MUNDO
«Deepseek», la mente del dragón: La guerra China y EUA no comenzó, solo se hizo pública

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
En esta semana de guerra comercial hay muchos temas, muchos lamentos, mucho ruido. Como usted sabe la semana pasada a unos días de que EUA hiciera el anuncio de la mega inversión para adelantar sus capacidades en Inteligencia Artificial, China envió un mensaje a ellos y al mundo.
Desde el 2023 se creó en Hong Kong la empresa DeepSeek con el objetivo público de ser una herramienta de AGI (Inteligencia Artificial General, por sus siglas en inglés) más avanzada que cualquiera de Occidente.
De entrada, como ella misma dice su objetivo es más amplio que el de OpenAI, ya que la segunda es más un modelo de comunicación y aprendizaje mientras que esta es un modelo de inteligencia general programada en chino y en inglés.
Así las cosas, AI no es lo mismo que AGI es como comparar un conocimiento básico en muchas lenguas a un conocimiento amplio y profundo de temas especializados desde economía hasta ciencia y auto-reafirmable que habla dos lenguas maternas en lugar de una y que además aprende cualquiera conforme va avanzando como lo hace la AI común.
DeepSeek causó escándalo hace unos días porque se presentó con más ruido que sus modelos pasados. Así es, estas versiones son la 6ª y la 7ª del muy avanzado e innovador sistema. La razón del ruido fue una mezcla de razones políticas y comerciales. La empresa quería mostrar al mundo que, a pesar de los bloqueos de EUA, ellos lograron desarrollar un sistema más económico y eficiente en menos tiempo que los rivales occidentales. Ese es el mensaje. El mensaje se escuchó claro en occidente, las acciones de las empresas relacionadas con microchips e inteligencia artificial sufrieron grandes pérdidas en sus valores accionarios.
Pero tal vez China quiere enviar otro mensaje, la guerra fría entre ambos países no solo será en armas de destrucción masiva sino como es costumbre entre las potencias, será también en el campo de la tecnología más moderna. Como sabemos Covid19 fue un parteaguas en la historia y en particular en el conocimiento de la mayoría de los jóvenes de occidente que se quedaron en casa sin hacer nada productivo para su cerebro o para su cuerpo.
EUA invirtió en los 3 años pasados más de $190 mil millones de dólares adicionales a su presupuesto de educación, para tratar de recuperar las pérdidas intelectuales de ese periodo, pero ese dinero se fue a los sindicatos de la educación que como ahora se ve no hicieron muy buen trabajo.
Dicho sea de paso, tal vez por eso en EUA han propuesto que el dinero que se da a las escuelas de gobierno sea en forma de vouchers que los estudiantes puedan aplicar en escuelas de su preferencia pública o privada que mejor sirvan a sus intereses.
Esto es significativo porque DeepSeek muestra que Occidente y sus tecnologías de AI son caras, obesas y no tan eficientes como las de su competidor asiático. Obviamente estamos tomando la información económica y de contenidos que hizo pública la empresa china por lo que hay que tomar con cautela todos los datos. Pero lo que es un hecho es que el sistema es muy avanzado y mucho más rápido que los que tenemos en occidente.
Incluso el gran avance de poder tener análisis de imágenes lo que no hace ninguno de sus competidores occidentales. Es decir que usted puede interactuar con ese sistema por texto, por archivos de texto, por archivos de sonido y por archivos de imagen, siendo estas dos novedades muy interesantes.
¿Por qué HK? Bueno primero porque en Hong Kong hay acceso a tecnologías de oriente y de occidente, es decir los fundadores de la empresa podrían tener partes y tecnologías de occidente para dar inició a sus sistemas y capital. Además, la ley de HK dice que si uno tiene ingresos foráneos no debe pagar ISR ¡Así es! Por ejemplo, si uno tiene una empresa de HK, pero vende productos en México o Francia o donde sea, los ingresos depositados en bancos de esa región no pagan impuestos.
Pero le aplican todas las leyes de control que aplican a las empresas del resto de China como las que indican que el partido comunista tiene la última palabra en asuntos que ese partido crea importantes. Así también hay limitaciones en el uso del dinero si así lo decide el gobierno. Pero para tener un paraíso fiscal de gasto corriente es un destino popular.
La presencia del partido comunista está clara en los contenidos u opiniones de ese sistema de AGI Los programas son tan buenos como su creador. No da opinión sobre controversias en China como la masacre de la plaza Tiananmen. Cuando le pregunté sobre química me dio una larga y detallada respuesta. Cuando le pregunté sobre el estado jurídico de Taiwán me dijo que no sabía cómo abordar esa pregunta.
