NACIONALES
Orfandad ciudadana
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Sufrimos de una profunda orfandad ciudadana. Estamos solos ante quienes detentan el poder político, de gobierno y legislativo. No nos es imposible saber en quién confiar. El vacío, desamparo y desesperanza nos identifican, aunque también nos contraponen. Ante nosotros se nos abren seis años de inseguridad que se prolonga y angustia que se ahonda.
Nuestra incipiente democracia ha sido herida de muerte por la resolución de la autoridad electoral que regaló a Morena y sus aliados satélites, una sobrerrepresentación inmerecida el 2 de julio pasado en las urnas electorales. A partir de ya, nadie podrá dormir tranquilo porque nos han puesto grilletes como esclavos del poder político. Nuestra voluntad no cuenta porque nosotros no contamos ni importamos como sociedad y personas.
Se reparten nuestras voluntades de igual modo en cómo se repartieron las ropas de mártir de la Cruz Santa. Se quieren quedar con todo… se han quedado con todo, en Morena y en la oposición.
Hay ira e indignación ciudadana hacia quienes, como senadores, desde un PRD muerto, decidieron traicionar a un movimiento y sumarse a Morena. Su descaro es tan grande como su perversidad. ¿Acaso quienes votaron por ellos son culpables por no haberles conocido o haberse dejado engañar? Eso ya no importa; la realidad es que casi todos, en los partidos políticos, están hechos de la misma masa y horneados en el mismo infierno. Tienen la misma sangre. Son hermanos de los mismos intereses y las mismas ambiciones. Son tan distintos como el Chapo Guzmán en México y Pablo Escobar en Colombia.
La realidad es dolorosa. Nuestra realidad es muy dolorosa. Nuestro sentido de pérdida es enorme. El engaño es inmensurable. Hoy, y hacia adelante, no se trata de adaptarse a esa nueva realidad nacional porque ésta es incierta; imposible de anticipar. Nuestra salud mental ha sido trastocada. Ante el mundo seremos estigmatizados. Somos incapaces de gobernarnos. Estamos igual que al día siguiente de nuestra independencia, sin rumbo claro. No es imposible imaginar que hay quiénes pedirían a Donald Trump invadirnos y ponernos en orden. Así o más miserable defensa.
Crecerán nuestros problemas de identidad hacia la oposición pues veremos que se venderán por una cuantas monedas y nuestra autoestima democrática dejará de importar. Son baratijas políticas.
Hoy, no sabemos cómo darnos una imagen positiva como pueblo consciente y maduro ante los demás pueblos y naciones. Nuestra identidad ha perdido su oriente. Los roles ciudadanos ya no tienen sentido ni propósito porque los líderes no lideran nada.
Hay quienes buscan construir alternativas desde nuevos partidos políticos… caerán en lo mismo porque les mueve lo mismo: El poder, solo el poder. Se imaginan iluminados y solo están lampareados como conejos a punto de ser cazados. El PAN y el PRI perdieron, pero no así Marko Cortés ni Alejandro Moreno, y ahí está nuestra insignificancia ciudadana. Ellos han sido infieles y seguirán siéndolo hasta su muerte.
Necesitamos de espacios seguros, alejados de militancias fallidas, que se abran a la exploración de nuestras emociones y experiencias para sanarnos a fin de abordar de otra manera nuestra democracia, con un sentido de comunidad y apoyo mutuo, con un sentido de pertenencia y desarrollo de habilidades hacia lo público y el gobierno.
Necesitamos a aprender a no conformarnos con sobrellevar nuestra pérdida, desarrollar resiliencia y llevar vidas significativas y satisfactorias de intervención política. Los partidos han dejado de ser de interés ciudadano. Su financiamiento público debe cesar.
Es tiempo de hablar del síndrome de ciudadano engañado. Me parece que hoy, la política en México tiene sabor a engaño cuando nos hablan. No hay palabra de honor porque a este no se le conoce ni entiende.
Durante estas semanas post electorales hemos conocido miles de razones para iniciar una profunda ruptura de confianza hacia los partidos políticos. El caos nacional es evidente, y más evidente es que los partidos políticos son sus artífices, y aún más evidente es que esperan sacar ventajas personales de ese desorden. México no les interesa; nosotros no les somos importantes. No estamos en su radar. Su genética es cainita -propia de Caín- que explica su disposición a la traición, la mentira y el engaño. Son seres rastreros como la serpiente que tentó a Eva: “Y seréis como dioses”, y ni eso fueron.
Hoy, debemos aprender a crecer a partir de la experiencia, reconstruyendo nuestra seguridad y confianza en comunidad. En este nuevo viaje hacia la reconstrucción de nuestra democracia debemos aceptar que aún hay espacio para intervenir en lo público. oponernos al gobierno y estar alertas ante los engaños de los partidos.
Debemos profundizar en la teoría triangular del poder político: Los ciudadanos, los partidos políticos y los gobiernos, desde la que se identifican sueños, promesas, compromisos, acciones y resultados, a fin de comprender cómo la ausencia de resultados puede obviarse y perdonarse. Los factores subyacentes deben identificarse y comunicarse abiertamente hasta hacerse comprender y avergüencen a sus responsables.
Volvimos a caer, y quizá en tres años lo volvamos a hacer. Y en seis seremos igual o más cándidos. Nadie merece tan pobre futuro. Dejemos de seguir a quien nos lleva al desfiladero.
