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OPINIÓN

El PRI se ubica en la social democracia: La disputa de autonombrarse partidos de izquierda en México

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Opinión, por Pedro Vargas Avalos //

Ya sabemos que en tratándose de pensamiento, ideología o política, a quienes se declaren o ubique como conservadores, se les conoce como de “derecha”; por el contrario, a quien se le identifica como progresista o de avanzada, suele calificársele de “izquierda”.

Es claro, como lo ha dicho el notable pensador italiano Norberto Bobbio, que lo que llamamos izquierda tiene a la promoción de la igualdad como una de sus ideas prioritarias, aunque no la única: Punto irrenunciable de la izquierda es, por consiguiente, la búsqueda de la igualdad, pero sin excluir las garantías individuales y la participación ciudadana. En consecuencia, como señala el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, el actuar progresista no puede excluir la libertad, la democracia y la moral. De allí que, el pensamiento de izquierda debe ser democrático y crítico de la centralización del poder, así como de la concentración de la riqueza en pocas manos, promoviendo preceptos de justicia distributiva.

LOS DETRACTORES DE AMLO

El creador de “Sí por México”, Claudio X González, e impulsor del “Va por México”, declaró en días recientes, que era de centro progresista: “Yo soy de izquierda, AMLO es populista”, dice y tacha al presidente de inepto y mentiroso. Y como su padre -de igual nombre- quien fue colaborador de Carlos Salinas “El héroe de Agua Leguas”, es un riquísimo empresario, a su entrevistador le confesó, como queriéndose exculpar: “No soy empresario ni conozco a Salinas”, enfatizando que el exmandatario neoliberal, “No está atrás de nosotros: soy demócrata, lucho por los derechos sociales”. Lo anterior lo declaró ante el furibundo impugnador de López Obrador, Carlos Loret de Mola, cumpliéndose el refrán popular que reza: Dios los hace y ellos se juntan. (twitter, 19 de nov. 21.)

Ante esas manifestaciones del opulento junior, que según él solo es “filántropo” (con ingresos de $300 mil pesos mensuales solo por dirigir una ONG gestada debido a su generosidad, la famosa Movimiento contra la Corrupción y la Impunidad -MCCI-) vinieron reacciones de todo tipo. Poor ejemplo, Simón Levy, un auténtico empresario expuso: “Claudio es rentista de turno, de los seudo empresarios que tanto daño han hecho a México” (25 oct. 21, programa Los Periodistas). Con su MCCI busca hacer justicia en los bueyes del compadre, ya que solo acomete a los que no piensan como él y sus patronos (Leche Lala, Eduardo Tricio y un club de empresarios), a los que desde luego no tiene en su mente investigar. Y concluye este inversionista y exfuncionario público, que el personaje de la X -equis-: “Forma parte del contubernio con la política”.

Doña Ifigenia Martínez, la galardonada economista y política mexicana admirada en todo el país, manifestó el 11 de octubre, el recibir la medalla Belisario Domínguez: “Con López Obrador, hoy contamos con un gobierno democrático de izquierda transformadora”. Es decir, que a pesar de lo que digan los detractores, y uno que otro envidioso, el primer mandatario sí profesa y practica los principios de la izquierda. Y quien los asuma no debe ser dubitativo al aplicarlos: “no hay, en épocas de transformación, justo medio, son tiempos de definiciones” (AMLO, discurso por su tercer año de gobierno, 1-dic-2021).

Una artificial periodista y evidente seudo política (Lily Téllez), que confesó haberse equivocado tanto en la izquierda (con motivo de que para llegar al Senado, se apoyó en el presidente) como con la derecha (pues firmó declaraciones reaccionarias con Santiago Abascal, el español intransigente de Vox), quien de la bancada de MORENA desertó y pasó a la panista, no se dijo de izquierda, pero una concolega suya, la senadora Antares Vázquez, prontamente la calificó al hacer uso de la tribuna de la Cámara Alta: la señora que me antecedió, es “traidora al pueblo de Sonora y al presidente de México, …que la trajo a este Senado”. Así es que muy difícilmente podrá esa escandalosa tránsfuga, declararse de izquierda.