¿Chips Nvidia o propios? El creador de DeepSeek se reunió hace un par de años con el vicepresidente de China y le dijo… “No puedo crear con la velocidad que quiero por el bloqueo de Estados Unidos”. Pero de todos modos no sabemos si utilizó o no tecnología occidental para este nuevo modelo de sistemas. El hecho ha sido catalogado como el «Spuknik» moderno.
Como usted recuerda ese es el nombre del satélite artificial que lanzó la unión soviética hace 80 años con lo que comenzó la carrera espacial que llevó a Kennedy a decir que EUA sería el primero en llegar a la Luna.
La App está en la App store de manera gratuita y se descarga de forma muy rápida. Por ahora al menos parece que China ha tomado la delantera en la AGI. Conocida en lenguaje común como Inteligencia Artificial. Por cierto, cuando le pregunté a ChatGPT sobre la cantidad de preguntas que recibía por día me respondió, pero cuando hice esa pregunta a DeepSeek la evadió. Lo mismo evadió cuando le pregunte otras cosas sobre los usuarios por día.
Veremos cuánto afecta a EUA y a México la presión comercial que está imponiendo Trump, pero le pregunté a DeepSeek sobre las tarifas que Trump anunció vs México el pasado viernes y para el sábado por la tarde que terminé esta columna la AGI no estaba actualizada. Bueno eso al menos me indica que no está conectada con el internet en tiempo real ya que obviamente este tema ya es de conocimiento popular. De hecho, le pregunté sobre el accidente del viernes en Filadelfia y me respondió que su sistema estaba actualizado al 1 de julio del 2024. Es decir que lo que ha sucedido de ese día al 1 de febrero no lo sabe.
Esta actualización me llama la atención o el sistema público no está actualizado o el sistema en general fue actualizado hace 6 meses y no ganó atención pública para el gobierno de Beijing sino hasta después de la elección de EUA. De todos modos, es muy interesante con respuestas un poco más amplias y rápidas que ChatGPT.
Veremos el desarrollo de la competencia de desarrollos orientales con otros sistemas occidentales, pero me llamó la atención que me dijera que sí se puede conectar a la red para ciertos usuarios y que es una herramienta de la empresa OpenAI es decir que cuando menos algunos de los integrantes de OpenAI son también de DeepSeek según su propia respuesta.
De todos modos, es muy interesante el desarrollo tecnológico de nuestra era. Una idea puede ser interpretada por personas distintas de formas distintas y como con las turbinas o las bombas tener resultados similares con caminos o sustancias o formas diferentes. DeepSeek muestra que hay otro camino para la AGI diferente o alternativo al de occidente. O al menos eso parecen decir.
China se ve como el Gran Dragón, la inevitable potencia suprema del futuro y ve a EUA como ve a Trump, a quien públicamente ha llamado. “El dragón abuelo”.
CARTÓN POLÍTICO
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU
MUNDO
Tolerancia en tiempos de algoritmos

– Opinión, por Miguel Anaya
¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.
En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.
¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.
El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.
He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).
La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.
Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.
La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.
El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.
Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.
Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.
En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.
El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.
Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.
Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.
MUNDO
De espectador a jugador: El Plan México y los nuevos aranceles

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la historia de la política internacional, las decisiones económicas suelen asemejarse a partidas de ajedrez: cada movimiento no solo busca ganar terreno en el presente, sino también anticipar jugadas futuras que podrían definir la victoria o la derrota.
México, con el anuncio de aranceles de hasta un 50% a productos provenientes de países sin acuerdos comerciales —particularmente China—, ha hecho una jugada que puede parecer arriesgada, pero que revela un cálculo estratégico más amplio: equilibrar una balanza comercial desigual y, al mismo tiempo, alinearse con el tablero donde Estados Unidos y China libran una guerra cada vez más abierta.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha justificado la medida bajo dos argumentos centrales: primero, la necesidad de equilibrar la balanza comercial con China, que hoy refleja una brecha difícil de ignorar; y segundo, el impulso del llamado Plan México, su proyecto estrella para transformar la economía y fomentar la producción nacional.
Visto desde esa óptica, el arancel no es un simple impuesto, sino un muro de contención frente a la dependencia excesiva de productos chinos y, al mismo tiempo, una palanca para reconfigurar las cadenas de valor en territorio mexicano.
