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MUNDO

El Caso Lozoya-Odebrecht: Conmociona a México y expone a tres ex presidentes

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Por Alfredo Jalife-Rahme (Sputnik Mundo) //

La estrujante denuncia del exdirector de Pemex Emilio Lozoya pone en la picota a tres expresidentes: Salinas, Calderón y Peña de una lista de 17 funcionarios implicados, entre ellos dos excandidatos a la presidencia, Anaya y Meade, y al poderoso Rasputín Videgaray.

Así López Obrador limpia la carrera presidencial del 2024 con cuatro candidatos mancillados del PAN.

Nunca como ahora en la historia posmoderna de México la opinión pública se había conmocionado con la histórica denuncia del exdirector de Pemex Emilio Lozoya ante la Fiscalía General el pasado 11 de agosto, que fue filtrada presuntamente por sus propios abogados, donde expone la consubstancial cleptocracia del inmundo y fétido sistema político mexicano y donde salen mal librados varios integrantes del Congreso, en su mayoría de los partidos PRI y PAN, que cobraron a raudales su voto para aprobar la espuria reforma energética y así favorecer los intereses de la banca Rothschild, de su súbdito George Soros, y de sus instrumentos en EEUU: Obama y los Clinton.

El pestilente asunto de los cobros masivos de los congresistas fue motivo de vistosos videos, de acuerdo con la legendaria práctica clandestina de exponer las exacciones de los adversarios.

Con los videos, la opinión pública creyó que quizá todo había llegado a su paroxismo cuando, nueve días después a la denuncia escrita de Lozoya ante la Fiscalía, explotó la filtración de su señalamiento explícito de los tres expresidentes —Salinas, Calderón y Peña—, sumada del Rasputín Videgaray, quien por lo visto ya fue arrojado debajo del autobús por su anterior protector: el talmúdico Jared Kushner, yerno de Trump.

Entre la nutrida lista de 17 funcionarios aparecen dos excandidatos a la presidencia: Anaya, por el PAN —cuyo asesor fue el excanciller Jorge Castañeda Gutman, conspicuo instrumento del megaespeculador George Soros, además de haber sido señalado como lavador del Cartel de Golfo en el manejo de sus podridas cuentas en el ya quebrado Banco Stanford del que fue miembro del Consejo de Administración—, y de José Antonio Meade, excandidato del PRI.

¿Asistimos a la sepultura y a una reingeniería del sistema cleptocrático de los putrefactos partidos políticos del viejo régimen?

La persecución sin cuartel de la ya quebrada empresa brasileña Odebrecht, vinculada a Braskem de la que era coaccionista con la gubernamental Petrobras, es doblemente geoeconómica y jurídica de los dos partidos de EEUU: Demócrata y Republicano.

La parte geoeconómica para aniquilar a Odebrecht, la primera empresa constructora de Latinoamérica, es tan prístina como la parte jurídica que inició el Departamento de Justicia de EEUU con Obama y que ahora prosigue implacablemente Trump.

Cabe señalar que el megaescándalo Odebrecht expulsó del poder al muy popular mandatario brasileño Lula da Silva.

La quebrada Odebrecht ha sido perseguida sin misericordia en 10 países de Latinoamérica y el Caribe, lo cual llevó hasta a la persecución de cuatro expresidentes de Perú, incluyendo el suicidio de Alan García, y donde salió mancillado Rafael Correa en Ecuador, para citar los más visibles.

Solamente faltaba el eslabón mexicano que había gozado de plena impunidad con el pestilente asunto de Odebrecht-Braskem más por la calidad que por la cantidad del delito pecuniario.

Dicho sea con humildad de rigor, por haber seguido el asunto Lozoya-Odebrecht, amén de la espuria reforma energética —que le regaló el petróleo mexicano de las aguas profundas a las trasnacionales anglosajonas de Gran Bretaña (apadrinadas por la banca Rothschild y George Soros) y los mandatarios estadounidenses Obama y los Clinton—, desde hace siete años en la radiodifusora Telereportaje de Villahermosa (Tabasco), terruño del actual presidente López Obrador, desnudé cómo Lozoya había sobornado al Congreso para pasar una reforma que era repudiada por el 80% de la población.