En nuestra patria, fueron izquierdistas muchos personajes, aunque no lo hayan manifestado. Es más, por su trayectoria e ideales, Morelos “el siervo de la nación” sería un precursor de esta corriente. Y Prisciliano Sánchez, el padre del federalismo, también hubiese militado en tal sector. Y así podríamos enumerar muchísimos próceres nacionales, desde Juárez hasta los Flores Magón. Hasta llegar la época del priáto (1929-2018), iniciada con su antecesor el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y continuada por el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), para finalmente culminar con el Revolucionario Institucional (PRI). Hubo un lapsus interruptus -tramo fallido- en este priáto, en que gobernó el panismo, pero por la afinidad de unos y otros se le llama del PRIAN.

En la historia del PRI, hubo una etapa izquierdista (Lázaro Cárdenas) que el mismo entonces mandatario no quiso mantener, pues el más puro socialista que lo debería hacer sucedido (Francisco J. Mújica) no recibió su apoyo. Recordemos que en el priáto, el presidente en turno designaba al heredero, por lo cual el maestro Daniel Cosío Villegas, escribió que, esa era la principal ley no escrita del sistema, común al PNR-PRM-PRI, o sea, una “monarquía absoluta sexenal hereditaria en línea transversa” (Daniel Cosío, 1974). Resultado de tal situación, fue una competencia electoral ficticia, y por lo tanto los izquierdistas realmente estaban marginados.

DEL PC-PSUM-PMT AL FDN

En 1981, el Partido Comunista (PC) y algunos organismos que se unieron, forjaron el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), en tanto que otro organismo de izquierda, el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) se mantuvo al margen de dicho proceso, logrando también registro legal y lograr diputaciones en 1985. Al año siguiente, (1986) surgió la Corriente Democrática dentro del tricolor; la encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez y así, dentro del partido del gobierno manifestaron su oposición a la política neoliberal instrumentada por el entonces presidente Miguel de la Madrid (1982-1986). Podríamos decir que ese movimiento tenía principios de izquierda social. Pero fracasó y en 1988 se transformó en el Frente Democrático Nacional (FDN).

Ese Frente, con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, tuvo un poder de convocatoria insólito, comparable sólo a la que tuvo Madero en 1910 y mayor a la del Gral. Juan A. Almazán en 1940; eso no obstante que dicho aspirante, decía Carlos Monsiváis, “su único carisma era ser anticarismático”. Había en ese momento (1988) un auténtico izquierdista, Heberto Castillo, quien fungió como secretario particular del general Cárdenas, y por tanto se le consideraba su heredero político: habiendo sido nominado candidato presidencial del PMS (Partido Mexicano Socialista, surgido un año antes por la unificación de los partidos de izquierda), tuvo la grandeza de declinar en mayo de 88 en favor del hijo de su maestro. Desde antes de las elecciones -que serían el 6 de julio-, la población identificada con la izquierda parecía haber elegido a Cuauhtémoc Cárdenas como su caudillo: fue seguido masivamente, porque evocaba los principios propios del nacionalismo revolucionario que habían sido falsificados o truncados durante décadas por el PRI (Mario Ruiz Sotelo: Morena, la izquierda y la consolidación de la democracia, Argumentos, núm.32, UAM, Xochimilco, 2018).

Anota el escritor antes aludido, que la corriente progresista del nacionalismo revolucionario aliada a la surgida de organizaciones socialistas típicamente de izquierda, no logró el poder no solo porque el sistema se “calló”, es decir, del mero fraude electoral, sino porque “En realidad, lo que hizo posible que se consumara el triunfo de Carlos Salinas fue la alianza PRI-PAN, aceptada abiertamente por los entonces líderes visibles del panismo, Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos”. Al gobierno surgido, Heberto Castillo lo describió con la fórmula: “El PAN propone y el PRI dispone”.

