OPINIÓN
El fracaso de seguridad de Calderón a López Obrador
Mujeres y Hombres del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
¿Es México un Estado fallido?
¿Tiene solución el tema de la seguridad?
¿Hay voluntad política del Presidente López Obrador por resolver el grave problema?
El tema de la seguridad es el gran desafío que vienen enfrentando los gobiernos en México desde que el Presidente Felipe Calderón decidió declararle la guerra al crimen organizado, aunque después pretendió aclarar que no fue así. En números, la lucha del gobierno federal por acotar a la criminalidad al final del sexenio calderonista dejó 120 mil homicidios.
La estrategia del gobierno de extracción panista fue descabezar a los diversos cárteles que había en el país. Los resultados fueron que se crearon mini-cárteles y hoy los expertos en el tema consideran que hay cientos esparcidos en la República, unos más más o menos poderosos que otros, pero con la capacidad de imponer su ley en las zonas donde operan.
El caso del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas y del guía de turistas, así como la desaparición de cuatro personas en la población de Cerocahui en Chihuahua y que adjudican el acto criminal al grupo de “El Chueco”, José Noriel Portillo Gil, que opera en la zona de la Sierra Tarahumara, como brazo del Cártel de Sinaloa, es un ejemplo del poder que estos grupos han alcanzado.
El asesinato de los sacerdotes jesuitas dentro de la iglesia donde estos oficiaban sus servicios religiosos, es el ejemplo más crudo de lo que se ha llegado con algunos de estos grupos de delincuentes que están fuera de cualquier proporción y pueden matar a quien decidan, porque está rebasada la capacidad de contención del Gobierno.
Tanto los presidentes Felipe Calderón como Enrique Peña Nieto fracasaron en el tema de seguridad. Basta decir que la cabeza del gobierno de Calderón, Genaro García Luna para combatir la criminalidad, se convirtió en cómplice de la criminalidad y hoy es juzgado por sus delitos en una corte de Nueva York.
Se puede decir que Calderón fue muy valiente al enfrentar a estos grupos, pero los resultados hablan. Fracasó.
El gobierno que encabezó el priista Enrique Peña Nieto, siguió la misma estrategia de Calderón, descabezar a los cárteles y el país se siguió bañando de sangre.
EL FRACASO DE AMLO
El gobierno del Presidente López Obrador vino a cambiar la estrategia en su afán de ofrecer seguridad y pacificar al país. Su concepto de “abrazos no balazos”, que es tan criticado, es un fracaso y los números allí están. No hay contención. Se creó la Guardia Nacional y ya se han cumplido tres años, tiempo suficiente para que la estrategia empezara a arrojar resultados satisfactorios, pero no es así.
El comparativo con el número de homicidios entre el gobierno de Calderón en todo el sexenio y los cuatro años de la 4T, son contundentes. Hay más más muertes violentas en cuatro años que en los seis de Calderón.
Con el asesinato de los sacerdotes jesuitas, se hizo escuchar la voz de jerarcas y sacerdotes. La estrategia se le ha echado en cara al Presidente que no funciona y debe ser revisada y éste, terco, terco, la defiende y acusa a sus antecesores que le dejaron un país lleno de sangre, principalmente Calderón, afirma, que empezó cuando había índices bajos y que el michoacano los dejó muy arriba, que en los últimos diez años ni el gobierno de Peña Nieto, ni el de López Obrador han disminuido, por el contrario.
López Obrador desde una perspectiva ideológica considera que la violencia es producto de un modelo económico neoliberal, lo cual no es así. Es cierto que hay una gran desigualdad, zonas muy marginadas de las cuales se alimentan los grupos para armar sus ejércitos y formar a sus sicarios, pero es la corrupción y la impunidad la que les ha dado a estos grupos esa supremacía y que les ha permitido colocarse arriba del Estado mismo, como lo muestran esos retenes levantan y ese cobro de piso y que el cardenal José Francisco Robles denunció lo que provocó la explosión de cólera del gobernador Alfaro, cuando evidenció la existencia de retenes en la zona norte de Jalisco, retenes que tenemos conocimiento de su existencia desde hace más de diez años.
El panorama es desolador. El tema del accionar de la criminalidad prácticamente se hizo metástasis en el país. Son muy pocos las entidades que se salvan de esta situación que se torna apocalíptica en diversas ciudades, poblados y regiones del México.
¿Qué hacer ante este escenario de violencia en el que hay quienes ven a México como un Estado fallido? ¿Cómo rescatar la gobernabilidad? ¿Cómo quitarle ese poder a esos Chuecos, esos Marros y otros que como gavilleros a principios del siglo pasado azolaban a las poblaciones?
Claro que es posible recuperar la gobernabilidad, lo hizo Colombia, tuvieron que pasar poco más de tres décadas para que el Estado volviera a ejercer su poder, pero no lo hizo sólo, tuvo el apoyo del Gobierno de Estados Unidos, diseñándose y ejecutándose el llamado Plan Colombia.
¿Podemos los mexicanos resolver el problema sin ayuda externa?
Ese es el punto.
Habrá que ver cómo termina estas discusiones entre el gobierno de la 4T y la jerarquía católica con la Compañía de Jesús, cuál es la síntesis, porque indiscutiblemente, el problema de la seguridad carcome al país y amenaza con su viabilidad, para estar cada vez más cerca del Estado fallido, empezando por el Estado frágil que es incapaz de ofrecer seguridad a sus gobernados.
Tenemos un gobierno que no acepta su realidad, no es autocrítico, lo que se convierte en un obstáculo para la reconstrucción y recuperación de la gobernabilidad.