El 4 de agosto pasado, en la misma radiodifusora tabasqueña Telereportaje, expuse mi hipótesis de que las confesiones de Lozoya a las autoridades mexicanas tendrían necesariamente que implicar al expresidente panista Calderón, a quien nadie tenía en el radar por el escabroso asunto de Odebrecht-Braskem.

En un artículo de Bajo la Lupa sinteticé que «la cleptocracia del sistema político mexicano (…) mancilla a varios expresidentes del viejo régimen: desde Salinas, pasando por Calderón, hasta Peña (en particular, a su titiritero: el itamita Luis Videgaray)». Fue precisamente lo que sucedió tal cual.

A mi juicio, lo más trascendente del caso Lozoya-Odebrecht-Braskem va más allá de lo meramente local y regional, nada desdeñables, y expone el megalavado de dinero y la evasión en los paraísos fiscales que ascienden a un descomunal 10% del PIB global.

Los paraísos fiscales, en caso de ser un país, ocuparían la tercera economía global detrás de EEUU y China.

Más grave aún es el cálculo de la ONU de que, en medio de la operatividad de la globalización financierista, la mitad de los depósitos espurios en los paraísos fiscales, sin contar la evasión fiscal per se, provendría del criminal lavado de dinero.

Aquí surgen dos movimientos concatenados:

  1. Mediante la exhibición de tres expresidentes del viejo régimen, corrompidos hasta la médula, se pudiera aducir que se limpia el camino para una mayoría electoral de los partidos que subsistan y apuntalen el programa de la 4T del Presidente López Obrador, quien, pese a la grave pandemia y a la crisis económica, se queda prácticamente solo sin una oposición creíble al frente.
  2. El Presidente López Obrador barre la escalera de la corrupción de arriba hacia abajo y fumiga cuatro virtuales candidaturas presidenciables para el 2024: la de Anaya; la del gobernador de Querétaro, Pancho Domínguez; la del gobernador de Tamaulipas, Cabeza de Vaca, y la de Margarita Zavala, esposa del controvertido expresidente Felipe Calderón, sobre quien, además, pesa la guillotina judicial de ser citado por la Corte de EEUU por sus estrechos lazos con su exsecretario de Seguridad, hoy encarcelado en Nueva York, Genaro García Luna, quien operó como padrino y operador del Cartel de Sinaloa, como se ha exhumado en sus cuentas trianguladas en los paraísos fiscales de Israel, Panamá y las Islas Vírgenes Británicas, donde también han sido develadas las evasiones fiscales del locuaz locutor golpista Carlos Loret, vecino coincidente y reincidente de Genaro García Luna en un lujoso departamento en Miami.

Así las cosas, el Presidente López Obrador tendría ya resuelta la elección de 12 gubernaturas y de las diputaciones del 2021 —donde la 4T obtendría la mayoría— y, de paso, limpia relativamente la legendaria ‘cleptocracia’ del sistema político mexicano para empujar la candidatura presidencial de su favorito para el 2024, la cual, a mi juicio, tendrá que estar imbuido de la dinámica geoeconómica del T-MEC que fue a firmar recientemente a la Casa Blanca con Trump.

Con la alta explosividad de la bomba neutrónica que hizo estallar judicialmente Emilio Lozoya, el Presidente López Obrador parece haber resuelto la gobernabilidad mayoritaria del 2021. Ahora se encuentra de lleno diseñando la candidatura presidencial de su sucesor para 2024 ante la ausencia de una oposición decapitada por su congénita ‘cleptocracia’.

