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JALISCO

Campañas que no llegan a los ciudadanos: No quieren que votes

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Con todo respeto, por Jorge Zul de la Cueva //

Algo tiene de placentero -no lo voy a negar- verles naufragando en su propia desventura, en su inexistente credibilidad, intentando hacer una campaña que no interesa a nadie, que no prende y que pareciera que no sucede.

En Jalisco no hay campañas, hay insípidos debates que tocan temas que no acaban de ser torales para la ciudad, gente repartiendo volantes que casi nadie leerá, aderezados con promesas de resolverlo todo como el genio de la lámpara. Cosas que no enganchan a nadie. 

Los punteros metropolitanos se sacan la lengua entre ellos con precaución y con reservas, con tiempo establecido y en foros predeterminados que están diseñados para que no haya excesivos navajazos. Los debates se tratan más de ellos que de los problemas de nosotros. 

Las campañas también (como llegó a decir el gobernador sobre la violencia), son entre ellos. Y casi no permean. La vida cotidiana está en otra parte y después de un año de pandemia, la gente no parece tener ganas de irse con la finta.

Las campañas son como una pelea de gallos que en lugar de estar engallados salen a cuidar la portería, comiendo alpiste e ignorando a los otros gallos. Es aburridísimo verlos prometer todo, explicar nada, descubrir con asombro que hay calles de tierra y denunciarlo en un circo que en realidad insulta nuestra vida y nuestros problemas. La sociedad les ignora como una brutal forma de venganza y ellos no encuentran el modo de enganchar. 

Si son anodinos, cuidadosos, grises e improvisados a la hora de prometer, si el cortejo es en sí un desastre, ¿cómo van a salir las nupcias?

El panorama ahora es gris, pero lo que vendrá después de la votación lo imagino todavía más negro, como si la esperanza insistiera en eludirnos. Como si atacar los problemas fuera ya demasiado complicado. Como si el barco ya por la cantidad de agua que ha entrado fuese insalvable y la orquesta tocase ya nomás por no dejar algo de música de elevador.

He visto gente con banderas tratando de pegar calcas en algunos cruceros y hordas de simpatizantes o acarreados en puntos como la Minerva los fines de semana, tan emocionados como una patata en mi refrigerador. No he visto a conductores pitando ni para señalar su displicencia.

Los campañistas son ignorados con cierto desagrado como si se tratara de menesterosos mendigando un voto. Las campañas, más que elementos que definirán el rumbo y nuestros liderazgos, pesan sobre el ánimo de la ciudad como cosas inútiles y sin provecho y es porque en buena medida lo son.

Los candidatos, salvo muy contadas excepciones, se han mimetizado en sus muy similares tonos de gris, sin importar sus plataformas y quienes tienen cosas que decir no tienen mayores megáfonos, se pierden entre el ruido y el rechazo y la seriedad tampoco logra capitalizarse.

Casi no he visto calcas en los autos y ese es un termómetro, casi no he visto memes y ese es un termómetro, casi ni ha habido señalamientos y acusaciones y guerra de lodo y tampoco hay las grandes plataformas que nos emocionen y nos permitan imaginar la posibilidad de construir algo que nos permita recuperar el rumbo.

¿A quién le sirve que todo sea tan gris?

Este desgano que generan implica menos votación y eso le sirve a quien cuente con una estructura de promoción del voto, una clientela electoral sólida.

Creo que los estrategas están apostando por su capacidad de mover a sus equipos, de hacer de esto una guerra de trincheras en la que la sociedad participe lo menos posible. La venganza sería quitarnos la modorra y salir a votar, pero ¿por quién? 

Bueno, pues ahí va un consejo, una sugerencia que tal vez permita hacer un poco de democracia y no salir tan de malas de la jornada electoral: Sería positivo que, con toda la flojera del mundo, revisáramos las plataformas de nuestros municipios más allá de los candidatos punteros: ¿Qué es el proyecto en su conjunto? ¿De dónde salió el equipo de regidores? ¿Qué onda con las y los diputados locales que proponen las planillas? ¿Hay alguno que me cuadre? 

Alguna vez promoví el voto nulo ante el asco que me generaban los proyectos electorales, hoy creo que hay que votar por quien nos de la gana sin importar sus posibilidades de victoria o derrota. Una votación nutrida va a desbalancear los equilibrios de poder, los cálculos electorales y los planes de los partidos. Hoy para molestar hay que votar.

 

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