a su cargo para realizar debates ni contrastar propuestas, el presidente ha pedido que la encuesta para elegir al candidato a la presidencia se adelante, lo que evidentemente afectará a Marcelo Ebrard, que cada vez se rezaga más en las encuestas respecto a Claudia Sheinbaum, un poco de debate ayudaría a levantar las preferencias por el canciller pero ni el partido ni el presidente parecen estar interesados en que esto suceda.

Los ideólogos del régimen tampoco quieren a Ebrard como candidato de Morena a la Presidencia de la República, el historiador Lorenzo Meyer ha recomendado que Morena no debe “correrse hacia el centro”, ninguna opción moderada puede tener lugar en Morena en este momento. También el presidente lo ha dicho en diferentes discursos, que a él no le ocurrirá lo mismo que a Lázaro Cárdenas que tuvo que recurrir a una opción más moderada al momento de elegir sucesor para la presidencia. Marcelo Ebrard se ha dirigido a las clases medias y tiene una imagen de político conciliador y moderado, características que no gustan a los ultras del movimiento.

Los tiempos electorales tampoco parecen ayudarle a Ebrard, si decide cambiar de partido, difícilmente por si solo Movimiento Ciudadano le podría dar el triunfo, tampoco lo haría el bloque Va por México, y la posibilidad de construir un frente opositor único en torno a Ebrard en este momento se ve lejana, lo que probablemente lo obligaría a retirarse de la contienda en caso de que las condiciones para competir no sean las idóneas.

El camino de Marcelo Ebrard parece estar claramente dibujado, a partir de que se levante la encuesta y no sea candidato a la presidencia de la República por Morena, tendrá que romper con el obradorismo y reconocer que es un movimiento de corte autoritario, vertical, sectario, opaco, que representa una restauración del viejo presidencialismo priista, no romper con el obradorismo le restará credibilidad, solo a partir de esa ruptura es que su camino a la presidencia tomará forma.

Solo a partir de reconocer que el obradorismo no ha representado una auténtica opción de izquierda es que podrá construir un proyecto que no esté bajo la sombra de López Obrador.

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