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OPINIÓN

Dictaduras y malos gobiernos, generadores de migración

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

(Segunda entrega sobre migración) La semana pasada escribí sobre la migración en el Antiguo Imperio Romano y acerca de los logros empresariales, científicos y tecnológicos que los migrantes han logrado conseguir en los países que los han recibido e insertado en su sistema económico, cultural y social. 

También, afirmé que el fenómeno migratorio junto con la crisis ambiental y la corrupción, es uno de los mayores desafíos que enfrenta nuestra generación, y por lo tanto, se debe de abordar con seriedad para poder plantear soluciones integrales. 

De la misma manera, este también es un tema complejo puesto que en cierto sentido, es un problema que engloba tanto la crisis climática como la corrupción, siendo la migración una consecuencia directa de los efectos de estos dos problemas, ya que en la medida en la que los recursos naturales escasean y los climas se vuelven mas difíciles de sobrellevar, y en la medida en la que la corrupción arrebate oportunidades a la ciudadanía, el flujo migratorio en busca de mejores oportunidades será más constante. 

Por ello, el día de hoy, vale la pena analizar otros aspectos relevantes sobre este fenómeno que ha formado parte importante de la narrativa política moderna. 

En los últimos años, la migración ha estado muy presente en los discursos y proyectos políticos de muchos gobiernos alrededor del mundo, especialmente en los discursos de los políticos de extrema derecha que han emprendido proyectos para frenar arbitrariamente el flujo migratorio en sus países implementando políticas públicas que atentan de manera grave con los derechos humanos y la dignidad de aquellas personas que buscan mejores oportunidades. 

EL CASO DE IDI AMÍN EN UGANDA

Uno de los mejores ejemplos de esto, podemos encontrarlo unas décadas atrás en Uganda, bajo el régimen de Idi Amin Dadá, que impulsó una deportación masiva de la comunidad asiática que se encontraba en su país, a quienes no sólo obligó a irse de Uganda, sino que también los obligó vender todas sus pertenencias, especialmente sus comercios. 

Uno de los casos más recientes y que probablemente a todos se nos viene a la mente cuando hablamos de migración, es Donald Trump, que aunque no inició una campaña tan extremista como la de Idi Amin en Uganda, sí logró consolidar un discurso político y un proyecto de gobierno cuyos pilares eran la discriminación justificada con el fin de “Make America great again”.

ALEMANIA Y LA MIGRACIÓN

Pero en esta historia no todo es tan negativo, por ejemplo, tenemos el caso de Alemania en dónde el 15.79% de la población se compone de inmigrantes provenientes de Turquía, Polonia, Rusia y Medio Oriente, y aunque existen algunos partidos de derecha en contra de esto, la constante en Alemania nos muestra un país en el que la inmigración no solo es constante, sino también, muy atractiva. 

REFORMA MIGRATORIA DE BIDEN

También, y más cercano a nosotros, tenemos el caso de Joe Biden, que desde su llegada a la presidencia de Estados Unidos ha volteado a ver los problemas migratorios y ha trabajado por impulsar ambiciosas reformas migratorias que por ahora, se han complicado por los partidarios republicanos de Trump en el Senado. 

Aun así y con sus adversidades, Joe Biden se ha caracterizado por la voluntad de construir puentes de comunicación y de colaboración con nuestro país para atender los problemas de inmigración del famoso triángulo del norte de Centroamérica integrado por Honduras, Guatemala y El Salvador. 

Asimismo, Kamala Harris ha sido la encargada de llamar a la puerta del sector privado para que invierta en Centroamérica y así revitalizar la economía de estos países, aunado a esto,  el gobierno de Estados Unidos ha destinado cerca de 4000 millones de dólares para impulsar el empleo y el desarrollo económico en la región. 

No obstante, aunque este es un esfuerzo que debemos reconocer, también es importante destacar que el problema va más allá de la revitalización de la economía y que en países con problemas como los que enfrentan los de la región en cuestión, el desarrollo económico nunca será posible sin antes atender la realidad en la que se encuentran. 

Hoy en día la realidad a la que se enfrentan varios países de Centroamérica es que cada vez se imponen más estilos antidemocráticos y autoritarios que atentan contra el estado de derecho y las libertades. 

Por ejemplo, Honduras está tildada de ser un “narcoestado”. El Salvador tiene un líder cada vez más poderoso que hace poco logró destituir jueces de la Corte Suprema y al fiscal general. En Guatemala las reformas recientes amenazan con la libertad de expresión. Y en Nicaragua se ha oprimido a la oposición impidiendo su participación en las elecciones. 

En Centroamérica como en mucha partes del mundo, el populismo y la ultra derecha niegan valores básicos de la democracia. 

Aunado a lo anterior, según Transparency International y su índice de percepción de corrupción, Nicaragua se encuentra en el lugar 159 con 22 puntos, El Salvador en el lugar 104 con 36 puntos, Guatemala en el lugar 149 con 25 puntos y Honduras en el lugar 157 con 24 puntos. 

A esos países se van a destinar 4000 millones de dólares. 

Si en realidad se quieren atender estos problemas de raíz, se deben impulsar proyectos en la región capaces de hacer frente a los problemas que han causado crisis económicas, sociales y humanitarias de escalas gigantescas, como lo son la corrupción, la falta de educación y la inseguridad, que a su vez, han generado la desigualdad social y la constante crisis económica. 

Pero antes, es necesario entender que justamente la crisis económica y la desigualdad no son fenómenos que se produjeron por sí mismos, sino que fueron detonados por otros males como los ya antes mencionados. 

En ese orden de ideas, probablemente Estados Unidos antes de impulsar en la región un proyecto económico que replique el suyo, probablemente primero debe de impulsar su modelo democrático e institucional caracterizado por organismos y poderes capaces de hacer valer la ley dentro de un grupo de países que jamás han funcionado con un discurso libre, y que se han caracterizado por ser estados autoritarios, con gobiernos militares y dictaduras.

Cuando hablamos de migración e inmigración, es necesario replantearnos seriamente el problema en concreto para así, rediseñar soluciones, puesto que todo lo que se ha intentado implementar, ha desembocado en las crisis humanitarias de las que hoy somos testigos.

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