MUNDO
El cambio del mundo a partir del 2020: La revolución digital, cambio de paradigmas económicos

Economía Global, por Alberto Gómez R. //
«La pandemia representa una oportunidad, inusual y reducida, para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano, más equitativo y más próspero.»
Profesor Klaus Schwab, Fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial.
Aunque en realidad exista una fuerte disonancia cognitiva entre las públicas doctrinas “humanistas” de Klaus Schwab (WEF) y la verdadera agenda eugenista-transhumanista que siguen, lo cierto es que se viven momentos de grandes definiciones nunca antes vividos por las generaciones vivientes o pasadas.
La pandemia del Covid-19 ha tenido como consecuencia cambios radicales en todos los ámbitos humanos, algunos que han sido o serán pasajeros y otros permanentes, pero la mayoría de estos cambios aún se están configurando, y de los cuales es difícil en este momento saber cuáles serán sus efectos a largo plazo; si bien se pueden hacer algunas proyecciones prospectivas (planteamientos de posibles escenarios futuros) acerca de los grandes cambios en gestación, sí se puede afirmar que el futuro del mundo ha cambiado a partir del 2020.
En el plano económico –que a su vez conlleva al político y social, en primera instancia- la aceleración forzada de la economía digital está modificando drásticamente la manera de hacer negocios, y por tanto, al mundo financiero.
El término “Economía Digital” fue acuñado por Don Tapscott, en su obra de 1995 «The Digital Economy: Promise and Peril in the Age of Networked Intelligence» (“Economía digital: promesa y peligro en la era de la inteligencia en red”), que fue reeditado en 2014. Posteriormente, Nicholas Negroponte, fundador del Media Lab en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), describió la economía digital como la transformación de las actividades económicas en las que el activo sobre el que se realizan las transacciones son los bits en lugar de los átomos. Esto es, la mercancía que se intercambia es información en lugar de materia física; sin embargo, con el tiempo se ha comprobado que la materia sobre la que se realizan estas transacciones continúa siendo la materia física, pero la información resulta ser un activo clave que posibilita o facilita dichas transacciones físicas.
En ocasiones, la “economía digital” (digital economy) se denomina también “economía de internet” (Internet economy), “nueva economía” (new economy) o “economía web” (web economy). Ciertos economistas afirman que la economía digital no es tan sólo un constructo teórico, sino que en efecto tiene impacto real en las sociedades. Los trabajos realizados por instituciones como el World Economic Forum, la OCDE o la Comisión Europea dan muestra de la importancia que estas nuevas actividades tienen en el ámbito económico, así como las consecuencias y efectos que tienen en el desarrollo de las sociedades. Lo relevante es que independientemente de las definiciones, en esta nueva economía se pasa a producir servicios y productos digitales que operan en nuevos mercados digitales que alteran con más o menos fuerza a los modelos de negocio tradicionales. (www.orkestra.deusto.es)
Lo cierto es que con la llegada de la pandemia en la vida humana globalizada, ha obligado a que los negocios en general se replanteen sus estrategias, procesos, objetivos, mercados meta, y hasta su razón de ser.
Las tecnologías digitales permiten a las empresas hacer sus negocios de manera diferente, además de más eficientemente y con mayor rentabilidad. También abren un sinfín de nuevas posibilidades, y no únicamente para innovaciones en los productos, servicios o la empresa misma, sino para incursionar en nuevos mercados, tanto regionales, nacionales y globales.
La llegada de la economía digital obliga a todos a conocer y adoptar no sólo las bases tecnológicas sobre las que ésta se sustenta, sino a una comprensión integral de esta nueva era de la humanidad y la revolución digital.
La aparición gradual o el despliegue, desde principios de los años 70 del siglo pasado, de un conjunto de tecnologías de la información y la comunicación (TICs) que permiten la hibridación entre el mundo físico y el digital, borrando las fronteras entre ambos, ha llevado a que se hable de una Cuarta Revolución Industrial. Tras esta supuesta revolución habría una revolución digital, entendida “como una aceleración general en el ritmo de cambio tecnológico en la economía, impulsado por una expansión masiva de nuestra capacidad de almacenar, procesar y comunicar la información utilizando dispositivos electrónicos” (Eurofound, 2018).
Se argumenta que estamos ante una nueva revolución debido a la rapidez de los cambios que están teniendo lugar, debido a su naturaleza disruptiva y debido a “la transformación de sistemas de producción enteros, gestión y gobernanza” (K. Schwab, 2016).
A este proceso frecuentemente se le denomina digitalización, que se define como la transición que llevan a cabo las empresas por medio del uso de tecnologías, productos y servicios digitales (Brennen y Kreiss, 2014).
Los productos y servicios digitales están acelerando los cambios que experimentan sectores cada vez más diversos y ya no se limitan exclusivamente a los sectores de alta tecnología, en los que se habían focalizado principalmente en un primer momento.
Como reflejo de este cambio, los trabajos más recientes se han centrado en la “digitalización” y la “transformación digital” (es decir, la forma en que los productos y servicios digitales resultan cada vez más disruptivos para los sectores tradicionales) con la finalidad de examinar las diversas tendencias intersectoriales de la digitalización.
Este fenómeno (proceso) reviste una especial importancia en los países en desarrollo, como México, donde la economía digital ha empezado a hacer sentir sus efectos en los sectores tradicionales, como la agricultura, el turismo y el transporte. De hecho, el más importante de los cambios económicos bien podría producirse con la digitalización de los sectores tradicionales y no con la aparición de nuevos sectores habilitados por las tecnologías digitales. (UNCTAD, 2019)
Hasta el momento, el World Economic Forum y distintas instancias, citan tecnologías “emergentes” características de esa revolución, que “están estimulando el desarrollo de nuevas técnicas de producción y modelos de negocio que transformarán fundamentalmente los sistemas globales de producción (WEF, 2018), entre estas: Inteligencias Artificial (AI); Internet de las Cosas (IoT); Realidad Virtual (VR) y aumentada; Producción aditiva (impresión 3D); Blockchain (Cadena de Bloques); materiales inteligentes y nanotecnología; Captura, almacenamiento y transmisión de energía (Sistemas de Gestión de Energía); Edge Computing; Informática Cuántica; Biotecnologías; Geo-ingeniería; Neurotecnología; Tecnologías del espacio, Big Data, Machine Learning…entre otras.
Es necesario analizar la forma en que las inversiones y las políticas públicas relacionadas con la infraestructura y las tecnologías posibilitan o limitan el surgimiento de la economía digital, ya que de esto dependerá el avance o retroceso de los Estados-nación hacia el futuro.
MUNDO
Rechaza ser deportado Hernán Bermúdez Requena de Paraguay