LA FIGURA DE CUAUHTÉMOC CÁRDENAS

Fue en ese ambiente que se manifestó, al inicio de 1994, el EZLN, significando una gran reanimación de las ideas de la izquierda, pero ahora con ecos externos. En 1996, con un IFE autónomo, Cuauhtémoc Cárdenas consiguió conquistar la Ciudad de México (1997); lastimosamente, la Presidencia en 2000, quedó en manos del panista Vicente Fox, quien trivial y aturdido, solapó la alianza con el PRI y evitó la cristalización de la izquierda cuando sobrevino la sucesión de 2006, en las cuales imperaron campañas que fomentaban el miedo y la intolerancia hacia la opción izquierdista, teniendo como corolario resultados tildados de fraude: especialmente por la sospechosa actitud del Tribunal Federal Electoral, a) denegó el recuento total de votos, siendo que la diferencia entre el primer y segundo lugar era poco más de medio punto, y b) admitió que hubo infracciones a la ley, pero no suficientes para anular la elección: eran delitos electorales pequeños (¿?). Solo así, la alianza de facto PRI-PAN triunfó nuevamente, “haiga sido, como haiga sido”. El pueblo guardaría esos agravios.

Tras el oscuro sexenio de Calderón, el PRI y sus compañeros de viaje (empresarios, medios, membretes a modo, etc.) perfiló a Enrique Peña Nieto como candidato a la Presidencia, enfrentando a López Obrador, quien, aunque inició mal, vino de menos a más, pero no pudo vencer. Peña Nieto renovó la consabida alianza con el PAN, al que se uniría parcialmente el PRD, con lo cual virtualmente quedó fuera del poder la izquierda partidaria: entonces, López Obrador con gran visión activó la organización de Morena, organismo representativo de los principios del nacionalismo revolucionario que el cogobierno PRI-PAN pretendieron sepultar.

Están de acuerdo los observadores de la política y comentaristas de la vida pública nacional, que el período de Peña Nieto, ha sido el más corrupto de todos los de la etapa neoliberal; la mayoría de los ciudadanos también así opinan.

En 2018, los comicios presidenciales dieron un contundente triunfo a la izquierda abanderada por López Obrador, reconociendo que este se condujo conforme su ideal: “el noble oficio de la política exige autenticidad, y definiciones; ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos no zigzaguear; si somos auténticos, si hablamos con la verdad y nos pronunciamos por los pobres y la justicia, mantendremos identidad y ello puede significar simpatía, no sólo de los de abajo, sino también de la gente lúcida y humana de la clase media y alta, y con eso basta para enfrentar a las fuerzas conservadoras, a los reaccionarios”. (Discurso a tres años de gobierno, 1 de diciembre de 2021).

LE DIMOS UNA PATADA AL NEOLIBERALISMO”

Recientemente se llevó a cabo la 23 Asamblea Nacional del PRI, en la cual los tricolores aprobaron definirse como un partido socialdemócrata y se deslindaron del neoliberalismo de las administraciones pasadas. Así lo dio a conocer Rubén Moreira, coordinador del grupo parlamentario del tricolor en San Lázaro: “México necesita un partido de centro izquierda: el PRI es la opción”. Mediante su cuenta de Twitter, Moreira, también exsecretario general cuyo cargo ahora ocupa su esposa -Carolina Viggiano- detalló que por mandato su institución es un partido de centro izquierda y definió a los integrantes de éste como “feministas, ambientalistas, enemigos de la discriminación, progresistas y aliados de las causas populares”. Concluyendo con una categórica locución: “Le dimos una patada al neoliberalismo que nos impusieron desde el poder”. (Rubén Moreira, 11 dic.2021).

