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Estrategias mediáticas y guerra sucia: Crónica de un atentado ficticio

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

Luego del inédito “destape” de la senadora Xóchitl Gálvez para abanderar las fuerzas de la oposición a la Cuarta Transformación (4T), se ha desatado una vorágine de noticias, unas ciertas y otras falsas, en su al rededor.

Ese vaivén de informaciones, también se gesta con la coadyuvancia de la mencionada política, quien aspiraba a la candidatura para la jefatura de la ciudad de México, afirmando ella misma: “creo tener los elementos para ser una buena jefa de gobierno” (Gabriela Warkentin, El País, 12-VII-022) y que este año, ratificó al reafirmar que “va en super en serio -por- la candidatura de la ciudad” (Entredichos, René Delgado, 28-II-023).

Pero igualmente es verdad, -sin saber a ciencia cierta que o quien la impulsó- que declaró el 26 de junio reciente: “Voy a ser presidenta de México”, y asistió a la pasarela, en ese momento de “Va por México”, ente que ipso facto, se transformó en Frente Amplio por México (FAM) en donde participaron 14 suspirantes, incluida ella, para ser ungido como “responsable nacional para la construcción del Frente Amplio por México”. El fraseo veleidoso de la hidalguense Xóchitl Gálvez, nos hace recordar a la popular “Chilindrina”, quien pregonaba: tan como digo una cosa, digo otra.

Mientras eso sucedía entre los opositores al lopezobradorismo, el partido mayoritario MORENA y sus aliados (Partido Verde PVEM y del Trabajo PT), acordaban que sus aspirantes -seis en total, 4 morenistas y uno por cada consocio, es decir del PVEM y del PT- a la virtual candidatura de presidente, sostuvieran giras a lo largo y ancho de la república, a efecto de consolidar la 4T, darse a conocer entre sus correligionarios, y esperar los resultados de varias encuestas que se harán en agosto; de ellas saldrá el vencedor, al cual, por cuestiones de la ley electoral, le llaman «coordinador de los comités de defensa de la Cuarta Transformación”, mismo que será conocido en principios de septiembre.

El miércoles 28 de junio, en su tradicional mañanera, AMLO manifestó que en unos días daría a conocer el nombre del abanderado de los conservadores, calificativo que adjudica a los oposicionistas de su gobierno: “Ya tienen el acuerdo, y a quien voy a dar a conocer a quien será hombre o mujer ya tiene también la bendición, es lo mismo, Salinas, su grupo de los llamados hombres de negocios, tienen como representantes a … Claudio X, González hijo”. Entre tanto se fue filtrando que la senadora Xóchitl Gálvez podría ser “el caballo negro” opositor a quien represente al lopezobradorismo. Un personaje que claudicó a las primeras fue el tornadizo Germán Martínez, aludiendo que “El método que se está construyendo ni es de partido, ni es de ciudadanos, ni es una encuesta, ni es una elección abierta a todas y a todos los ciudadanos “, y ulteriormente se pronunció porque todos declinen en favor de Xóchitl, lo cual “le daría credibilidad al frente amplio opositor y eso fortalecería a Xóchitl y ese sería un golpe que cimbraría a Palacio Nacional”. (SDP Noticias, 18 VII-023).

También muy pronto, la vocinglera Lily Téllez, se bajó de la liza, debido “a las inconsistencias en el método de la oposición para elegir a su candidato», deseándole suerte a los que perseveren, como Xóchitl, Enrique de la Madrid y Santiago Creel. (Proceso, 28-jun-023). Y así, se iría desgranando el catálogo de pretendientes opositores, que de 43 anunciados hace meses por AMLO, solo fueron 33 tras las convocatorias de “Va por México” que se mutó en FAM; a continuación sobrevivieron 13 y a la fecha es media docena (El Derby de el Frente, El Economista, 28-07-023).

