NACIONALES
La originalidad, la mejor forma de rebelión: Crisis política en México, la era del mimetismo
A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
En el escenario de la política, donde las voces de quienes nos representan y quienes aspiran a representarnos a menudo se mezclan en coros de uniformidad, surge una premisa audaz: ‘’La originalidad, es la mejor forma de rebelión. La única rebelión que debes apoyar en todo momento’’.
Es así como, en un contexto político como el nuestro, en el que la mayor virtud de algunos personajes es mimetizar a sus líderes, estas palabras resuenan como un eco de autenticidad en un mundo lleno de discursos preconcebidos y de personalidades secuestradas por la idea de lo políticamente correcto.
En virtud de ello es que, en un entorno donde los líderes políticos mayormente adoptan estrategias de relaciones públicas meticulosamente planificadas para no herir susceptibilidades y que además sigue las normas establecidas, la originalidad emerge como una virtud valiosa y transformadora, sobre todo en la actualidad que nos ofrece un mundo cada vez más polarizado y saturado de información.
Es por ello por lo que, en un entorno en el que los líderes políticos se desagarran las vestiduras para captar la atención y el apoyo de la ciudadanía a través de proyectos como mercados con precios más bajos que Soriana, slogans que lejos de posicionar una marca o vender una idea parecen rendir tributo a líderes políticos o peluches de personajes de Star Wars usando chalecos de partidos políticos, la autenticidad realmente se convierte en un faro que ilumina la oscuridad del escepticismo y de la desconfianza.
En ese tenor, debemos de tener muy presente que, cuando los líderes se muestran genuinos y fieles a sus propias convicciones, se destaca una cualidad humana que resuena con la ciudadanía: la capacidad de ser uno mismo en lugar de un producto cuidadosamente diseñado para ganar votos o generar simpatías.
En ese sentido, ‘’la originalidad es la mejor forma de rebelión’’, ya que esta se convierte en un recordatorio poderoso de que los líderes no deberían temer mostrar sus verdaderos colores, mucho menos cuando estos persiguen un fin socialmente loable.
Sin embargo, en la actualidad ¿cuántos políticos conocemos que realmente le hagan honor a esta frase? Si sacamos cuentas crudas, la realidad es que son pocos. La gran mayoría de personajes políticos, por más jóvenes o más viejos que sean, se visten, se mueven y se expresan de la misma forma en que lo hacen sus líderes, vaya, incluso algunos heredan hasta las fobias de éstos.
La autenticidad en la política no es solo una muestra de sinceridad, sino también una herramienta para enfrentar los desafíos apremiantes, ya que cuando los líderes se atreven a ser originales y a presentar ideas frescas y sin adornos, pueden enfrentar los problemas cruciales con una claridad que va más allá de las soluciones convencionales. Además, la originalidad no solo implica ser diferente solo por el simple hecho de destacar, sino que también implica la capacidad de aportar ideas novedosas capaces de reflejar una comprensión profunda de los problemas que afecta a nuestra sociedad.
Ciertamente, la misión de ser auténticos, así como la misión de relegar de nuestras costumbres el mimetismo, no son simples estrategias, son un compromiso con el bienestar y el progreso de una comunidad, esto debido a que la autenticidad también forja una conexión genuina entre los líderes y los ciudadanos, allanando así el camino para la construcción de un diálogo significativo que apertura una comprensión mutua.
Por eso, no podemos dejar pasar desapercibido que cuando los líderes políticos son auténticos en sus discursos, en sus acciones y en sus modos, se convierten en figuras con las que la ciudadanía se puede identificar, convirtiéndose así la autenticidad en un lente que permite a los líderes verse a sí mismos y a sus ciudadanos, con una claridad que trasciende las barreras artificiales que malamente se han solidificado en gran medida a las redes sociales que han vuelto más realizable la posibilidad de hacer de los líderes políticos mitos con vidas dignas de una película de Tim Burton.
Es por estas razones por las que, en una época como la nuestra, llena de banalidades y en la que la vida de las figuras públicas se ha convertido en el anhelo de toda una generación, debemos trabajar aún más para fortalecer estas conexiones y/o puentes que nos permiten disolver la distancia entre las esferas del poder y la cotidianidad de las personas, promoviendo así una colaboración más sólida, efectiva y transparente en la construcción del futuro de nuestra sociedad.
En esa tesitura, debemos de tener también muy presente que, la autenticidad en la vida política puede tener efectos muy perniciosos. Y es que cuando los líderes políticos adoptan discursos preconcebidos y estrategias calculadas, se puede generar escepticismo y desconfianza, elementos que contribuyen significativamente a la descomposición de una actividad tan importante para sociedad como lo es la política.
En este escenario, el llamado a la originalidad se convierte en una advertencia contra el peligro de perder el contacto con las verdaderas necesidades y preocupaciones de la sociedad.
En una era donde la información fluye en abundancia, pero la conexión humana puede parecer distante, la autenticidad surge no solo como un puente que une a líderes y ciudadanos, sino que también surge como el cimiento sobre el cual se construye la confianza y se moldea ese cambio tan anhelado.
Así que, mientras navegamos por las aguas turbulentas de la política moderna, recordemos que la originalidad no es un mero acto de desafío, sino una expresión elocuente de nuestra humanidad compartida. Es una afirmación audaz de que la verdad puede prevalecer en un mundo saturado de ruido político.
La autenticidad en política es, en última instancia, la semilla de la confianza, la esencia del progreso y la piedra angular de un futuro en el que los líderes y los ciudadanos converjan en la misión de consolidar un cambio verdadero.
