OPINIÓN
Destruir nuestra autoestima como nación
 
																								
												
												
											Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
Los males del gobernante son crímenes de las elites y su impunidad hiere a millones de seres que dejan de ser considerados ciudadanos que merecen ser tratados con dignidad y respeto.
Me he preguntado que lleva a López Obrador a pretender que todos en México dejemos de brillar si no es con su luz cuatro-transformadora. Muchas pueden se las causas. Veamos algunas de ellas: Su baja autoestima lo lleva a juzgar de negativa toda aspiración de superación; su necesidad de atención lo impulsa a hacer sus mañaneras día con día en dónde marca el rumbo nacional; al conocer sus carencias afectivas, actúa con pretendida superioridad y evidente prepotencia; necesita quedar por encima de todos y por ello, aun en su gabinete y entre sus corcholatas, solo su opinión vale; sus programas sociales pretenden convertirlo es un ser iluminado, redentor, necesario e imprescindible.
Andrés Manuel López Obrador y yo pensamos diferente, no hay duda. Contrario a mi y a millones de mexicanos, al presidente le incomoda la memoria común y busca detener la interiorización del saber colectivo. Día con día, desde sus mañaneras, falsea la historización de nuestro devenir. La destrucción de nuestras instituciones republicanas y la permisividad que se otorga en el manejo libre del dinero público, las perpetra desde causas supuestamente justas, que por desgracia han dolido en las vidas de niños nuestros por el cáncer, mujeres violentadas obligadas a seguir con sus agresores, Etc.
Hoy, que el presidente López Obrador nos ha advertido que -fuera de todo orden constitucional, como es su estilo-, entregará la Guardia Nacional en manos del Ejército Mexicano, debemos preguntarnos sobre su orden mental. Durante años, López Obrador se pronunció por la desmilitarización de la vida pública y la seguridad ciudadana; hoy, lo olvida. Me preocupa sus posibles alcances constitucionales, penales y psicosociales.
Anticipamos las controversias constitucionales que generará y el tiempo -más de dos años- en que se resolverá por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una vez más, sobrepasando a su mandato; confiamos que se declarará la inconstitucionalidad de la acción del presidente y presumimos que todo lo actuado por esa Guardia Nacional, militarizada, será nulo de origen, es decir, todas las detenciones de delincuentes habrán sido ilegales y ellos, los delincuentes, deberán ser puestos en libertad inmediata, no pudiendo ser juzgados por los mismos delitos. La impunidad se habrá institucionalizado y los delincuentes, exculpados.
Esto lo sabe López Obrador y lo hace con libertad de conciencia… enturbiada sí, pero libre y complaciente con los malandros. ¿Qué mueve al presidente a tal decisión? ¿qué le debe al narco que así le paga? ¿podría ser esto una forma de traición a la patria?
Hagamos historia: El 6 de febrero de 2012, Animal Político publicaba: “Promete AMLO regresar al Ejército a sus cuarteles en 6 meses”; su tiempo se excedió. En esa oportunidad dijo en su mensaje semanal en Youtube: “No debe seguir exponiéndose al Ejército, ni socavarlo” […] “es una institución que debemos cuidar todos”.
En un video difundido en las redes sociales por María Elena Morera de Causa en Común, a mediados del mes pasado, se ve a un grupo de civiles, armados, agrediendo a elementos del Ejército Mexicano y a estos aceptando todo con la mayor resignación. En un momento, mientras son injuriados, uno de los elementos del ejército se limita a decir “Jefe, solo vamos de paso”. El colmo de la bajeza militar, se acepta como “jefe” de la tropa a un delincuente. Pregunto al general secretario de la SEDENA: ¿Quién manda en el Ejército México, usted o los malandros? Pregunto al presidente ¿A quién cuida usted, a los ciudadanos, a los soldados o a los malandros? ¿a quién le cumple, a la Constitución o a los malandros?
En esa ocasión, el presidente López Obrador aplaudió la inacción militar: Felipe Calderón lo calificó de indignante y expresó en tu cuenta de Tiwtter: “No lo merecen los soldados de México! Además, esa orden (no actuar) borra cualquier noción de autoridad y orden. Prevalece entonces la ley del más violento. El ciudadano queda indefenso y los criminales saben que pueden hacer lo que se le dé la gana”.
A mediados de julio de 2010, el presidente Felipe Calderón afirmó que “es en la amenaza a la seguridad donde está hoy el mayor amago a la libertad conquistada, por lo que la solución de ese y otros desafíos debe estar por encima de ideologías y de intereses de coyuntura”. Su estrategia, se dice, fue fallida; sin embargo, no fue tan deplorable y menos complaciente con los delincuentes como lo es la estrategia de López Obrador, que es entreguista y significativamente más ineficiente. Yo no me abrazo con delincuentes.
Dicen que la historia la escriben quienes ganan; por desgracia, hace 4 años ganó quien quería escribir la Historia de México desde sus vanidades y egocentrismos. López Obrador glorifica a los delincuentes y, con ello, impide construir una mejor historia patria. Ante la ineficiencia presidencial, hoy, ni el Chapulín Colorado nos salvaría y los buenos tendrían que salir corriendo al ver que el presidente grita “¡Síganme los malos!”.

