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CULTURA

Ecos de París 2024: Los Juegos Olímpicos, entre deporte y poder político

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Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi //

Leo en las noticias que un atleta árabe desiste de una competencia porque se enfrentaría a un atleta judío. Otra contradicción a lo que el Barón Pierre de Coubertin quería: esfuerzo, juego limpio, amistad y respeto.

Pero los Juegos Olímpicos modernos, creados por el francés de referencia, son ahora algo impensable para la mentalidad de la humanidad cuando comenzaron en Atenas en 1896. El fanatismo sigue obcecando la mente de las personas. Los conflictos, decía el Barón pueden dirimirse en las canchas deportivas. ¡Romanticismo puro!

Historiador, pedagogo, atleta, don Pierre comentaba que los griegos dejaban atrás todas sus diferencias cada cuatro años y se enfrentaban deportivamente para recordar su humanidad. Esa fue una de las inspiraciones para organizar las modernas competiciones, llamadas Olimpíadas.

Hoy día el mundo rebosa de conflictos: Los del Medio Oriente, los de Ucrania versus Rusia, los de la ultraderecha contra la ultraizquierda, los de los dirigentes en contra de los atletas… ¡gulp! Creo que pisé los callos de Ana Gabriela. Los de todos contra todos. Son interminables las peleas, asesinatos, revueltas, dimes y diretes que ponen en duda todo tipo de acuerdo o convenio por la paz mundial.

Solamente los muy ingenuos pueden creer que estas justas de cada cuatro años contribuyen a la paz mundial o a la resolución de conflictos étnicos, económicos, religiosos, ideológicos…

Los Juegos Olímpicos, de verano, porque también hay de invierno, son un jugoso negocio; una manera de demostrar que tal o cual sistema económico es mejor que otros; una forma de señalar que tal o cual ideología es “la más mejor”; que algunas de las mal llamadas “razas” son más chipocludas que el resto. La ideología de género degeneró en Paris 2024.

Los Juegos ya no son sólo para tratar de conciliar las naturales diferencias entre los humanos. Ahora, en París 2024, se trata de apabullar, de aplastar y discriminar a quienes no estén a favor de esa moda cultural de confundir a la biología y a la naturaleza.

Sí, las justas deportivas siguen atrayendo la principal atención de la Olimpíada. Pero las circunstancias que rodean a estos juegos muestran que ya los pilares de humanismo sobre los que fueron creados fueron plenamente superados cual récord deportivo de 1924, cuando París fue sede de las Olimpíadas.

Por ejemplo, el principio de “amateurismo” muy pronto pasó a mejor vida. Se hicieron cientos de trampas para que los atletas no sólo obtuvieran la medalla o el diploma que los acreditaba como “lo mejor de los mejores”. Hoy día la gran mayoría, por no decir todos, son profesionales del deporte. Ese es su trabajo y cobran… algunos muy buenos sueldos. Además, se llevan premios en efectivo por las medallas que logren obtener. Y no son centavos lo que ganan: pueden ser cientos de miles de pesos.

Están en juego millones de dólares, que hacen de estos juegos un jugoso negocio. ¿Para quién? Para el Comité Olímpico Internacional, para el país sede y para los ganones de siempre: los patrocinadores y comerciantes del deporte.

Volviendo al tema inicial, la postura del árabe de no contender contra un judío, nos regresa indefectiblemente a Múnich 72, cuando un comando terrorista llamado “Septiembre Negro” asesinó sin piedad a nueve atletas israelíes y a un policía alemán.

No ha sido el único caso de violencia aprovechando el marco de las Olimpíadas. En Atlanta, en 1996, hubo dos muertos y un centenar de heridos porque un tipo llamado Robert Rudolph puso una bomba en un parque. Rudolph, miembro de grupos supremacistas blancos, también odiaba a los judíos.

Tanto en Múnich como en Atlanta, no se suspendieron las competencias. Al grito de “primero muerto que ser cadáver” los intereses económico-comerciales se impusieron y no hubo suspensión alguna.

Así que, si lo vemos en retrospectiva, el atleta árabe que no quiso competir contra un judío (por las matanzas en la Franja de Gaza, de unos y otros) por lo menos no se ató una bomba y estalló para dañar al adversario y los que resultasen alrededor. Y tanto los gringos como los rusos no se han abstenido, como hicieron antaño en algunas olimpíadas, de competir para fortuna de los atletas y…de los patrocinadores que invierten buena cantidad de dólares, pero recuperan con creces ese dinero.

Mientras tanto, otra justa se celebra en Latinoamérica: la de la credibilidad de Maduro. El ganador (pss cómo no) de las “elecciones” de Venezuela ordenó suspender relaciones con Argentina, Chile, Costa Rica, Dominicana, Uruguay y Panamá porque pidieron que se contabilice “voto por voto, casilla por casilla” la “elección” mediante la cual Maduro ganó otra vez (ya se sabía que” era de mero trámite” … ¿dónde hemos oído eso?).

México, como siempre que le conviene a este gobierno, se esperó hasta lo último para declarar sobre las elecciones de Venezuela y se dijo con firmeza y convicción: ¡Que la OEA deje de ser entrometida!

 

 

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