Alito, el priista, declaró el 11 de diciembre, al final de la Asamblea priísta: “claro que estamos listos, yo tengo 46 años, pero he sido nada más 3 veces diputado federal, senador, gobernador, presidente nacional del PRI, todos estamos listos, al final del camino lo que se necesita es un buen cuadro, un buen liderazgo para enderezar el camino del país”. “Reconocemos nuestros errores, pero tenemos propuesta, tenemos proyecto, vamos a construir, no tengan duda”.

ES DE EXTREMA AMBIGUA”

A lo anterior, lo del priísmo de centro izquierda, Juan Ignacio Zavala (hermano de Margarita Zavala) de inmediato esclareció: En los “90 tardíos, cuando se hablaba de la ideología del PRI, algunos en el PAN decíamos que era de “extrema ambigua”, pues lo mismo le daba, por ejemplo, nacionalizar la banca que privatizarla”, es decir, ser de izquierda que de derecha.

Para ultimar esta revisión del izquierdismo mexicano, diremos que el decaído PRD (Partido de la Revolución Democrática) está dirigido por el líder de su corriente o tribu “Nueva Izquierda”, el señor Jesús Zambrano (uno de los chuchos, junto a Jesús Ortega), quien el 4 de diciembre reciente, tras su Asamblea Nacional, aseveró que: “uno de sus objetivos es enfrentar a ´esa versión de la izquierda radical que no tiene nada de izquierda ni de democrática´ y que hoy está instalada en la conducción del país”. El primer mandatario, a lo dicho por perredistas y priístas, les encaró: Si son de izquierda, que respalden la reforma eléctrica, pues de otra manera traicionan a Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos. (Sin Embargo, 15-12-21).

Así las cosas y por lo narrado, la moda es declararse de izquierda, ya sea centro-izquierda, izquierda progresista, transformadora, revolucionaria, social, nueva, etc. En pocas palabras, ser de izquierda, es la usanza en boga de los que se dedican a la política; por lo tanto, al ser esta demasiado importante, es necesario no dejarla solo en manos de los políticos. De esta verdad debemos estar convencidos todos los mexicanos, para poder exigir como ciudadanos íntegros y en su momento, saber cumplir como electores comprometidos.

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JALISCO

A más de 79 mil jaliscienses llega “Yo Jalisco” en 39 municipios

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Por Mario Ávila 

Desde su inicio en mayo, las Brigadas “Yo Jalisco” han acercado servicios de salud, asesoría legal y programas sociales a 79 mil 880 personas en 39 municipios del estado, consolidándose como una estrategia integral para reducir desigualdades y atender a comunidades de difícil acceso.

El esfuerzo coordinado entre distintas dependencias estatales ha permitido otorgar más de 39 mil atenciones médicas, 2 mil 962 servicios de la Procuraduría Social, 28 mil 390 trámites del Registro Civil, mil 323 del INEEJAD, 5 mil 344 apoyos del DIF Jalisco y 2 mil 34 refrendos de licencias por parte de la Secretaría de Transporte.

Andrea Blanco Calderón, coordinadora general estratégica de Desarrollo Social, resaltó que las brigadas buscan garantizar el acceso a servicios públicos esenciales, desde la expedición de actas de nacimiento hasta la renovación de licencias de conducir. “Cada persona que participa tiene una meta compartida: reducir la brecha de desigualdad en el acceso a los servicios”, expresó.

Por su parte, Karina Hermosillo Ramírez, coordinadora general de Gestión del Territorio, destacó que el componente de movilidad y conectividad también se fortalece con proyectos como el Plan Carretero Estatal, que en 2025 habrá intervenido 3 mil 500 kilómetros de los más de 4 mil 500 que integran la red estatal.

Entre los nuevos servicios, se anunció la incorporación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS), que brindará asesoría jurídica y vinculación laboral. Su titular, Ricardo Barbosa Ascensio, explicó que la dependencia busca acercar la justicia laboral a todos los municipios, especialmente a aquellos que no cuentan con centros de conciliación.

