OPINIÓN
El manejo de la pandemia en México: La ciencia de lo complejo y la nueva ola de contagios
Educación, por Isabel Venegas //
La ciencia representa el motor de transformación para la sociedad, habilita a su vez una maquinaria tecnológica que tiene la capacidad de diseñar instrumentos con los que el ser humano puede vivir más y mejor; muchas veces ha sido cuestionada por su utilidad, por la forma de dar resultados o por las implicaciones que en un mediano o largo plazo puede tener alguno de sus artilugios.
Desde que comenzó el fenómeno de la pandemia por la enfermedad de Covid19, diversas voces exigían que los científicos se avocaran a “inventar” urgentemente pruebas para detectar la enfermedad, luego vino el reclamo por diseñar un modelo más económico y masivo de máquinas para respiración artificial, y en un breve lapso sobrevino una demanda más: Las vacunas.
La mayoría de los científicos en casi todos los laboratorios del mundo invirtieron enormes cantidades de tiempo, dinero y esfuerzo para encontrar la fórmula; evaluaron los efectos secundarios y luego se dedicaron a buscar cómo asegurar las cadenas de abastecimiento a fin de producir cantidades suficientes para que cada localidad pudiera inmunizar por lo menos a su población de más alto riesgo, y es que ¿De qué serviría encontrar una vacuna si ésta se basa en una planta que solo se da en la punta del Everest?, ahora lo que necesitamos es que haya millones de ampolletas por día, y aunque no es lo mismo la investigación empírica, las construcciones teóricas, la administración o la logística…, en esta ocasión más que diferenciar se trataba de coordinar, articular y sincronizar.
Mucho antes de que estos medicamentos pudieran salir al mercado, la mayoría de los gobiernos habían firmado contratos con las farmacéuticas para asegurar el abasto, aunque muchos de esos convenios también llevaban cláusulas que protegerían al proveedor en caso de no poder cumplir con lo pactado.
México, igual que muchos otros países de Latinoamérica no tuvo el acceso que deseaba, ya fuera por no haber invertido el dinero suficiente o por no haber establecido los contratos con las empresas idóneas.
La mayoría de los analistas han criticado severamente al gobierno poniendo como contra-ejemplo de la región a Chile, puesto que su sistema de gobierno había logrado asegurar las tres cosas principales: comprar vacunas, distribuirlas correctamente y aplicarlas con los protocolos adecuados. Cierto es que las comparaciones deben guardar sus justas dimensiones; el territorio mexicano es el hogar de casi 130 millones de personas, mientras que el país impactado por la dictadura de Augusto Pinochet es el hogar de casi apenas 20 millones; tan solo en el estado de Jalisco nos acercamos cada vez más rápido a los 9 millones de habitantes, y de esas personas casi 1, 000,000 son adultos mayores, los más vulnerables,
El caso de éxito de la vacunación de Chile es vinculante de una economía que emergía con ímpetu; cuando en México el último trimestre del 2020 registró un ingreso per cápita del PIB calculado en 1.952 €*, el de su hermano continental tuvo un aproximado de 3.067 €*, razón por la que se vuelve más estruendoso el colapso en el sistema sanitario al presentar una fuerte oleada de contagios siendo el único país de la región que llevaba más del 50 por ciento de su población inmunizada. En nuestro país a la fecha se han aplicado 8.644.446 dosis, comparado con 10.780.764 de Chile, al mismo tiempo en México se registran 1.592,85 muertes por millón, cuando en Chile son 1.210,81 los decesos por cada millón de habitantes.
Es aquí donde toma relevancia la investigación desde un enfoque sistémico, es decir, un abordaje que integre la mayor cantidad de elementos posibles no solo por “robustecer” con un monto más significativo de datos, sino por atender al fenómeno como un sistema, como un ente complejo el cual afecta y es afectado de manera trascendente por sus principales actores. Desde esta perspectiva los trabajos no deben obedecer a un pensamiento lineal, es decir, la inferencia de posibilidades no puede reducirse a uno o dos planes de contingencia. Pensar que el problema queda resuelto con ir a poner una inyección -incluso si se pudiera aplicar a toda la población- es dejar de lado la gran oportunidad de entendernos a nosotros mismos como vida y muerte al mismo tiempo.
El abordaje sistémico es una forma de comprender los fenómenos desde una perspectiva holística que integra cada vez más componentes, que admite el dinamismo de las circunstancias y que considera a los sistemas como autopoiéticos, es decir, que tienen la capacidad de generar y/o enfrentar las condiciones con las cuales se reconstruyen a sí mismos atendiendo a la emergencia de diferentes condiciones; en el caso del país chileno, por ejemplo: ¿En qué medida se han considerado como factores determinantes la concepción de los ciudadanos ante la obligatoriedad de seguir manteniendo las medidas de sanidad? ¿Con que otros factores del comportamiento se relacionan ante la nueva ola de contagios? Los sociólogos, los psicólogos, los pedagogos, también están produciendo información que seguramente estará aportando a sus centros de trabajo, pero que no forma parte de las mesas de salud en la mayoría de las regiones latinas.
Buenas lecciones nos da este país hermano, justo cuando en el nuestro estamos lejos de poder haber llegado a la meta de vacunación y sin embargo ya vivimos un júbilo en muchos centros vacacionales como si hubiera terminado el virus del COVID-19. Hace falta indagar sobre las ideas que los ciudadanos se construyen ante protocolos como el de la sana distancia, o los controles de seguridad y sanitización de mercancías o de personas, etc. Los impactos de esta crisis son de una magnitud colosal y los ámbitos en los que está dejando huella son muchísimos, pero la solución debe considerarse con la implicación del mismo nivel.
Aprender la lección correcta tras un golpe como este, nos debe abrir puertas a la solución de muchas otras enfermedades, pestes y tragedias. Si ya hemos visto la fragilidad del ser humano, es porque también hemos podido apreciar toda la riqueza que nos ofrecen la ciencia y la tecnología.
El colapso del sistema de salud chileno ha encendido de nuevo las alarmas tras haber detectado que la falsa seguridad que comenzó a permear en la población se correlacionó con el registro de personas de menor edad en los hospitales; hacía tiempo que los jóvenes pensaban que el riesgo era solo para la gente mayor, mientras que países europeos como Francia y Alemania siguen evaluando volver al confinamiento total y con ello sufren de aumentos en las tasas de depresión y ansiedad en ese mismo sector de la población; por su parte Brasil se encuentra ante un caos mayor al haber perdido el control de los sistemas sanitarios.
Es urgente recordar que la ciencia tiene como principal objetivo: darnos la mirada más allá de lo evidente. Unamos todas las manos, coordinemos todas las acciones y abramos cada vez más canales de diálogo, más redes de investigación con enfoques de complejidad, para que la ciencia y la tecnología avancen a ritmos de la sociedad y no solo de alguna mesa técnica.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa_venegas@hotmail.com