Por fin, el 3 de julio el primer mandatario anunció en su tribuna matinal: Xóchitl Gálvez es la carta fuerte de Claudio X. González y del grupo opositor, “porque ellos suponen que, si nació en un pueblo, va a tener el apoyo del pueblo… en realidad es parte de ellos, no del pueblo. Ella forma parte de los conservadores. Desde luego no es de los de arriba, pero si forma parte del mismo agrupamiento”. Amlo acotó sarcásticamente: “¿A ver qué hace (Santiago) Creel?” (El Sol de México, 3-VII-2023).

Y desde ese momento, brotó un torrente de apoyos, elogios y enaltecimientos para Xóchitl Gálvez, que ella seguramente no esperaba, pero que ahora se encarga de incrementar, sosteniendo que es una mujer exitosa, muy honrada, partidaria de la izquierda política, que cubre sus propios gastos con “su lanita”, enfatizando que utiliza la bicicleta para trasladarse, y que siendo producto del esfuerzo, su lucha característica ha sido por los indígenas, y ahora por los pobres. En su peculiar lenguaje, presume no temer a nada ni a nadie, por poseer “enormes ovarios”. Al primer mandatario lo reta, le restriega que no le tenga miedo, y que renuncie por mentiroso. Y en cuanto a que Claudio X. González -incluso Salinas-, la eligió para la contienda en que está inmersa, responde ásperamente: “A mí ningún cabrón me puso en ningún lado”. Y como corolario, esta señora del huipil, amaga con denunciar al jefe del ejecutivo federal. (El Universal, 4 y 5 de julio 2023).

Por unos días, atestiguamos un “toma y daca” entre el tabasqueño y la hidalguense. Si aquel asevera que Gálvez es del sector neoliberal, esta contesta: “No soy candidata de la mafia del poder”. Y si porque AMLO la crítica, como, por ejemplo, en el caso de que sus empresas se embolsaron 1, 472 millones de pesos provenientes del área oficial y de muchos desarrolladores que recibieron autorizaciones cuando fue delegada en la Miguel Hidalgo de la ciudad de México, y por otros muchos motivos, le responde: “A mi ningún macho me va a doblar”. Por cierto, sobre el asunto de sus empresas y negocios, Víctor Hugo Romo, ex alcalde de Miguel Hidalgo, la denunció ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, imputándole los delitos de enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, conflicto de interés y corrupción presuntamente cometidos al otorgar ella, licencias para la construcción de desarrollos inmobiliarios durante su gestión como delegada. Sostiene este moreno, que Xóchitl debe mejor llamarse “mochil” por los moches que recibía. (El Economista y Proceso, 20-jul-2023).

Todo lo anterior, engendró un panorama en que ambos personajes constantemente se critican. Entonces surgieron plumas tóxicas, como Raymundo Riva Palacio, Beatriz Pagés, Joaquín López Dóriga, y Ricardo Alemán, entre otros, intentando imponer la narrativa de que Xóchitl Gálvez se podría convertir en un “nuevo Luis Donaldo Colosio”, pues aseguran que al “incomodar” al Presidente Andrés Manuel López Obrador podría ser víctima de un atentado. Esta tétrica noción, es un supuesto que sensatamente ha de valorarse como ficticio, es decir, fingido, imaginario o embustero.

En un twitter, Riva Palacio asienta el 24 de julio: “Seguramente el presidente no se ha percatado, pero en su interés por descarrilar a @XochitlGalvez, debe tener cuidado cómo lo hace, porque, aunque no lo pretenda, @lopezobrador, está creando condiciones para el asesinato de su inesperada adversaria.” Esta idea aparece ampliada en su columna publicada por El Financiero. Beatriz Pagés, vitriólica directora de la otrora afamada y ahora decadente revista “Siempre!”, rasgueó la semana pasada: “El presidente López Obrador crea un ambiente que recuerda el asesinato de Luis Donaldo Colosio. En esta ocasión el escenario tiene más riesgos. López atiza la violencia política cuando los cárteles ocupan el 81 por ciento del territorio nacional”.

