NACIONALES
Nuestra «Torre de Babel»
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Todos conocemos el relato bíblico de la Torre de Babel, sobra repetirlo; sin embargo, vale tenerlo en cuenta para explicarnos lo que, una y otra vez, ha sido la causa de rompimientos, confrontaciones, divisiones, pleitos, guerras y del desentendimiento y la cerrazón. El castigo al hombre no fue el hablar en distintas lenguas sino el no entenderse entre sí mismos.
Hoy, en México, hemos construido nuestra Babel. México, como nunca antes, se encuentra confrontado por intrigas y mentiras mañaneras, de medio día, tarde y noche. No nos entendemos porque hemos cerrado los oídos a lo que nos dicen aquellos de los que me separo. Actuamos como en el Diario de un Loco, aquel viejo monólogo que por años se presentó en la Ciudad de México y es obra de Nicolai Gógol. Hoy, los perros también hablan.
José José, al cantar su canción ¿Y qué?, nos propone: ¿por qué no olvidar el qué dirán? Hoy, el presidente López Obrador nos ha dicho lo mismo: “¿Y qué?” cuando se le cuestionó sobre los lujosos viajes, fuera de México, de su secretario de la Defensa Nacional, Crescencio Sandoval y sus familia, con cargo, abuso y daño, al erario público. Día a día, los valores y principios pierden sentido en el gobierno. El contubernio se apodera de los espacios de poder y de su ejercicio.
Como presidente, Andrés Manuel López Obrador reconoce que “el poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”. No sé cuál sea el proceso ni en dónde empieza, pero los ejemplos son públicos, publicados y están a la vista. Basta con hojear cualquier periódico o ver cualquier noticiario para encontrarnos con ejemplares poco “ejemplares” y menos edificantes.
Aristóteles dijo: «Unos han nacido para mandar y otros para obedecer». La Psicología Política nos explica los porqués del deseo morboso de dominar a sus semejantes y los porqués de la aceptación servil de quienes se dejan dominar y aplastar. Aldous Huxley, a quién leí en la preparatoria, dijo: «En mayor o menor medida, entonces, todas las comunidades civilizadas del mundo moderno están constituidas por una cantidad reducida de gobernantes, corruptos por demasiado poder, y por una cantidad grande de súbditos, corruptos por demasiada obediencia, pasiva e irresponsable».
Se dice que las sociedades se edifican sobre la mentira compartida, de igual manera que se llega al poder, mintiendo. Una vez leí: “Las mentiras son fáciles de colocar y de creer porque, al carecer de matices, se entienden a la primera, suscitan una fuerte respuesta emocional y refuerzan las (con frecuencia erróneas) creencias propias”.
Una de las novelas más fascinantes es “El extraño caso del Dr. Jekyll y el señor Hyde” de Robert Luis Stevenson, que nos narra del debate interno que todos tenemos entre el bien y el mal, y del no saber discernir con sabiduría.
México es presa de la voráguine de los partidos políticos, de antes en el poder y de hoy en el mismo sitio. Debemos entender algo que Alejandra Del Moral nos dijo en el debate entre candidatas al gobierno mexiquense: No son los partidos los corruptos sino algunos de sus integrantes. Los que hoy son corruptos en la Cuarta Transformación lo fueron en sus partidos de origen. Renunciaron a sus partidos e ideologías de origen pero no a sus manías, conservando su falta de escrúpulos. Segalmex es ejemplo de ese sangoloteo políticos y desfalco del erario público. Ovalle, su director estafador de hoy, lo fue en Conasupo años atrás. Entonces, priista, hoy morenista. Las acciones sepultan a la palabras.
Erich Fromm, a quien conocí cuando yo estudiaba en la UNAM, sostenía que, al contrario de lo que se cree, el hombre poderoso, y hoy la mujer poderosa, son seres inseguros, débiles y enclenque psicológicamente. La mentira que lleva al poder es, sin duda, deleznable, pero beneficiosa para atraer a quienes, desde la inconsciencia, eligen a sus gobernantes y representantes legisltivos, y eligen, también, las mentiras en qué creer, por absurdo que nos parezca.
Los políticos siempre ha seguido un principio: “Si te acusan, niégalo. Si te causa problemas, niégalo aun más fuerte”.
Somos seres de instantes y olvidos. Con el olvido rápido y el ansia de lo nuevo, preferentemente inventado, fugaz y fatuo, la política se banalizó… la vida propia se banalizó. Cuando vemos casos como Trump y Maduro, y muchos más, comprendemos que la política hoy es patrimonio de los más inneptos; que dejamos la democracia para infestarnos de la kakistocracia.
Mi madre me decía que la inteligencia era la más sensual de todas las virtudes, que debía acompañarse de experiencia y sentido del honor a la palabra y en las acciones. Hoy, tal virtud ha perdido valía: Los argumentos no se matizan, los enfados tampoco se moderan, y los insultos de disfrazan de sinceridad. Hoy, quien no entiende, se siente insultado y quien insulta se asume fuerte.