El director del OPD Servicios de Salud Jalisco, Héctor Hugo Bravo Hernández, informó que las brigadas han proporcionado consultas médicas, detecciones de cáncer, pruebas de VIH y sífilis, vacunación, salud bucal y esterilización de mascotas, entre otros servicios.

Asimismo, Héctor Pizano Ramos, procurador Social del Estado, subrayó el valor humano detrás de cada atención brindada: “Cada servicio no solo es un trámite; es una persona que recupera su identidad o una familia que accede a la justicia”, señaló.

El Registro Civil de Jalisco ha expedido 26 mil 370 actas gratuitas, mientras que el INEEJAD ha ofrecido más de mil servicios educativos mediante su “camión escuela”, que permite certificar estudios de primaria y secundaria.

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JALISCO

Reforma judicial en Jalisco: Entre la soberbia política y la oportunidad

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– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac

La reforma judicial en Jalisco enfrenta un momento crítico. Las fuerzas políticas, atrapadas en intereses partidistas y sin acuerdos, tienen el desafío de construir un sistema que inspire confianza y certidumbre a los jaliscienses.

La falta de diálogo, la soberbia y las alianzas oportunistas amenazan con repetir errores del pasado, mientras el gobernador Pablo Lemus impulsa un modelo que elimine el reparto político de jueces. ¿Podrán los partidos priorizar la justicia sobre cálculos electorales o seguirán atrapados en los juegos del poder?

RECHAZO CIUDADANO A LA POLITIZACIÓN JUDICIAL
El reciente proceso de reforma judicial federal dejó una lección clara en Jalisco: con una abstención del 92.97% –la segunda más alta del país tras Guanajuato–, los ciudadanos rechazaron enérgicamente la politización del Poder Judicial.

Las reformas impulsadas por Morena a nivel federal, y replicadas en algunos estados, son percibidas como una toma de poder disfrazada de “democratización”. Esta desconfianza ciudadana es un mensaje contundente que la oposición local –Morena, PAN y PRI– parece ignorar al avanzar en una reforma sin consenso amplio, excluyendo a Movimiento Ciudadano (MC), que cuenta con 11 de los 38 escaños en el Congreso del Estado.

Esta exclusión, calificada como un “madruguete” legislativo, ignora la lección del descontento popular y arriesga generar otra reforma fallida, marcada por baja participación y una creciente percepción de control político sobre la justicia.

En marzo, este espacio destacó la oportunidad de una reforma “al estilo Jalisco”, propuesta por el gobernador Pablo Lemus para desterrar el modelo de “cuotas y cuates”. Este enfoque, basado en filtros académicos y ciudadanos, buscaba garantizar una justicia imparcial.

Foros coordinados por el jurista Arturo Zamora, con la participación de universidades, empresarios, organizaciones sociales y ciudadanos, sentaron las bases para un sistema judicial transparente. Sin embargo, la oposición parece desoír este llamado, optando por priorizar intereses políticos sobre el bien común, perpetuando un esquema que compromete la confianza en el Poder Judicial.

LA ALIANZA ANTINATURAL
La coalición opositora en el Congreso –Morena, PAN y PRI– resulta desconcertante por su contradicción. Estos partidos, que en su momento criticaron la reforma judicial federal por su riesgo de politizar la justicia, ahora se alían en Jalisco en un aparente intento de debilitar al gobierno de MC.

¿Qué motiva esta unión? ¿Es un simple malestar con Lemus o un cálculo electoral para erosionar el dominio de MC, que ha consolidado su liderazgo en el estado?

La alianza, lejos de estar motivada por la transparencia o la imparcialidad, parece diseñada para golpear al gobierno estatal, ignorando el llamado de Lemus a una “armonización ciudadana” construida con la colaboración de barras de abogados, universidades y sociedad civil.