Por su parte, el prototipo de los comentócratas desahuciados, Joaquín López Dóriga, divulgó en Radio Fórmula: “Es necesario que del mismo Frente Amplio por México establezcan cuanto antes un cinturón de seguridad alrededor de Xóchitl Gálvez, para evitar un desenlace como el de Colosio”. Guadalupe Loaeza, caprichosa y retorcida, aporta su dosis de veneno: “Son tan intensos y reiterados los ataques contra Gálvez por parte del presidente en sus mañaneras, que no faltará algún demente adorador de la 4T que quiera asustar o inclusive algo peor”. (Reforma, 25 jul-023). Y así se suman sujetos al estilo de Ricardo Alemán, aquel periodista que sugirió hace cuatro años se asesinara al líder y fundador de MORENA; o del publicista reaccionario Carlos Alazraki, que se forma en la hilera de sedicentes hacedores de un atentado a la senadora panista. Y sigue un largo etcétera.

Tal como escribió un veterano periodista: “Si los estrategas de Xóchitl y sus promotores, como el empresario Claudio X. González, pensaban que la vendedora de gelatinas -sostiene que de niña vendía hasta 600 diarias, en poco tiempo, lo cual es difícil creer, apunta el Doctor Ángel Balderas- iba a arrasar, se han equivocado. Les costará mucho trabajo llevar la espuma que han levantado en los espacios políticos de las redes sociales al mundo real para convencer a la mayoría de la población mexicana”. (Federico Arreola, SDP, 25 julio 2023).

Y otro articulista adiciona esa idea, al teclear que será más arduo si lenguaraces menguados como Fox -iniciador de la también dicharachera, ingeniera empresaria, en la política- le plantean: «Ojalá y Xóchitl nos cumpla eso, de que los huevones -se refiere a los ciudadanos de la tercera edad, los discapacitados, los estudiantes becados, y todo aquel que reciba ayudas gubernamentales- no caben en el gobierno y tampoco en el país. Ya se acabó que estés recibiendo programas sociales; a trabajar, cabrones, como dice Xóchitl», pero eso sí, a él como expresidente, le devuelva su pensión. Finaliza este ducho escribidor: “La senadora hidalguense en vías de ser candidata presidencial opositora podría lamentarse: «¡no me ayudes, compadre!». (El Siglo de Durango, Julio Hernández López, 20-VII-2023).

Retomando lo que citamos de Arreola, es de meditar su epílogo: “Por esa razón, necesitan un gran acto de campaña y lo están construyendo: el atentado para golpear al más importante activo de Morena, el presidente López Obrador, a quien ya culpan de un hecho criminal que solo la perversidad de la derecha podría convertir en realidad”.

Como subraya el reflexivo comentarista Jorge Zepeda Patterson: “No hay razón ni necesidad para caer en el lodazal. La disputa por el poder no puede ni debe convertirse en un intercambio de epítetos cada vez más burdos y soeces para descalificar, al contrario. Que si Claudia Sheinbaum es judía búlgara o Xóchitl Gálvez no es más que una señora mal hablada enfundada en un huipil, no pueden sustituir la verdadera discusión que tendríamos que hacer sobre sus respectivos proyectos para conducir los destinos del país”. Al respecto, pensamos que sinceramente, a estas alturas y salvo campanadas sorprendentes, la contienda presidencial del 2024 se resolverá entre estas dos destacadas mujeres. Y si nos atenemos a las encuestas más recientes, la ventaja casi abismal, hoy por hoy, la tiene la sobresaliente dama que es respaldada por los que militan en la coalición ganadora del 2018 y que se afanan por de nuevo, hacer juntos más historia. Aunque claro, siempre se debe tener en cuenta que, en política, cualquier cosa puede suceder.

 

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Fallo ambiental que resuena: «No estoy para ser querida, sino para cumplir con diligencia», magistrada Fanny Jiménez

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU

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Charros se quedó sin gas: Diablos, digno campeón

Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

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NACIONALES

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

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– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín

UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.