La oposición golpista nunca entendió que México se encuentra ante un pacifico cambio de régimen que permitió el estallido de la bomba Lozoya-Odebrecht. México ya no es el mismo.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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Deportes

A un año del Mundial 2026: la cuenta regresiva ha comenzado

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Por Redacción Conciencia Pública //

Este miércoles 11 de junio de 2025 marca exactamente un año para que inicie la Copa Mundial de la FIFA 2026, un evento histórico que será organizado por tres países: México, Estados Unidos y Canadá. Será la primera vez que el torneo se dispute en tres naciones simultáneamente y también la primera edición con 48 selecciones participantes, en lugar de las 32 que venían compitiendo desde Francia 1998.

El partido inaugural se jugará el 11 de junio de 2026 en el Estadio Azteca de la Ciudad de México, que también fue sede de los mundiales de 1970 y 1986, convirtiéndose en el primer estadio en albergar tres inauguraciones mundialistas. La final tendrá lugar en el Metlife Stadium de Nueva Jersey, Estados Unidos, el domingo 19 de junio del año que vinene.

La edición de 2026 contará con 104 partidos en total, gracias al nuevo formato que divide a los equipos en 12 grupos de 4 selecciones. De estos, los dos primeros de cada grupo y los ocho mejores terceros avanzarán a una nueva fase de dieciseisavos de final.

Este cambio tiene como objetivo aumentar el número de naciones representadas, fortalecer la competitividad y ampliar el alcance global del torneo. Las sedes en México serán Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey; en Estados Unidos se jugará en 11 ciudades, incluyendo Nueva York, Los Ángeles, Miami, Dallas y Atlanta, mientras que Canadá albergará encuentros en Toronto y Vancouver.

México, como uno de los anfitriones, ya tiene su boleto asegurado, al igual que Estados Unidos y Canadá. El país buscará un papel protagónico, con una generación que mezcla juventud y experiencia, y con la esperanza de que ser local impulse por fin el ansiado pase al quinto partido.

El apoyo del público será fundamental; los estadios serán testigos de grandes duelos en la fase de grupos. Además, la organización mexicana está apostando por una logística impecable y una experiencia vibrante para los visitantes nacionales y extranjeros.

La Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), estima que más de 5 millones de aficionados asistirán a los partidos en los tres países, lo que convertiría a esta edición en la más concurrida de la historia. A un año del silbatazo inicial, la emoción ya se siente en las calles, los medios y las redes sociales.

El Mundial 2026 no solo promete espectáculo futbolístico, sino también un impacto económico y cultural significativo para toda la región de Norteamérica. La cuenta regresiva ya comenzó.

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JALISCO

Andrés Manuel López Beltrán: No quiere que lo llamen ‘Andy’

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CIERTO O FALSO

“No salgo a medios y no respondo porque creo que los medios están muy quemados (…) Yo me llamo Andrés Manuel López Beltrán y mi mayor orgullo es llamarme como el mejor presidente que ha tenido este país (…) El llamarme ‘Andy’ es demeritar eso, quitarme ese legado, quitarme ese nombre”.

ANDRÉS MANUEL LÓPEZ BELTRÁN / SECRETARIO DE ORGANIZACIÓN DE MORENA

“Andy, Andy, Andy. No te creas importante. Eres un junior sin calle, sin historia, sin respeto. Nadie te sigue por lo que eres, solo por el apellido que usas como escudo y herencia”

ALEJANDRO “ALITO” MORENO / PRESIDENTE NACIONAL DEL PRI

FUEGO CRUZADO

“Estoy muy decepcionado con Elon. Lo he ayudado mucho. Conocía los entresijos del proyecto de ley mejor que nadie. No le importó. De repente, se encontró con un problema, y solo lo agravó cuando se enteró de que íbamos a recortar el mandato de vehículos eléctricos”.

DONALD TRUMP / PRESIDENTE DE EEUU

“¡Falso! Este proyecto de ley nunca me fue mostrado ni una sola vez y fue aprobado en plena noche tan rápido que casi nadie en el Congreso pudo siquiera leerlo”.

