OPINIÓN
Apatía
Opinión, por Miguel Ángel Anaya //
Ya pasó una semana desde la jornada electoral extraordinaria de Tlaquepaque, el resultado, por todos conocido, refrendó a Movimiento Ciudadano como el instituto político más rentable de nuestro estado, Morena no pudo mantener sus votos en la elección extraordinaria y los demás partidos juntos consiguieron solamente 17 mil sufragios. Los números que hoy forman parte de las estadísticas dejan muchas cosas que analizar, comenzando por la participación ciudadana.
En la elección del pasado 21 de noviembre, solamente participó el 21% de los posibles electores de Tlaquepaque, el total de votos de todos los partidos políticos fue de 100 mil, una cifra que está muy por debajo de lo deseable.
Seguramente hubo más personas que visitaron el parián ese fin de semana que las que acudieron a ejercer su derecho a votar en aquel municipio. Para ponernos en mayor contexto, Tlaquepaque, con sus casi 700 mil habitantes, tiene registrados (según información de Mural) 265 mil autos, hay 2.6 automóviles por cada votante de ese municipio. Uno podría pensar que es mucho más probable que un tlaquepaquense maneje un auto particular a que asista votar… así estamos en la democracia participativa.
Basados en estos números, surgen algunas dudas: ¿Qué es lo que orilla a los ciudadanos a no votar? ¿Cómo se llegó al punto de desdeñar tanto las elecciones, de creer que no vale la pena gastar unos minutos de un domingo cada tres años en elegir a nuestros representantes? Evidentemente para llegar a este escenario existieron muchos factores, desde la falta de formación de una ciudadana responsable, falta de educación, la popularización de la creencia -muchas veces justificada- de que las administraciones públicas no resuelven los problemas sociales y, evidentemente la oferta generalizada de los partidos políticos que inhiben la participación ciudadana con campañas vacías o candidatos que en ocasiones están muy alejados del ideal que la sociedad reclama o cree merecer.
Las campañas electorales en su mayoría han pasado a ser un espectáculo que cuesta caro y desgasta al ciudadano con spots repetitivos, con una ola de anuncios que inundan la radio, televisión y redes sociales y que generalmente comparten promesas incumplibles o terminan en la siempre presente guerra sucia; un ejercicio mediático en el que se ofrecen temas que no solucionan de fondo las necesidades de un ciudadano apático que ya no tiene confianza en los partidos políticos independientemente del color que estos representen.
El trabajo de los partidos políticos, las instituciones electorales y los funcionarios públicos, debe ser muy consciente para poder reconquistar al ciudadano, para convencerlo de que vale la pena formar parte de las decisiones públicas que nos afectan a todos. En esta tarea la forma de comunicar es muy importante, pero de fondo, el ciudadano solo recobrará la confianza si ve resultados en su vida diaria, si ve reflejadas en su cotidianeidad algunas de las tantas promesas que le han hecho desde distintas campañas, si lo que vive en su día a día tienen alguna concordancia con lo que muestran los gobernantes desde las redes sociales.
Para cambiar la apatía a participar, habría que entender, que la vida democrática de una comunidad no se remite solamente a la asistencia a una jornada electoral, que la participación de todos debería estar presente en los procesos para definir la toma de decisiones en las colonias, la designación presupuestaria o en la definición de obras de carácter social. Tendríamos que entender que, así como en una familia, se consulta a la mayoría de sus miembros para comprar la despensa, salir de vacaciones o determinar lo que se va a comer, los gobiernos deberían consultar a las y los ciudadanos para lograr definir sus proyectos principales de trabajo. En los últimos años se han hecho esfuerzos para avanzar en este rubro, pero aún nos falta mucho por hacer.
Participemos desde la trinchera que nos toque, si nos involucramos, combatiremos de mejor forma las problemáticas comunes que tenemos, si nos ponemos de acuerdo, avanzar será más fácil. Votemos cuando nos corresponda, es el mecanismo con el que contamos para cambiar las cosas. Algún político por allá de los años 80, solía decir: “La democracia es como el amor, hay que hacerla todos los días”.