No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX, con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.

A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.

Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX, y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.

Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.

El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que este último “había sido engañado por sus subalternos”.

Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.

En los días que vivimos, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.

Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio obradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía General de la República se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.

Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.

Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California, y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.

En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado, en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.

Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. Para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.

La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.

Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.

Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.

Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.

Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.

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JALISCO

Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

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– Por Gabriel Ibarra Bourjac

Vale la pena leer la obra “El General Urrea y la Independencia de México” escrita por Carlos Urrea García Rulfo, descendiente directo del general José Cosme Urrea, motivado por una profunda necesidad de corregir las injusticias de la historia oficial, que a menudo relega a los márgenes a héroes como su antepasado.

Lo que comenzó como una exploración genealógica se transformó en una misión personal: desenterrar la verdad sobre un militar sonorense cuya valentía y estrategias marcaron la Independencia, la Guerra de Texas y la intervención estadounidense, pero cuya memoria fue opacada por figuras como Hidalgo o Santa Anna.

Carlos Urrea, sin formación como historiador, pero con la pasión de un narrador comprometido, vio en este olvido una oportunidad para reivindicar no solo a su familia, sino a todos los héroes que la narrativa centralista ha silenciado.

La motivación de Urrea se arraiga en la convicción de que la historia mexicana, fragmentada por divisiones entre liberales y conservadores, ha privilegiado a los protagonistas de la capital, dejando en la penumbra a los luchadores del noroeste, como José Cosme Urrea. Este general, nacido en 1797 en Tucson, desafió al poder central con su federalismo y su audacia, desde la toma del Palacio Nacional hasta sus victorias contra los estadounidenses.

Al descubrir documentos que revelaban detalles inéditos —como las tres esposas y los hijos del general, contradiciendo el mito de un hombre solitario—, Urrea sintió la urgencia de reescribir su relato, no para glorificarlo, sino para comprenderlo y devolverle su lugar en el panteón nacional.

En un México contemporáneo polarizado, donde las narrativas históricas se debaten entre el olvido y la manipulación, la obra de Urrea resuena como un acto de justicia. Su libro no solo rescata a un héroe olvidado, sino que entrelaza las luchas de ayer con las de hoy, recordándonos que la historia es un diálogo vivo.

Al dar voz a José Cosme Urrea, el autor invita a reflexionar sobre la unidad y la resistencia frente a las divisiones, ofreciendo lecciones de un pasado que sigue moldeando nuestra identidad.

UN DIÁLOGO CON EL PASADO

General Urrea invita a un diálogo con el pasado. En Guadalajara, cuna de independentistas como, este rescate fortalece la memoria colectiva, recordándonos que la historia se forja en los márgenes, esperando voces como la de Carlos Urrea para ser contada.

En el cálido abrazo del mes patrio, el salón de conferencias del Country Club de Guadalajara se convirtió en epicentro de una reflexión histórica profunda ante la presencia de amigos, familiares, académicos, empresarios y apasionados de la historia.

Nacido en 1797 en el Presidio Real de San Agustín del Tucsón, Urrea emerge en estas páginas como un estratega militar de primer orden, cuya valentía y rebeldía desafiaron a figuras como Antonio López de Santa Anna, contribuyendo de manera decisiva a la Independencia, la Guerra de Texas y la defensa contra la intervención estadounidense.

La maestra María Luisa Peña, editora y apasionada de las letras, recibió un aplauso unánime por su labor incansable. Con un ojo agudo para la gramática y la ortografía, Peña pulió el manuscrito desde el título hasta los detalles finales, transformando un borrador familiar en una obra de primer nivel. “María Luisa no solo corrige; revive”, afirmó el presentador, destacando cómo su rigor aseguró que cada capítulo respirara autenticidad.

