MUNDO
De Yalta a Ucrania
Opinión, por Miguel Anaya //
En febrero de 1945, con la Segunda Guerra Mundial llegando a su fin, los líderes de las tres grandes potencias aliadas —Franklin D. Roosevelt por Estados Unidos, Winston Churchill por el Reino Unido y Joseph Stalin por la Unión Soviética— se reunieron en la ciudad de Yalta, en Crimea. Su misión era clara: rediseñar el mapa de Europa y evitar futuros conflictos globales.
Las conversaciones comenzaron por la necesidad urgente de acordar las reglas para un mundo de posguerra, después de la caída de la Alemania nazi. Sin embargo, lo que surgió de Yalta fue algo más complejo: una división tácita de Europa en esferas de influencia que dio paso a la Guerra Fría.
Hoy, casi 80 años después, el fantasma de Yalta parece sobrevolar nuevamente Europa. Las recientes conversaciones entre Donald Trump y Vladimir Putin han despertado preocupaciones sobre si estamos presenciando la gestación de un nuevo reparto de poder global. Aunque no se trata de una conferencia formal como la de 1945, las discusiones entre estos líderes sobre Ucrania evocan paralelismos qué no se pueden dejar de observar.
Desde la semana pasada, diversas fuentes han señalado que el presidente de los Estados Unidos habría ofrecido concesiones significativas a Rusia, entre ellas, el reconocimiento de la pérdida de territorios ucranianos y una garantía de que Ucrania no se unirá a la OTAN.
En un acto inesperado, estos acuerdos se habrían negociado sin consultar a los aliados europeos, como Francia o Alemania, dejando a la Unión Europea al margen, tal como ocurrió con las naciones de Europa del Este en Yalta. En la reciente Conferencia de Múnich, Estados Unidos anunció que ya no se considera el principal garante de la seguridad europea, generando desconcierto entre los líderes del continente.
En una declaración estridente, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth, dejó claro que el apoyo de su país a la paz en Europa venía ahora con condiciones. “Estados Unidos ya no tolerará una relación desequilibrada que fomente la dependencia”, dijo Hegseth durante una visita a Bruselas. “Por el contrario, nuestra relación dará prioridad a capacitar a Europa para que asuma la responsabilidad de su propia seguridad”.
Estados Unidos está replegándose de su rol tradicional como defensor de la seguridad europea, argumentando que la guerra de Ucrania le ha costado más de 160 mil millones de dólares y no está dispuesto a seguir gastando en ella, mientras Rusia busca recuperar su influencia en Europa tras años de asumir un papel más bien discreto.
Este cambio de alianzas y dinámicas podría debilitar la cohesión económico-social de la Europa occidental y crear nuevas zonas de influencia geopolítica, algo que recuerda la situación de la posguerra mundial. La diferencia clave es que hoy, los conflictos no solo se libran en campos de batalla físicos, sino también en los ámbitos económicos, tecnológicos y de bases de datos.
Al igual que Polonia y otros países de Europa del Este en 1945, Ucrania podría encontrarse atrapada en un juego de poder entre gigantes, donde las decisiones sobre su destino se toman sin su participación directa. Las concesiones a Rusia fomentarían la idea de que aquella nación nuevamente es una potencia militar y política, fortaleciendo su posición frente a futuras negociaciones globales.
Europa, por su parte, enfrenta un momento crítico. Sin el respaldo firme de Estados Unidos, los países que integran la Unión tendrán que reconsiderar su estrategia de seguridad y fortalecer alianzas internas si es que quieren mantener su influencia en el escenario global. Las acciones ya comenzaron, pues la mayoría de las naciones europeas han aumentado considerablemente su gasto militar.
El paralelismo histórico planteado nos recuerda que las decisiones tomadas por un puñado de líderes pueden moldear el futuro de generaciones enteras. Las preguntas que ahora surgen son: ¿estamos presenciando el nacimiento de un nuevo equilibrio mundial? De ser así, ¿qué papel juega el mundo occidental? ¿qué valores sociales, económicos y culturales vendrán con la nueva conformación?
Todo lo anterior afecta los intereses del otro gigante mundial que, evidentemente, juega un papel importante en la conformación geopolítica internacional: China. Su poder económico, tecnológico e influencia mundial, serán factores que analizaremos en una próxima ocasión.