El modelo actual del Poder Judicial en Jalisco, dominado por complicidades políticas entre PAN, PRI y MC, es insostenible. Lemus ha reiterado su compromiso para acabar con este sistema de cuotas que pone precio a la justicia, un esquema que ha generado un sentimiento generalizado de desconfianza entre abogados y ciudadanos que interactúan con el Poder Judicial.

Sin embargo, la oposición, al avanzar sin un diálogo inclusivo, perpetúa un sistema que traiciona la confianza ciudadana.

La pregunta es inevitable: ¿realmente están comprometidos Morena, PAN y PRI con una reforma que beneficie a los jaliscienses, o buscan solo un ajuste de cuentas políticas?

Esta unión oportunista no solo contradice sus posturas previas, sino que arriesga el futuro de una justicia imparcial en el estado.

HACIA UNA REFORMA GENUINA
La operación política del gobierno de Jalisco ha mostrado deficiencias. En un Congreso donde ninguna fuerza política cuenta con los 26 votos necesarios para aprobar una reforma constitucional, Lemus ha tenido que intervenir directamente para evitar el estancamiento.

La sociedad jalisciense demanda una reforma moderna, confiable y alejada de elecciones populistas que comprometan la experiencia y profesionalismo judicial.

La oposición tiene en sus manos una oportunidad histórica para construir una justicia al servicio de los ciudadanos, no de grupos de poder que operan como mafias dentro del Poder Judicial.

El gobernador ha propuesto un diálogo abierto, inclusivo y basado en la participación de expertos y ciudadanos. Sin embargo, la rigidez de la oposición amenaza con mantener la parálisis legislativa, atrapada en posiciones maniqueas que priorizan el revanchismo político sobre el interés público.

Los próximos días serán cruciales para alcanzar acuerdos que rompan con el modelo de cuotas, fortalezcan la imparcialidad y respondan al clamor ciudadano por una justicia accesible. Jalisco no puede permitirse otra reforma fallida que profundice la desconfianza en sus instituciones.

UN LLAMADO A LA RESPONSABILIDAD COLECTIVA

La justicia en Jalisco no puede seguir siendo rehén de intereses partidistas. Morena, PAN, PRI y MC deben dejar atrás la soberbia y abrazar la humildad para construir un diálogo genuino.

La ciudadanía, como verdadero juez de este proceso, espera una reforma que restaure la confianza en el Poder Judicial, no que alimente la percepción de control político. Esta es una oportunidad única para que los partidos trasciendan los juegos del poder y construyan un legado que honre a los jaliscienses.

Que escuchen el mandato de las urnas y trabajen juntos por una justicia accesible, imparcial y libre de componendas. El futuro de Jalisco depende de que esta reforma sea un reflejo de los valores de sus ciudadanos, no de las ambiciones de sus políticos.

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JALISCO

Entre el mea culpa y el cálculo: El descuido en Casa Jalisco

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– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

En Jalisco la política no se cuece: hierve. La reforma judicial levantó la tapa y escapó el vapor de lo obvio: en Casa Jalisco hubo descuido. Pablo Lemus lo admitió con retraso y promesa: “me meteré personalmente a reconstruir la relación”. Traducción en castellano llano: falló el operador, se enmoheció el diálogo y los números no dan.

En el Congreso solo rige una gramática: 26 votos.

La oposición (Morena, PAN, PRI, Hagamos, Futuro y PT) no los juntan.

El Ejecutivo, menos.

Resultado: “cabildeo” exprés, citas por separado, romería de coordinadores entre Hidalgo 222 y Palacio. No es diálogo; es caza de tres o cuatro voluntades que ajustan una Constitución.

Cuando no hay proyecto, se busca coartada: José Luis Tostado, coordinador de MC, puesto en la picota por el “descuido”. En la coda aparece el secretario de Gobierno, Salvador Zamora. Desde Casa Jalisco matizan: no habrá cabezas… por ahora. Habrá “afinación”. Misma partitura, distinto volumen.

