CULTURA
Estados Unidos, una potencia olímpica: Reflexiones sobre México y su desempeño deportivo
A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
Desde los inicios de los Juegos Olímpicos modernos, Estados Unidos ha destacado como una de las potencias deportivas más grandes del mundo. Con un impresionante historial de medallas, el país ha producido atletas que han dejado una marca indeleble en la historia del deporte.
Nombres como Michael Phelps, el nadador más condecorado en la historia olímpica; Carl Lewis, el “hijo del viento” que dominó las pistas de atletismo durante años; y Simone Biles, la gimnasta que redefinió lo posible en su disciplina, son solo algunos ejemplos de la excelencia que caracteriza a los deportistas estadounidenses. Pero ¿qué hay detrás de este éxito continuado? La respuesta radica en un sistema bien estructurado que integra educación, entrenamiento y apoyo institucional.
El sistema de formación de deportistas olímpicos en Estados Unidos es un modelo de eficiencia y dedicación. Desde una temprana edad, los niños tienen acceso a programas deportivos organizados tanto en las escuelas como en las comunidades, lo que permite descubrir y nutrir talentos en una amplia gama de disciplinas. Las competencias escolares son la primera plataforma donde los jóvenes atletas comienzan a forjar sus carreras, y no es raro que aquellos que destacan reciban becas deportivas para continuar su desarrollo en el sistema universitario.
Aquí es donde entra en juego la NCAA (National Collegiate Athletic Association) organización que regula y supervisa las competencias deportivas universitarias en Estados Unidos. Fundada en 1906, la NCAA está compuesta por más de mil universidades e instituciones educativas, divididas en tres divisiones (División I, II y III) según el tamaño de la escuela, los recursos y el nivel de competencia.
Las universidades, especialmente las de la División I, son verdaderos semilleros de talento. Con instalaciones de primer nivel, entrenadores de élite, y una cultura que valora la competencia y el éxito, los programas deportivos universitarios de Estados Unidos preparan a los atletas no solo para triunfar en campeonatos nacionales, sino también para representar al país en el escenario mundial. Este sistema está financiado principalmente por las propias universidades, a través de una combinación de matrículas, derechos de televisión, patrocinadores y donaciones, lo que garantiza que los recursos estén disponibles para aquellos que más lo necesitan.
Por su parte, el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos (USOPC) se encarga de afinar a estos talentos para el desafío olímpico. Con centros de entrenamiento dedicados, apoyo en áreas como la nutrición y la medicina deportiva, y un financiamiento basado en patrocinios privados y derechos de transmisión televisiva, el USOPC asegura que los atletas tengan todo lo necesario para competir al más alto nivel.
A diferencia de otros países, el éxito del deporte en Estados Unidos no depende de un financiamiento gubernamental directo, sino de una robusta estructura de apoyo privado que promueve la excelencia en el deporte.
Contrastemos ahora este modelo con el caso de México. Nuestro país, a pesar de ser el décimo más poblado del mundo y la economía número 15 a nivel global, ha tenido un desempeño olímpico muy pobre en las últimas tres ediciones de los Juegos Olímpicos. La culpa se ha dirigido mayoritariamente hacia la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) y su gestión, especialmente durante la administración de Ana Gabriela Guevara. Sin embargo, limitar el análisis a la gestión de la CONADE es simplificar un problema mucho más profundo y estructural.
En México, el desarrollo deportivo carece de la integración y el apoyo que se observa en Estados Unidos. Nuestros programas escolares y universitarios no cuentan con los mismos recursos ni con un enfoque tan competitivo. La infraestructura deportiva es limitada, y muchas veces, los talentos jóvenes no tienen acceso a instalaciones o entrenadores de calidad.
Además, el financiamiento depende en gran medida del presupuesto gubernamental, que a menudo es insuficiente y mal distribuido. La falta de una cultura de apoyo al deporte desde la base, combinada con la ausencia de un sistema robusto que integre educación, entrenamiento y apoyo institucional, resulta en un desempeño mediocre en las competencias internacionales.
Entonces, ¿a quién debemos culpar por los pobres resultados olímpicos de México? Sí, la gestión de la CONADE tiene su parte de responsabilidad, pero el verdadero problema radica en la falta de un sistema estructurado y bien financiado que permita el desarrollo de nuestros atletas desde una edad temprana hasta la competencia internacional.
Abordar este problema requiere una reforma profunda en cómo concebimos y apoyamos el deporte en nuestro país. Necesitamos un sistema que, al igual que en Estados Unidos, fomente el talento desde la base, integre los esfuerzos de las instituciones educativas y cuente con el apoyo del sector privado.
México tiene el potencial para ser una potencia deportiva. Somos un país grande y con una rica tradición en varias disciplinas, como lo han demostrado atletas de la talla de María del Rosario Espinoza, ganadora de medallas en tres Juegos Olímpicos consecutivos en taekwondo; Paola Longoria, múltiple campeona mundial y panamericana en racquetbol; Aída Román, medallista de plata en tiro con arco en los Juegos Olímpicos de Londres 2012; Germán Sánchez, medallista olímpico en clavados tanto en Londres 2012 como en Río 2016; y el joven Osmar Olvera, quien, con apenas 19 años, ha emergido como una promesa en los clavados debido a su reciente participación en Juegos Olímpicos.
Estos son solo algunos ejemplos de deportistas que han puesto en alto el nombre de México. Sin embargo, sin un cambio estructural en cómo se desarrolla y financia el deporte, seguiremos viendo resultados grises en los escenarios internacionales.
Por eso mismo, es fundamental que replanteemos nuestra estrategia y trabajemos para construir un sistema que esté a la altura de las expectativas y posibilidades de nuestra nación. Solo así podremos aspirar a ver a nuestros atletas brillar en el escenario olímpico como lo han hecho los grandes de Estados Unidos.