Carlos Urrea, descendiente directo del general, tomó el podio con la humildad de quien desentierra un tesoro familiar. exregidor, diputado y exvicepresidente municipal de Guadalajara, Urrea no es historiador de profesión, pero su vocación lo ha llevado a publicar más de una docena de obras. Esta, su número 12, nació de un simple árbol genealógico: mientras exploraba sus antepasados, descubrió que José Cosme Urrea no era solo un pariente lejano, sino un pilar de la Independencia.

“Quería contar su historia apegada a la realidad”, explicó Urrea, recordando sus viajes al Archivo General de la Nación y al Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional. Allí, entre legajos polvorientos, reconstruyó la vida de un hombre que, desde joven, forjó su destino en los presidios sonorenses, ascendiendo de cadete a general mediante batallas que moldearon el noroeste mexicano.

La estructura del libro, alabada por el presentador, es un triunfo narrativo: dos líneas temporales entrelazadas que capturan la complejidad de Urrea. La principal, narrada por un cronista omnisciente, se adentra en su rol como gobernador de Durango, donde enfrentó la Guerra de Texas (1835-1836) y la intervención estadounidense (1846-1848). Aquí, Urrea brilla como defensor de la patria, capturando carretas enemigas y causando pérdidas millonarias a los invasores en al menos ocho batallas documentadas en periódicos de Monterrey.

La secundaria, en primera persona, rememora su juventud: desde su adhesión inicial al Ejército Realista hasta su giro hacia la Independencia, impulsado por Miguel Hidalgo en 1810. Hidalgo lo envió a saquear minas en Álamos y Rosario, Sonora, donde Urrea creció su tropa de 2,000 a 6,000 hombres, consolidándose en la batalla de Piazcla, cerca de Mazatlán, una de las primeras del norte en 1811.

Este doble hilo temporal no solo acelera el pulso de la lectura, sino que humaniza al general. Urrea describe con detalle las costumbres, vestimentas y paisajes del México decimonónico: los caminos secundarios por donde marchaba de noche para emboscar realistas, los campamentos ocultos en bosques sonorenses, los espías que le advertían de traiciones.

Las ilustraciones de Natalia Volver a Carvalho, con su sensibilidad artística, dan vida a estos escenarios, capturando la rudeza de los presidios y la tensión de las trincheras. Fuentes primarias, como las memorias del propio Urrea y actas eclesiásticas, anclan la ficción en la verdad, revelando un hombre casado tres veces —un hallazgo que obligó a Urrea a reescribir once capítulos tras creerlo soltero— y padre de varios hijos, lejos del mito solitario que la familia transmitía.

UN ACTO DE JUSTICIA HISTÓRICA

El presentador enfatizó las aportaciones del libro como un acto de justicia histórica. Primero, rescata a Urrea de las sombras: nacido en Tucson (hoy Arizona), hijo de un capitán que combatió indígenas en Sonora, Urrea ascendió en los presidios de San Rafael Buenavista, participando en el Plan de Casa Mata contra Iturbide y el sitio de San Juan de Ulúa.

Su rol en la Independencia, al lado de su padre —gobernador de Colotlán, Jalisco—, incluyó tácticas innovadoras en Zacatecas y Aguascalientes, donde evadió emboscadas realistas. Culminó en 1821 con la toma de Durango junto al Ejército Trigarante, forjando su filosofía inclusiva: “Vengo a gobernar para todos”, como gobernador de Durango y Sonora en múltiples periodos.

Segundo, el libro es un testimonio personal que evita la glorificación. Urrea, el autor, no busca canonizar a su ancestro, sino comprenderlo: un federalista que se rebeló contra el centralismo de Santa Anna, lanzando planes en 1837, 1839 y 1840 para restaurar la Constitución de 1824.

En la Guerra de Texas, su campaña invicta —cuatro batallas ganadas con sigilo nocturno— contrastó con el desastre de San Jacinto, donde Santa Anna dio “vacaciones” a su tropa, cayendo en emboscada de Sam Houston. Urrea, con 800 hombres, desafió órdenes del prisionero Santa Anna, proponiendo continuar la lucha, pero la inacción federal selló la pérdida de Texas, un territorio vasto como Francia.