ELON MUSK / EX JEFE DEL DEPARTAMENTO DE EFICIENCIA GUBERNAMENTAL DE EEUU

VOZ ALTA

Le tienen envida

Salvador Caro Cabrera destaca como un excepcional operador político, guiando con éxito a numerosos candidatos—jueces y magistrados—hacia el Poder Judicial Federal, logrando resultados altamente favorables. A través de estrategias bien elaboradas, promovió estos perfiles entre grupos, organizaciones y diversas regiones, enfrentando críticas pero demostrando su eficacia, como quedó claro en los Distritos 9 y 11 donde la participación llegó a más del 9%. Su actuación, respaldada plenamente por la ley sin impedimento alguno, ha generado envidia, reflejando su habilidad y legitimidad en el proceso.

SALVADOR CARO CABRERA. Demostró su eficacia como operador político.

 HUELLA HISTÓRICA

¿Raúl Padilla o Enrique Alfaro dejarán mayor huella histórica? Tras su fallecimiento, el líder moral de los Leones Negros, Padilla, sigue cosechando victorias póstumas, con su legado trascendiendo en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), que celebró su edición 40 con una gala en el Auditorio Telmex. Homenajes al cine mexicano destacaron, con Karla Planter, rectora de la UdeG, en rol protagónico, y Portugal como invitado. Mientras el impacto de Padilla perdura, el de Alfaro aún se desarrolla, planteando un contraste entre legado consolidado y potencial emergente.

RAÚL PADILLA LÓPEZ. Su figura trasciende su tiempo.

DIÁLOGOS ABIERTOS

Verónica Delgadillo, alcaldesa de Guadalajara, aborda con crudeza y sinceridad los retos de la ciudad en diálogos con líderes de opinión. “No hay varita mágica, el presupuesto es limitado y las demandas son enormes”, confesó, comparando su lucha con la metáfora de la Bartola de Chava Flores. Con franqueza, promete un gobierno cercano: “Guadalajara te cuidará, pero todos debemos jalar parejo”. Su enfoque en seguridad, basura y servicios públicos refleja compromiso, enfrentando presiones con transparencia y apelando a la corresponsabilidad ciudadana.

VERÓNICA DELGADILLO. Diálogos abiertos con líderes de opinión pública.

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MUNDO

Discurso de individualismo extremo: La derecha que no salva, un riesgo disfrazado de esperanza

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

A la derecha le gusta imaginarse como el lugar del orden, de la razón y del mérito. Su narrativa gira en torno a ideas como “eficiencia”, “disciplina”, “libertad individual” y “trabajo duro”. Durante décadas, fue una forma efectiva de contrastarse con los excesos o fracasos de ciertas izquierdas: burocracias gigantes, discursos revanchistas, populismos disfuncionales.

Pero esa imagen está dejando de sostenerse. La nueva derecha —la que hoy marca tendencia en redes, encabeza algunos gobiernos y monopoliza micrófonos— ya no representa ninguna de esas virtudes. Lo que ofrece no es ni orden ni racionalidad: es puro espectáculo.

Ahí están Donald Trump, Javier Milei y Santiago Abascal como muestra. Tres líderes que han hecho del grito una política, del insulto un argumento y del caos una bandera. Ninguno de ellos ha demostrado ser particularmente eficiente, pero todos han sabido capitalizar una narrativa emocional basada en el resentimiento. Dicen luchar contra “el sistema”, pero lo hacen desde la cima.

Se presentan como outsiders, aunque lleven años en la política. Proclaman amor por el mercado, pero están más cómodos en la cultura del meme que en los fríos informes financieros.

Ya no les interesa defender un modelo económico coherente, ni sostener el legado intelectual de la derecha liberal o conservadora clásica. Su apuesta es otra: dominar el flujo de la conversación pública. Ser tendencia. Explotar la ansiedad de las masas que se sienten traicionadas por las élites ilustradas, por los expertos, por las instituciones. No importa si lo que dicen es contradictorio, vacío o incendiario: lo importante es provocar, atraer, dividir.