– Por Francisco Junco
Hernán Bermúdez Requena, el ex secretario de Seguridad Pública, nombrado por el entonces Gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, ahora senador de la República, rechazó ser extraditado a México.
Durante la audiencia inicial, donde un juez dictó prisión preventiva, se le ofreció la extradición voluntaria, pero Bermúdez Requena, presunto líder del cartel de “La Barredora”, no aceptó.
Ahora se iniciará un proceso ordinario, que podría tardar hasta 60 días, en tanto, Bermúdez Requena, continuará bajo la custodia de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay.
En tanto, en México se informó que la Fiscalía General de la República ya presentó la solicitud de extradición contra Hernán Bermúdez Requena al gobierno guaraní.
“El Abuelo” o “El Comandante H”, como se le conoce al exfuncionario del gobierno del morenista Adán Augusto López en Tabasco, e identificado como el presunto líder del Cártel de “La Barredora”, fue detenido la madrugada del sábado, en Paraguay, en una residencia ubicada en la zona exclusiva de Marino Roque Alonso, donde permanecía escondido.
Este fin de semana, el presidente Santiago Peña, dio a conocer, en un pequeño video de 45 segundos, cómo fue el arresto de Bermúdez Requena.
En las imágenes, primero se ven aspectos de la residencia, se ve cómo las fuerzas especiales, revisaron la finca y derribaron la puerta, suben una escalera y someten a ex secretario de seguridad, lo encañonaron y lo tiraron al suelo, donde lo tenían sometido, bocabajo y un elemento le pone un pie en la espalda.
Después, el presunto líder de La Barredora, quien cuenta con una ficha roja activa de la Interpol, aparece sentado en un sillón con ropa deportiva, pelo más largo y canoso, barba larga.
Cuenta con una orden de captura en México por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés.
En el video, se muestra que en la residencia, donde permanecía escondido, había fajos de dólares y guaraníes, moneda uruguaya, así como joyas, tarjetas bancarias, identificaciones y una camioneta de alta gama.
Manuel Doltane, titular de Asuntos Internacionales de la Fiscalía de Paraguay, reveló que Bermúdez, entró de manera ilegal al país.
Y es que en febrero de este año, después de hacer pública la orden de aprehensión en su contra, el ex funcionario estatal huyó del país.
De acuerdo con las autoridades, viajó primero a Panamá, después a España, más tarde a Brasil, para terminar en Paraguay.
En medios locales del país sudamericano, como el diario ABC, informaron que la detención del ex funcionario de Adán Augusto López, se logró, gracias a que en el mes de julio se detuvo a Gerardo Bermúdez Arreola, sobrino del presunto líder de “La Barredora”.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU
MUNDO
Tolerancia en tiempos de algoritmos

– Opinión, por Miguel Anaya
¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.
En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.
¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.
El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.
He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).
La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.
Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.
La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.
El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.
Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.
Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.
En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.
El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.
Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.
Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.