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MUNDO

Violencia en México y Ecuador

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

Dice el refrán “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.” Apenas la semana pasada en este espacio se hablaba sobre como las situaciones internacionales están relacionadas de una u otra forma con lo que sucede en México, de como la globalización había roto las fronteras -al menos las económicas- y que al final, se debía tomar el aprendizaje de situaciones ajenas a las nuestras para evitar experimentar en cabeza propia.

Más pronto que tarde surgió un caso -generado por la violencia terrible que vive Latinoamérica- que vino a confirmar lo dicho anteriormente. En Ecuador, fue asesinado el candidato a la presidencia de la República, Fernando Villavicencio, está situación se dio a tan solo diez días de la elección, generando una crisis social y política en aquel país.

Fernando era uno de los ocho candidatos registrados para la jornada electoral del 20 de agosto, contaba con 59 años y hay que decir que no se encontraba entre los favoritos para ganar, los sondeos lo ubicaban con el 10% de las preferencias, sin embargo, su popularidad iba en aumento después de señalar ciertas situaciones de corrupción gubernamental.

Apenas hace unos días, el candidato a la presidencia había denunciado públicamente que el líder de un grupo criminal local ligado a un cártel mexicano, lo había amenazado de muerte al menos en dos ocasiones, esto debido a que Villavicencio había declarado que existían vínculos entre algunos políticos y narcotraficantes. La situación de Ecuador puede parecer lejana pero no es así, es tan cercana que se acusa a organizaciones delictivas mexicanas de haber perpetrado el crimen.

Si comparamos la numeralia entre ambos países, notaremos que México es casi diez veces más grande que el país sudamericano, tanto en territorio como en población y evidenciaremos que, aunque tenemos una economía más sólida, hay datos comparativos que nos dejan mal parados.

El índice de percepción de la corrupción, nos muestra que en México se percibe una mayor corrupción que en Ecuador, en este rubro el país sudamericano estaba bien ubicado, pero ha caído bastante; pasó de ser de los mejores evaluados de América a situarse cerca de países como México, Bolivia y República Dominicana. En los últimos años el país se ha convertido en una ruta clave de tráfico de drogas, armas, explosivos y migrantes, desde entonces la corrupción ha carcomido a las instituciones gubernamentales. ¿Les suena la historia?

En el índice acceso a salud, Ecuador tiene mejores números que México, pues el ranking sobre calidad de vida le otorga una calificación de 53 sobre cien, mientras que México solo obtiene 45 puntos; además, la esperanza de vida es mayor, pues mientras en México se tiene un promedio de 70.5 años, en Ecuador la esperanza de vida es de casi 74 años.

En temas de estabilidad política, al menos hasta la semana pasada, Ecuador también se situaba por encima de México, quien sabe que pasará en la próxima medición. Los datos mostrados sirven para contextualizar que Ecuador es muy similar a México no solo en su idioma; cultural, social y económicamente comparten muchos indicadores, los buenos y los malos…

La violencia y corrupción que han escalado en ambos países durante los últimos años los ha llevado a una espiral de homicidios que incluyen los de políticos relevantes.

El asesinato de cualquier persona es un hecho detestable e indeseable, sin embargo, cuando una organización es capaz de atacar a aquellos que aspiran a representar a un país, a aquellos que señalan la corrupción o proponen un modelo para combatir al crimen organizado, se muestra una nación débil, un país donde nadie está seguro y donde las fuerzas del crimen tienen más poder que el estado mismo.

El caso del Ecuador debe prender los focos de alarma en México. Se esté de acuerdo o no con las diferentes expresiones políticas, con periodistas, líderes religiosos, empresarios, etc. Se debe garantizar la libertad de expresión de todos y cada uno de los mexicanos, se debe asegurar su libertad y su derecho a desenvolverse social y políticamente. No seamos indiferentes. Que la violencia no se normalice para que no nos alcance.

 

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