Este fenómeno tiene su correlato empresarial. En América Latina, por ejemplo, el caso de Ricardo Salinas Pliego es ilustrativo. El magnate no solo es dueño de empresas y medios: se ha posicionado como una figura política, aunque sin partido ni candidatura. Lo hace desde sus redes sociales, donde predica una mezcla de darwinismo social, desdén por los pobres, burla al Estado y culto a su propio éxito. Su mensaje no es técnico ni ideológico: es emocional. Una especie de “si yo pude, tú también, y si no puedes, es tu culpa”.

Se presenta como víctima del gobierno, del sistema judicial, del fisco, de la prensa. Lo paradójico es que lo hace desde una posición de privilegio absoluto. Pero funciona. Porque hoy ser rico no te quita autoridad moral: te la da.

Lo que representa Salinas Pliego es la figura del empresario redentor. Ya no se trata sólo de emprender o generar empleos. Se trata de suplantar al político. De sugerir, directa o indirectamente, que sólo quienes han tenido éxito en los negocios deberían tener poder de decisión. Como si administrar una cadena de tiendas fuera lo mismo que diseñar políticas públicas complejas, garantizar derechos o defender libertades.

La nueva derecha abraza con entusiasmo esta figura. En lugar de cuadros técnicos, promueve personajes estridentes. En lugar de programas serios, vende frases virales. En lugar de instituciones sólidas, propone personalismos autoritarios. El resultado es un nuevo tipo de populismo: no uno basado en el pueblo contra las élites, sino en el individuo omnipotente contra todo lo que le incomoda: el Estado, los impuestos, los medios, la ciencia, el disenso.

Esto es peligroso por muchas razones. Primero, porque convierte la política en un campo de guerra cultural permanente, donde todo se juega en el terreno de la identidad y el agravio, no de las soluciones. Segundo, porque desmantela los equilibrios democráticos bajo la excusa de “quitar trabas” al genio del líder. Y tercero, porque socava la idea misma de lo público: el Estado ya no es visto como una herramienta de justicia o bienestar, sino como un obstáculo para los exitosos.

La derecha que alguna vez promovió instituciones, reglas, competencia ordenada y responsabilidad fiscal, ha cedido el paso a una versión desfigurada de sí misma: histriónica, rabiosa, individualista hasta el delirio. Y con ello ha perdido una oportunidad valiosa de ofrecer respuestas a las crisis reales del presente: desigualdad, cambio climático, desinformación, polarización social.

Lo más inquietante es que esa derecha ni siquiera cree en la derecha. No cree en la tradición, ni en los contrapesos, ni en la democracia representativa. No cree en el pensamiento liberal clásico ni en los valores conservadores. Lo que quiere es mandar, imponer, sobresalir. Su único principio es el triunfo inmediato. Su única ideología es el narcisismo.

No se trata de negar que muchas izquierdas también han fallado, ni de defender modelos ineficientes o autoritarios. Reconocer esos errores es fundamental para avanzar y evitar repetirlos. Sin embargo, es necesario advertir que esta derecha contemporánea no es en absoluto el remedio frente a esos fallos.

Más bien, puede ser vista como una versión invertida, que comparte con ellos la misma concentración de poder en figuras carismáticas, la misma tendencia a polarizar y simplificar debates complejos, y la misma dificultad para aceptar matices o posiciones críticas.

La derecha actual, con su discurso enfocado en el individualismo extremo, el rechazo a la diversidad de ideas y la tendencia a imponer su visión como la única válida, representa un riesgo igual de serio para la democracia y la convivencia social. Así, lejos de ser una alternativa equilibrada o una corrección necesaria, esta derecha puede resultar igual de problemática y dañina en el largo plazo.

Lo sensato —y quizás lo verdaderamente subversivo hoy— es pedir madurez política. Pedir ideas complejas. Pedir responsabilidad institucional. Pedir liderazgos que no se alimenten del conflicto constante. En tiempos de histeria, el pensamiento es revolucionario.

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