Tercero, en un México que debate su memoria histórica —entre mitos prehispánicos y la herencia española—, esta obra es un ejercicio de diálogo. Como señaló el escritor, citando a historiadores como Rubén Salmerón, Urrea representa a los “olvidados”: no el cura Hidalgo ni el Siervo Morelos, sino el fronterizo que defendió el noroeste.

Su toma del Palacio Nacional en 1840, sin disparos, con Valentín Gómez Farías, y su guerrilla en 1846-1848 —capturando víveres en Monterrey y Saltillo— lo erigen como símbolo de resistencia. Patricia Roche Herring, en su biografía General José Cosme Urrea: His Life and Times (1993), ya lo pintaba como héroe entre Hidalgo y Mora, pero Urrea añade frescura con documentos inéditos, como periódicos regiomontanos que detallan sus victorias.

Durante su intervención, Carlos Urrea revivió la epopeya con anécdotas vívidas. “En 1810, oí voces de que Hidalgo se levantaba en Dolores, y los tambores de guerra sonaban”, evocó, describiendo cómo el joven Urrea, bajo órdenes de Hidalgo, asaltó minas en Álamos —donde su familia tenía raíces— y Rosario, apodado “El Meco” por sus tácticas. Acompañado por su padre, gobernador en Colotlán, aprendió a “caminar de noche, por veredas, para sorprender al enemigo”. En Piazcla, 1811, libró la primera gran batalla norteña, robando cañones y creciendo su hueste con personas que veían en la Independencia una causa justa.

La Guerra de Texas, para Urrea, es un capítulo de heroicidad truncada. Enviado por Santa Anna en 1835, marchó sigiloso, ganando cuatro encuentros con emboscadas al alba. Pero San Jacinto, 1836, fue la debacle: Santa Anna, “dando vacaciones” a su ejército, cayó ante Houston, perdiendo 600 hombres y Texas.

“Urrea quiso seguir luchando con 800 valientes, pero el gobierno lo abandonó”, lamentó el autor, citando el diario de Filisola, quien se negó a obedecer al prisionero Santa Anna. México, centralista y dividido por logias masónicas, dejó ir un territorio inmenso, prefiriendo politiquerías a la defensa.

Otro hito, la toma del Palacio Nacional en 1840, ilustra la audacia de Urrea: escapando de la Inquisición, capturó el edificio sin un tiro, reteniendo a Bustamante 15 días y firmando un armisticio con Gómez Farías. “La historia oficial lo mocha, pero documentos lo confirman”, aseguró Urrea.

En la intervención de 1846-1848, mientras Santa Anna perdía en Churubusco y Molino del Rey, Urrea guerrilleaba en el norte, emboscando convoyes y ganando ocho batallas, como atestiguan periódicos de Monterrey. “Es el único general que venció repetidamente a los invasores en terreno nacional”, proclamó, invitando a historiadores a profundizar.

EL MÉXICO DIVIDIDO ENTRE LIBERALES Y CONSERVADORES

El libro trasciende lo biográfico: cuestiona el centralismo que dividió a México entre liberales y conservadores, con gobernadores efímeros —dos por año en algunos estados— que impedían planes de obras públicas. Urrea, federalista, gobernó Durango y Sonora con inclusión, contrastando con la “vacilada” de políticos como Santa Anna. En un México actual polarizado, esta narrativa resuena: rescata no solo a un héroe, sino lecciones sobre unidad y estrategia ante divisiones externas, como las de Trump con el muro.

El autor cerró con un llamado: “Lean este libro para conocer a un fascinante personaje y reflexionar sobre poder, lealtad e identidad mexicana”. Carlos Urrea, emocionado, reiteró: “Mi lucha es meterlo en la historia; era un hombre limpio e integrador”.

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