  • El Gobierno acepta desconexión con opositores.

  • La oposición presume mayoría de maniobra y exige que el Gobernador dé la cara en el Legislativo.

  • La IP suplica “no politizar” lo que, por definición, es político: quién nombra, evalúa y disciplina a juezas y jueces.

  • La riña real no es la “tómbola” de desempate (cortina de humo), sino el control de filtros, la integración de jurados y sus lealtades.

Conclusión provisoria: la “reforma técnica” huele a reparto fino. No suena a reforma de Estado, sino a ajuste para ganar eficacia… y previsibilidad política.

Los opositores invitan a Lemus al Congreso; mientras, en Casa Jalisco operan en carriles paralelos: reuniones uno a uno, promesas, calendarios, guiños. “No es dividirlos —dicen—; es dar a cada uno su lugar”. Manual conocido: personalizar, fragmentar, diferir el texto. Cuando llegue el proyecto “conciliado”, el espacio para el escrutinio ya habrá cerrado.

Además, dos magistraturas en el alambre. Si el martes no hay designación, la afirmativa ficta ratifica a quienes hoy ocupan el asiento. El reloj —no la razón— es el arma. O amarran ya, o se quedan con lo que hay. Esto no es arquitectura constitucional; es relojería política.

Coparmex y COMCE piden sacar la reforma de la grilla. Comprensible; sin certeza, no hay inversión que resista. Pero “despolitizar” una reforma política es un oxímoron útil. Lo serio sería: minutas públicas; criterios de selección verificables; perfiles y conflictos de interés a la vista; cronograma que no dependa del humor de la mesa. Menos tribuna, más trazabilidad.

El Gobernador acepta el error; no explica su causa. Se dice que hubo disposición; faltó oficio. Y el déficit de oficio se paga caro: se erosiona la confianza entre poderes, se fortalecen los extremos y la ley se vuelve rehén del chantaje de la parálisis. En el pantano, el incentivo deja de ser institucional y se vuelve coyuntural.

Prometen “apretones de tuercas”. En papel: “un solo texto”. En práctica: expediente con zonas grises, diseño de gobernanza bajo llave y dos nombramientos que amarran hoy e hipotecan mañana. Si cierran en corto, saldrá una reforma hecha al tamaño del equilibrio de turno; si abren el proceso, quizá alcance para una reforma que sobreviva gobiernos.

Convertir a Jalisco en el “Silicon Valley mexicano” requiere más que parques y pitch decks: requiere un Poder Judicial independiente, profesional y previsible. El capital tolera impuestos; lo que no tolera es incertidumbre. Y la certeza no nace de tómbolas ni de boletines, sino de reglas claras, procesos públicos y decisiones revisables.

La crisis legislativa obligó a todos a mostrar la mano: el Ejecutivo admitió que perdió el control fino, la oposición evidenció que, sin MC, puede marcar agenda, pero no coronarla, la IP recordó que sin garantías no hay relato de progreso que aguante. Falta lo principal: que la ciudadanía vea, en tiempo real, cómo y por qué se cambiará la justicia que la toca a diario.

La historia enseña que las reformas cocinadas en silencio terminan gritando en los tribunales. Prudencia no es callar: es abrir puertas, encender luces y dejar que la aritmética se escriba con tinta pública. Solo así el mea culpa pasa de pose a corrección. Solo así la reforma será reforma, y no reparto con fecha de caducidad.

En X @DEPACHECOS

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NACIONALES

La conquista que no termina

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– Opinión, por Miguel Anaya

Siempre me ha parecido curioso que, quinientos treinta y tres años después, sigamos hablando de la Conquista como si hubiera ocurrido ayer, como si Hernán Cortés acabara de desembarcar en Veracruz con la mirada puesta en Tenochtitlán y el corazón lleno de encomiendas. No deja de ser fascinante la capacidad mexicana de contar la historia, no como tragedia, sino como pretexto.

