NACIONALES
El oficio político
Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //
Manuel González Flores fue militar y presidente de la República Mexicana; nació un 20 de junio de 1833, en Matamoros, Tamaulipas. En el año 1877 durante el primer mandato de Porfirio Díaz, este lo nombró ministro de Guerra. A finales de 1879, Díaz lo eligió como candidato presidencial, cargo del cuál tomó posesión meses después.
En el anecdotario de la política mexicana se cuenta una historia famosa. Manuel González estaba reunido con Porfirio Díaz por allá de 1883, en la víspera de la sucesión presidencial. Al calor de la plática el oaxaqueño le comentó a González que él no tenía ninguna ambición política y no tenía intenciones de convertirse en su sucesor, insistía en que la silla presidencial no estaba dentro de sus prioridades.
Mientras el tamaulipeco lo escuchaba con atención, fingía buscar con insistencia algunos papeles en los cajones de su escritorio, Porfirio Díaz, sorprendido y un poco incómodo preguntó:
- ¿Qué busca compadre?
El matamorense respondió:
- ¡Al pen… que crea lo que estás diciendo!”.
La política es una profesión que deriva del trato diario con las personas, de la atención y posible resolución de los problemas sociales; requiere conocimiento, experiencia y mucho callo para aguantar y ser aguantado, se complementa con el instinto y la vocación que no cualquiera tiene, no todas las personas electas son políticos con formación ni todos los políticos con formación ostentan cargos públicos durante toda su vida.
México ha transitado etapas con políticos de diferentes inclinaciones. En la época inmediata posterior a la revolución, el cargo de presidente fue ocupado únicamente por militares. Plutarco Elías Calles aglutinó a la mayoría de los sectores sociales alrededor de un partido el cual los representaba y que les daba espacio de una u otra manera, de esta forma los obreros, campesinos, comerciantes, maestros, etc., tomaron un lugar en la administración pública y estos eran liderados por generales del Ejército Mexicano.
Con el paso del tiempo estos sectores fueron ganando espacio, hasta que finalmente, después de algunas décadas, el partido que abanderaba las causas de la revolución cambió de nombre y abrió espacio para que lideraran profesionistas, políticos de carrera que tenían experiencia en la administración pública, la mayoría expertos en derecho o economía.
En la actualidad, parece que la irrupción en la política es relativamente sencilla, pues las redes sociales logran que personajes populares se posicionen en las boletas electorales y muchos de ellos logren ocupar un espacio de representación, sin embargo, para ocupar la silla presidencial, se requiere algo más que ser popular; las grillas, artimañas u oficio político va más allá de estrategias de comunicación, el juego perverso del poder es entendible por pocos personajes y jugable por aún menos. Para explicarlo va una anécdota más.
Se cuenta que, durante la sucesión de Adolfo Ruiz Cortines, todo apuntaba a que su secretario de Gobernación, Ángel Carvajal, sería el candidato del presidente, pues el funcionario era, además, su paisano, amigo y compadre. Un día llegó Carvajal a la oficina del presidente, con una maleta llena de telegramas de apoyo a su precandidatura, Ruiz Cortines le recomendó que los guardara, pues en 15 días resolvería la sucesión. Mientras tanto mandó a su asistente a medir a sus posibles candidatos, (el equivalente a lo que hoy son las famosas encuestas).
El tiempo pasó y llegó el día de tomar la decisión, Ruiz Cortines despachaba cuando su asistente entró a comunicarle los resultados de la investigación que mandó a hacer días atrás. Después de escuchar el reporte de esos personajes, el presidente preguntó:
—¿Analizó usted a López Mateos?
—Sí señor.
—Ese es el bueno.
—Pero señor es que…
—Nada, ese es el bueno, dígale que venga.
Al enterarse de lo sucedido, su compadre, paisano, amigo y colaborador se presentó en su oficina con la intención de reclamarle, a lo cual, el presidente antes de permitirle expresar una sola palabra, lo abrazó y con tono afligido le dijo: “No me digas nada, ya lo sé todo, ¡NOS CHINGARON COMPADRE!”.
Las anécdotas anteriores son cortas, pero dejan mucho para el análisis, finalmente, el pasado, nos sirve para entender el presente y en su momento, predecir algunas acciones futuras. Las dejo a su consideración.
