NACIONALES
La narrativa presidencial y la defensa del INE
Opinión, por Iván Arrazola //
López Obrador ha vivido de mitos, habla de un fraude en el 2006, de un fraude en el 2012, dice que él encarna una transformación que sólo él percibe, usa los prejuicios de la ciudadanía para seguir generando división, utiliza el clasismo y el racismo para profundizar los enconos entre la ciudadanía, en lugar de buscar la reconciliación.
Posiblemente por la imagen que más será recordado el presidente es como desde el atrio de las mañaneras utiliza el espacio para dividir y polarizar a un país que se ha acostumbrado a vivir en un clima de violencia y que con el discurso de odio generado por el presidente ha escalado de concentrar sus ataques en la clase política a la que llamaba mafia del poder, a la población que no apoya ni sus reformas, en particular la electoral, ni a su movimiento.
El tema se ha vuelto preocupante sobre todo en el contexto en el que miles de personas se movilizaron en torno a la defensa del INE. Las palabras que el presidente pronunció a lo largo de la semana en contra de las personas que asistieron a la marcha por la democracia fueron las siguientes: hipócritas, clasistas, conservadores, cretinos, corruptazos.
Es delicado ver como un gobernante que en un sistema presidencial asume al mismo tiempo el rol de jefe de Estado y jefe de gobierno, es incapaz de reconocer que ese tipo de discursos no se pueden utilizar en contra de la población por las consecuencias que puede tener. Ese tipo de discurso ha sido el promotor de grandes masacres y genocidios, en los que millones de personas han experimentado el dolor y sufrimiento provocado desde las propias instancias gubernamentales.
No solamente la reiteración de los adjetivos utilizados en el discurso presidencial, con su actitud un elemento que queda claro es que el presidente considera que él y su movimiento son los únicos actores facultades para salir a manifestarse, todo lo que no tenga su anuencia o apoye a su movimiento debe de ser descalificado y generalmente en estos tiempos la única razón válida para salir a las calles es para festejar un aniversario del triunfo del presidente.
Nadie más que él posee la autoridad moral para proponer cambios de gran envergadura, él encarna la voluntad popular por eso no se le puede cuestionar, por eso nadie puede ir en contra de su concepción de la realidad. Sus otros datos, su escudo protector, pesan más que las cifras que exhiben el fracaso en materia económica y en materia de seguridad de este gobierno.
La iniciativa de reforma electoral representa el evitar los supuestos fraudes de los que el eterno candidato ha sido víctima, de consejeros “facciosos” que le hicieron ganar la presidencia de la República y 22 gubernaturas.
En ese mismo contexto se han ubicado los que apoyan al presidente en su reforma, los gobernadores alineados al poder presidencial que señalan que contrario a lo que dicen los “conservadores” la reforma no propone el debilitamiento del INE.
Dicen los mandatarios morenistas que la reforma ayudará al fortalecimiento de la “voluntad ciudadana” por eso cualquiera podrá aspirar al cargo de consejero con los riesgos de dejar en el cargo a un improvisado, otra de las bondades según los gobernadores es reducir el financiamiento a los partidos ya que eso también ayudará a la democracia, habría que recodarle al partido que está en el poder y al resto de las fuerzas políticas que el financiamiento que urge reducir es el financiamiento ilegal, pero de eso la reforma obradorista no dice nada.
En esas circunstancias es importante preguntarse cómo es que los candidatos de Morena piensan pedir al voto a la ciudadanía en las elecciones presidenciales, a quién le piensan hablar en un debate presidencial, a la ciudadanía en general o solamente pedirán el voto al sector de la población que simpatiza con ellos.
Lo que ha ocurrido esta semana con las declaraciones del presidente es tan delicado que requiere un llamado a la calma y sobre todo un llamado a evitar la polarización. Dicha polarización ha sido provocada y promovida hasta este momento por actores políticos, pero es importante que esta polarización no escale a nivel social.
La estrategia presidencial busca la provocación, escenas como las que se vieron en un vuelo en el que viajaba el presidente y que es increpado por una pasajera, es el tipo de confrontaciones que se deben de evitar. La confrontación que en este momento se mantiene en un nivel discursivo es importante evitar que se traslade a las calles. El movimiento por la defensa del INE debe de ser una bandera por la defensa de una serie de derechos, lo que está en discusión es si se quiere mantener un modelo de democracia que, aunque es perfectible es funcional o bien apostar por un retroceso democrático que es lo que apoya el oficialismo.
