NACIONALES
Entre política, religión y futbol
Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //
Dicen, que cuando uno está en una reunión social es preferible evitar tres temas: los políticos, los deportivos y los religiosos, esto para evitar que la plática se acalore o que las diferencias entre unos y otros salgan a relucir. El seguidor de algún partido político, el aficionado a algún equipo de futbol y el creyente de alguna religión comparten un elemento crucial: la fe en lo que creen.
Los dogmas de la sociedad han cambiado de manera muy rápida en los últimos años. A inicios de este siglo, más del 90% de la población era católica y solo el 1% decía no profesar religión alguna, la política se dividía entre PRI y PAN que representaban la eterna dualidad mexicana entre liberales y conservadores y Chivas era el equipo más popular y ganador de México, hoy todo eso ha cambiado.
Para el año 2020, el porcentaje de mexicanos que refería ser católico disminuyó a 77.7% y el porcentaje de no creyentes aumentó ocho veces; el PRI y el PAN son una caricatura de lo que eran, hoy Morena y sus aliados gobiernan en 23 entidades del país y el América se levanta como el equipo más ganador y popular de la República Mexicana. La sociedad cambió más rápidamente de lo que pensamos y consecuentemente, México lo hizo.
Para darnos cuenta del cambio de paradigmas recordemos un caso: en 1999, Ramón Ramírez, se convirtió en tema de interés nacional, el ídolo de las Chivas fue vendido al América. Era impensable que el jugador más representativo de un equipo terminara en las filas del archirrival, la gente se manifestó y hubo constantes reproches a la directiva. Posteriormente, cuando Jorge Vergara tomó las riendas del equipo, juró que eso no volvería a suceder.
Hoy sin Jorge Vergara dirigiendo al Rebaño, “Chicote” Calderón pasó de Chivas al América sin mayor tema, parece que el amor a la camiseta y la idea de que uno cambia de todo en la vida menos equipo de futbol se acabó.
En la política pasa algo similar.
Anteriormente, los interesados en formar parte de la vida pública del país tenían tres opciones: eran priistas, antripriistas o hacían política desde partidos pequeños; el cambiar de militancia política era impensable porque los institutos políticos representaban algo en lo que se creía y algo que se quería.
El PRI presumía ser el partido de la revolución, con estatutos muy definidos y con una base obrera y campesina. El PAN era la antítesis con un partido conservador, acomodado con el sector empresarial, con una idea diferente de la economía. A finales de los ochentas apareció el PRD, partido de izquierda que se formó con el ala más extrema del PRI.
Será por la influencia de las redes sociales, el cambio de valores o por lo pragmática que se volvió la política que todo lo mencionado se acabó. Surgieron nuevas instituciones políticas, los sindicatos entendieron que ellos también podían jugar a la política fuera de la estructura del PRI, los empresarios notaron que podían ser políticos y los políticos empresarios, los individuos se volvieron más importantes que las instituciones y al final pareciera que la política se convirtió en un ejercicio totalmente clientelar, en algo meramente mercantil.
Todo lo anterior, da contexto al inicio de una nueva campaña electoral. Los ciudadanos contamos con 90 días para definir nuestro voto. Tantos cambios políticos de manera tan repentina hacen que para cualquiera sea fácil perderse en el mar de la ‘guerra sucia’ y que, además, esto nuble el juicio de las decisiones que tomamos.
Es importante que más allá de las campañas mercadológicas y conveniencias personales, investiguemos un poco, conozcamos a las y los candidatos, entendamos quienes son y de dónde vienen, el que de repente aparezcan en un nuevo partido político no los sataniza, pero tampoco los exime de lo realizado con otra camiseta.
Es tiempo -ahora sí- de que el ciudadano hable de política en las reuniones sociales o familiares, que consense con sus vecinos y conozca las necesidades de su colonia, que sepa que opción es más conveniente a largo plazo. La democracia no se hace en un día y es obligación de todos participar para construir el país que queremos.
