JALISCO
La desesperación de la desaparición
Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //
«La muerte de un ser amado es cosa atroz, pero al fin y al cabo cerrada, concluida, sin vueltas hacia atrás ni hacia adelante. En cambio, su desaparición es una puerta abierta hacia la eterna expectativa, hacia la no respuesta, la incertidumbre, lo fantasmagórico, y no hay cabeza ni corazón humanos que puedan sufrirla sin acercarse en mayor o menor medida al delirio», Demasiados héroes (2009), Laura Restrepo.
México es un lugar con índices excesivos de violencia. Nuestro país ocupa el cuarto lugar mundial en la puntuación de delitos y criminalidad, esto, según el Índice Global de Crimen Organizado 2021 elaborado por la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Trasnacional.
Según esta investigación, los países con mayores niveles de criminalidad son los que experimentan conflictos armados o algún tipo de fragilidad institucional. República Democrática del Congo es el país más afectado por el crimen organizado, seguido por Colombia, Myanmar, México, y Nigeria.
La lista de países con mayor criminalidad del mundo, nos ubica a la par de estados con una democracia sin consolidar, de reciente historia y que atravesaron apenas hace unos pocos años conflictos militares muy serios. Esto debe ser un punto muy preocupante para nuestra sociedad y nuestro gobierno.
Vayamos a las estadísticas nacionales. De acuerdo con el INEGI, en 2020 ocurrieron un total de 34,555 homicidios dolosos. Esto significa que la tasa de homicidios en México fue de 29 por cada 100,000 habitantes. Demasiados, pero ¿Qué delito puede impactar más a una familia y a la sociedad que un asesinato? La desaparición de una persona.
Las cifras del primer trimestre de este año son escalofriantes. Entre el 1 de enero y el 31 de marzo de 2023 han desaparecido 2,095 personas en todo el país; esta cifra es más alta que la de los últimos dos años. No solo tenemos una situación preocupante, si no que va en aumento.
Respecto de los estados, la entidad con más desapariciones a principios de año fue el Estado de México con 787, de las cuales 406 fueron hombres y 381 mujeres. Hay que recordar que el Estado de México es el lugar con mayor número de habitantes del país.
Las cifras acumuladas en los últimos años por el Registro de personas desaparecidas y no localizadas (RNPDNO) muestran que, en México, la cifra de desaparecidos es de 110,734. Nuestro estado suma casi 15 mil casos.
La situación es frustrante, desesperante y urgente de resolver. La única forma de hacerlo es atacar el problema de raíz y tomar acciones contundentes contra aquellos que ejercen violencia en nuestra sociedad.
Revisemos las raíces del problema. Vivimos en un país muy desigual, donde la posibilidad de una persona para salir del umbral de la pobreza es realmente baja; el acceso a educación de calidad y a trabajos bien remunerados es una realidad para muy pocos. La salida “fácil” para muchos, termina siendo la delincuencia. No solo esto, la música, videos en redes y hasta la vestimenta actual, vanagloria la cultura de vida fácil y resalta el poder que emana de las células delincuenciales.
Cuando era pequeño, las niñas y los niños, aspiraban a ser policías, doctoras, abogados, arquitectos, futbolistas, empresarias, etc. La cultura contemporánea los lleva a aspirar a ser delincuentes, a tener un arma, poder o una vida de excesos, aunque ello los lleve a perderla en poco tiempo. Eso es en buena medida la raíz del problema.
Aunado a esto, habrá que decir que las instituciones de seguridad se encuentran rebasadas. Los que nos deberían cuidar no saben cómo reaccionar ante la problemática de los desaparecidos, los colectivos, las madres y el resto de familiares se manifiestan con justa razón ante la indiferencia de las autoridades, a su vez las instituciones de seguridad generalmente reaccionan de manera tardía.
Hagamos lo que nos toca, no fomentemos la cultura de la violencia, revisemos lo que consumimos en redes sociales, reflexionemos sobre los candidatos que elegimos, exijamos resultados, y, sobre todo, cuidémonos juntos.
