OPINIÓN
De prejuicios y otros males sociales
Serendipity, por Benjamín Mora Gómez
Según palabras de Andrés Manuel López Obrador, la muerte violenta de cinco periodistas mexicanos es nada ante la muerte de cinco mil ciudadanos mexicanos en su gobierno. La insensibilidad humana del presidente es enferma, es catatónica, es peligrosa.
Una de las novelas más querida de Gabriel García Márquez es Crónica de una muerte anunciada; de ella recuerdo una frase que nos viene bien: “Dadme un prejuicio y moveré el mundo”.
Una vez más, y cada día con mayor frecuencia y gravedad, López Obrador nos devela su personalidad profunda, es decir, quita el velo que la cubría de supuesta honestidad valiente. Su vestido ya no alcanza para cubrir sus vergüenzas.
Ante la muy severa crítica de la mayoría de los euro-diputados por la inseguridad en que se ejerce el periodismo en México, el pejesidente les llamó borregos y vilipendió sin mediar la menor reflexión, e hiriéndola de toda anti-diplomacia. Les llamó borregos, a manera de insulto, aunque luego pretendió minimizar al decir que llamar borrego a alguien no es un insulto.
Lo hizo mediante un comunicado que hizo público y que, ante su pobreza intelectual, muchos creyeron que era un meme en contra del presidente; más él, siempre atrevido, reconoció su propia autoría.
Somos un país incendiado por la violencia que ejerce, impunemente, la delincuencia; pero también somos un pueblo que se agarra a “cates y patadas” en los estadios como lo hicimos en el Corregidora de Querétaro. Somos vergüenza y escándalo mundial.
Tras los hechos del partido de futbol que todos conocimos, el escándalo mediático creció al punto de pedir la cancelación del torneo de la liga de futbol, la eliminación de las barras -grupos de animación- de los equipos, la “muerte anunciada” del equipo anfitrión, y muchas más ideas grandotas como nuestra eliminación de torneos mundiales. En todas había más hígado que cerebro, cuando lo único que debía cumplirse es el código penal del estado y punto. Videos hay, y con ellos la posible identificación de los agresores es viable. A ellos hay que castigar.
El presidente ofrece abrazos y besos ante los balazos, palazos y patadas; los otros, los pacifistas, quieren exterminar. Ambos extremos se tocan en sus niveles de estupidez.
Recuerdo la historia de un niño que camina de la mano con su padre a quien pregunta: “Papi, ¿si matamos a todos los malos quedaríamos solos los buenos?”, a lo que el padre le respondió: “No, solo quedaríamos los asesinos”.
Es fácil ser comentarista de radio y televisión cuando se tiene una nota de escándalo, pero qué difícil es hacer periodismo de investigación ante un acontecimiento como el del estadio Corregidora. ¿Quién identificó a quienes agredieron desde los videos? ¿Quién habló de los alcances penales de los hechos? ¿Quién propuso soluciones que no rompieran con el deporte que más aficionados atrae en México y el mundo?
Es tiempo de callar antes de decir sandeces, y ofrecer notas que enriquezcan la inteligencia e inviten a la reflexión. Vender primeras páginas en diarios y revistas es fácil; basta con salpicarlas de sangre y morbo.
¡Pedían mayor número de policías para garantizar la seguridad! ¿Cuántos sería lo óptimo, acaso un policía por cada aficionado y uno por cada auto estacionado fuera del estadio con alguna calcomanía de cualquier equipo de futbol? ¿Quién cuidará a quienes venden por igual camisetas, gorras y banderines, de uno u otro equipo? Hay veces en que la inteligencia se obnubila con cualquier cosa, pero la inteligencia periodística no puede obnubilar la inteligencia del pueblo con notas plagadas de amarillismo.
No vi a nadie en televisión hablar de lo que los padres vivieron ante sus pequeños hijos que miraban crecer la violencia y ponía en peligro sus vidas. Lo humano estuvo ausente. Lo inhumano se apropió de las notas.
Hubo quien se enojó porque lo muertos anunciados el día de los hechos no habían muerto, y prefirieron negar el saldo.
Recuerdo la película de Cantinflas, Ahí está el detalle, en dónde, ante las sospechas del esposo de que su mujer le engañaba, llevó al ministerio público a sorprender a su esposa en amoríos clandestinos. Al no suceder, el agente conminó al esposo obligar a su esposa a pecar pues a eso había ido… al morbo. Así de atrevido fue el periodismo deportivo.
A mi me indignó lo visto, pero lo que más me dolió fue mirar a unos padres correr con sus hijos tomados de las manos o resguardados tras un murete. ¡Qué experiencia más traumática!
México se nos escapa entre las manos. El presidente dice que somos un pueblo pacifista cuando vemos cómo la violencia crece y se apodera de rancherías, pueblos, ciudades, estados y todo México.
Jalisco también está en llamas y no le veo caminos de solución. Pero algo si podemos hacer es no dejarnos envolver por escándalos que solo convienen a quienes viven de ellos.
