OPINIÓN
El miedo al poder: ¿Cómo escribir de esto?
Con todo respeto, por Jorge Zul de la Cueva //
Primero fue Anabel Hernández, luego Ravelo, después Buscaglia y finalmente, en lo local, Pedro Mellado. Es difícil señalarlo, porque hay un riesgo no menor en cada palabra que sale de nuestra boca en la capital nacional de las desapariciones, donde incluso el gobernador reconoce que su fiscalía está infiltrada.
Ellos son gobierno, tienen carros blindados, fuerzas policiales y una fiscalía que reconocen con influencias criminales a su mando. Tienen toda clase herramientas a su disposición y yo estoy escribiendo en un celular. ¿Cómo entonces decir lo que debemos decir con esta disparidad de fuerzas? ¿Qué puede hacer la pluma contra la ira de la espada?
Desde mi frágil pequeñez, señalarles a ellos, cómo les han señalado Anabel, Ravelo, Buscaglia y Mellado no es tan fácil y espanta el sueño. Si así con puro sarcasmo, con memes y burlas genuinamente me pregunto ¿Cómo salir a la calle? ¿Cómo resolver este amasijo de miedos? ¿Cómo encontrar valor para hablar del agua que corre bajo el río que suena fuerte? ¿Cómo vencer el terror para llamar a las cosas por su nombre?
Se enojan con los memes, rabian con el Twitter, y lo hacen saber. Ha habido más de una noche en la que duermo mal y me despierto temeroso ante los crujidos del árbol mecido por el viento en la ventana ya que escribí una broma de 140 caracteres, un meme de Alfaro nostálgico en una palmera. Ese es mi quehacer pero ellos dan miedo y pueden ejercer violencia impune. Nosotros no tenemos más que nuestra palabra y faltan todas las herramientas para defendernos, estamos indefensos y lo sabemos. ¿Cómo entonces señalarles más allá del cartón político, de la sugerencia?
Hay una inmensa disparidad entre el poder y los que con muchas limitaciones escribimos en los medios locales y las redes.
Salvo honrosas excepciones, hay que decirlo, cuando pasa lo que siempre pasa, cuando secuestran y destazan a un empresario prominente, por ejemplo, miramos a otra parte por miedo y porque no hay garantías de seguridad. No pocos imaginamos golpes en la puerta de la casa a deshoras. Imaginamos hombres armados, cajuelas de autos, finales infelices, terribles y sangrantes porque nos hemos ganado el odio de un poder vengativo en la tierra del no pasa nada, en el Jalisco de los 15 mil desaparecidos según datos oficiales.
¿Cómo entonces escribir de testigos protegidos, de los señalamientos cada vez más claros? ¿Cómo dejar tinta en torno a la noche que se avecina o al amanecer que no aparece?
Creo que simplemente no se puede. Hace tiempo que dormir en paz y de corrido es casi imposible y más allá de ese monumento supuesto a los periodistas, más allá de las apariencias y los discursos, la verdad es que estamos indefensos.
A mí me dicen no pocos y no desde hace poco, que no salga de noche, que mire sobre mi hombro cuando camino y estoy seguro no soy el único que habita en la certeza de que se vive de prestado; de que en cualquier momento, como en las viejas dictaduras, podrán tumbar la puerta.
No exagero cuando les digo que mi consuelo no es salvarme, sino que la cosa termine rápido. Así vivimos, así escribimos, así estamos. Recuerdo con admiración a Agustín del Castillo que me dijo, en un café sobre Tolsá, que hay que escribir las cosas como son al costo de uno mismo y ni modo. También suena en mi oído la voz de Jaime Barrera, que al preguntarle sobre esto respondió, -palabras más, palabras menos- que no podemos renunciar y no hay otra manera que escribirlo sin tapujos, de frente y como es.
Por eso hoy quiero dejar constancia de este miedo, que no congela sino que obliga a seguir. Creo que el camino es ventilar el aire, abrir puertas y ventanas, abrir los escotillones y decir claramente que hace miedo, pero que pase lo que pase, no puede matarse la verdad matando periodistas en Jalisco, donde últimamente hasta hacer memes quita el sueño.