Se nos enseñó que fuimos cruelmente conquistados. Lo aceptamos con un dramatismo casi teatral, como si los pueblos originarios hubieran sido un solo cúmulo de inocencias y los españoles, solamente un ejército de codicia y brutalidad.

Pero la realidad, siempre tan poco romántica, fue más compleja: hubo alianzas, traiciones, intereses, cálculos y, sobre todo, normalidad. La conquista no fue una excepción, fue la regla de una época donde conquistar territorios era tan legítimo como hoy hacer fusiones empresariales o acuerdos comerciales.
El poder siempre ha tenido el mismo rostro, solo cambia sus formas.

Nos empeñamos en sentirnos víctimas eternas. Reclamamos por la Conquista como si estuviéramos esperando una disculpa de los siglos XVI o XVII. Exigimos perdón retroactivo, pero la historia, aunque a veces cruel, no tiene oficina de quejas. Lo único que hace es avanzar, mezclando a vencedores y vencidos hasta que se olvida de qué lado viene cada quién. De esa mezcla —dolorosa, contradictoria, fecunda— nació México.

Porque, aunque duela, México no es lo que quedó de los mexicas, ni lo que impusieron los españoles: es lo que ambos se vieron obligados a inventar. Un país mestizo, con dioses de piedra y vírgenes de yeso, con voces indígenas en el eco del español y una fe que huele a copal y a incienso. Esa es nuestra conquista: haber sobrevivido al choque de mundos sin dejar de ser un poco de ambos.

Lo que llamamos sincretismo no fue solo una mezcla cultural; fue una estrategia de supervivencia. Los pueblos indígenas no desaparecieron: se mimetizaron, aprendieron el idioma del invasor y escondieron a sus dioses detrás de santos. Los españoles no triunfaron del todo: quedaron atrapados en una tierra que los absorbió, que los hizo perder el acento y, en muchos casos, amar más esta tierra que la propia. De esa contradicción nació nuestra identidad: un mestizaje que no se elige, pero que se asume.

A pesar de lo anterior, hay quienes añoran un pasado indígena idealizado, como si los mexicas hubieran sido una comuna perfecta; otros sueñan con una Europa que nunca los reconocerá como su reflejo. Ambos extremos son falsos, pero cómodos en la narrativa: uno ofrece la inocencia, el otro la superioridad.
El mestizaje, en cambio, exige madurez: aceptar que venimos de una violencia, pero también de una creación; de una herida, pero también de una fecundidad.

Quizá lo que más nos cueste reconocer es que seguimos conquistándonos unos a otros, porque así es el mundo, porque así es la humanidad. Los nuevos conquistadores hablan diversos idiomas y prometen inversiones; la riqueza ya no se mide en lingotes, sino en clics, bitcoins y contratos. Las conquistas no se acabaron, se digitalizaron.

Por su parte, México sigue celebrando el Día de la Raza sin saber muy bien qué raza celebra, o marchando por la Independencia confundiéndola con la revolución, porque en el imaginario popular, cabe casi todo. Tal vez esa sea nuestra mayor conquista: haber aprendido a vivir en medio de la contradicción.

No somos víctimas ni victimarios; somos descendientes de ambos. Al final, hay que entender y aceptar nuestro pasado para abandonar la narrativa de la victimización y abrazar el discurso del desarrollo, pues toda nación es el resultado de una conquista: la del tiempo sobre la memoria, la del sistema sobre el individuo, la del extraño que traspasó sus fronteras.

Y si algo nos enseña la historia es que, aun después de la conquista o aun después de la derrota, los pueblos que saben adaptarse y construir una narrativa de progreso se fortalecen.

Así fue con Japón, así fue con Alemania y así puede ser con México.

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