El gesto tiene también una lectura geopolítica. Estados Unidos ha reactivado una estrategia de confrontación comercial contra China y la Unión Europea ha hecho lo propio. México, tercer socio comercial de Estados Unidos y pieza clave en la industria automotriz de Norteamérica, no podía permanecer neutral. Imponer aranceles de este calibre es enviar una señal de lealtad estratégica a Washington, asegurando que México no será el eslabón débil en la cadena norteamericana.
La analogía podría entenderse si imaginamos un puente colgante sobre un río. Durante décadas, México ha cruzado ese puente que fue construido con materiales chinos y que servían de soporte a la industria nacional. Ahora, la decisión de elevar aranceles implica retirar varios de esos tablones y reemplazarlos con productos propios o con piezas de otros socios.
No es una tarea sencilla. Estos cambios en un inicio podrían debilitar el puente, pero esto se hace con la finalidad de consolidar la estructura y hacerla menos dependiente de un solo proveedor.
Los críticos señalan que el golpe puede resultar contraproducente. La industria automotriz mexicana, uno de los grandes motores de la economía, ha construido buena parte de su competitividad sobre la base de insumos chinos.
No obstante, esta medida podemos verla desde otra perspectiva y no solo como una medida para eliminar de golpe la presencia china, sino que esta busca generar incentivos para que la inversión y la producción se instalen en territorio mexicano o en países con reglas más claras.
Esta jugada puede entenderse también como una apuesta al futuro del nearshoring, el fenómeno que ha llevado a empresas globales a trasladar operaciones de Asia a países más cercanos al mercado estadounidense. México, por su ubicación geográfica y su red de tratados, se ha convertido en uno de los destinos más atractivos.
Para capitalizar esa ventaja era necesario enviar una señal firme: que el país está dispuesto a reordenar su comercio exterior y a reducir su dependencia de un socio con el que no comparte compromisos de largo plazo.
No obstante lo anterior, en lo político, México también gana margen de maniobra. Al mostrar una postura clara frente a China, fortalece su posición en la relación con Estados Unidos, con quien compartimos más que fronteras. Recordemos que, en el contexto sociopolítico actual, el T-MEC exige disciplina y coordinación en temas comerciales, especialmente en la industria automotriz, que es clave tanto en México como en Estados Unidos.
El reto, sin embargo, será enorme. La transición hacia cadenas de suministro menos dependientes de China implicará costos de corto plazo, ajustes en la industria y tensiones con empresarios acostumbrados a la eficiencia y el bajo precio de los insumos chinos.
Pero en la economía, como en la vida, no siempre se trata de elegir el camino más fácil, sino el que garantiza mayor estabilidad y desarrollo a largo plazo. Si el Plan México logra que las fábricas, en lugar de importar piezas, empiecen a producirlas en territorio nacional, la apuesta habrá valido la pena.
Imaginemos por un momento la industria del automóvil como un gran árbol. Sus raíces se extienden en múltiples direcciones: hacia Estados Unidos, hacia Europa y, en las últimas dos décadas, con fuerza, hacia China. Lo que hoy propone el gobierno mexicano es podar algunas de esas raíces para que el árbol no dependa en exceso de un solo suelo.
Es verdad que hay incertidumbre. Nadie puede asegurar que los aranceles funcionarán como palanca de desarrollo interno y no como un freno a la producción. Nadie puede anticipar hasta qué punto las tensiones con China podrían derivar en represalias.
Pero lo que sí es claro es que seguir con una dependencia de 130 mil millones de dólares en importaciones de China, frente a apenas 15 mil millones en exportaciones de México, es caminar sobre una cuerda floja demasiado delgada.
México está intentando, con esta decisión, dejar de ser un simple espectador en la guerra comercial de Estados Unidos contra China, para convertirse en un jugador que elige con quién y cómo quiere relacionarse. El Plan México puede ser la brújula que oriente esta transición, y los aranceles, la herramienta que marque el rumbo.
No se trata de cerrarse al mundo, sino de abrirse de manera más inteligente, cuidando que el intercambio económico no se convierta en una relación de dependencia.
Al final, lo que está en juego no es solo la balanza comercial con China ni la competitividad de la industria automotriz, sino la posibilidad de que México aproveche este momento de reconfiguración global para fortalecerse como un país capaz de producir, innovar y sostener su crecimiento sin depender de los caprichos de una sola potencia. El puente que hoy tambalea puede convertirse, si se refuerza con visión, en la vía sólida hacia un futuro de mayor autonomía económica.