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OPINIÓN

El primer tercio de la Cuatro T

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

El 29 de noviembre, en una zona marginada de Tijuana, el primer mandatario recordó el inminente segundo aniversario de su gobierno: «no ha sido fácil, porque enfrentamos la pandemia, la crisis económica y enfrentamos a los conservadores que querían mantener el mismo régimen de corrupción y de privilegios», advirtiendo a éstos: no van a poder.

Con la salida de Alfonso Romo, del importante cargo de Jefe de la Oficina de la Presidencia, el México polarizado que vivimos, quedaron escasos puentes para que las partes que están enfrentadas (partidarios de la 4T y adversarios conservadores) se entiendan entre sí. En mucho se debe a que AMLO, al calificar a quienes lo embisten, los descarta porque “no somos iguales” y a cada rato esa “minoría rapaz” arremete irracionalmente contra su gobierno.

No cabe duda de que al terminar el primer tercio del sexenio de la 4T, lastimosamente los mexicanos no hemos podido caminar unidos. Por cualesquier motivo terminamos raspándonos unos a otros, y fanáticamente le echamos porras a nuestros “gallos” ideológicos, lo cual es algo lamentable.

Durante las campañas presidenciales, la mayoría estábamos de acuerdo con el diagnóstico: la corrupción había alcanzado niveles insoportables: la desigualdad social y la economía informal eran muestra palpable de que el sistema se había agotado en lo esencial y las muestras de rabia y desesperación de los de abajo barruntaban riesgos reales de inestabilidad. De cara a la indignación y a la tensión creciente, latente desde hacía años, en 2018 se consideró que era “el tiempo de los pobres por el bien de todos”.

Esa fue premisa en la que podían coincidir la mayoría de los mexicanos en lo general, por lo que se decidió que “juntos haremos historia”. Y el Presidente ha privilegiado la atención a las clases populares, “destacando que los apoyos sociales se han elevado a nivel constitucional para que, sea quien sea el que esté en el gobierno, los programas para adultos mayores, becas y apoyos a niños con discapacidad se preserven”. (La Jornada, 29-XI-20).

Es de considerar que el estilo de López Obrador, provocador y confrontador, alza ampollas y genera polarizaciones sociales. Y como para pelearse cuando menos se necesitan dos, de los sectores medios y altos emergieron los contendientes, no incluyendo entre estos a los periodistas que son necesarios en el engranaje social.

Pero de los pudientes y aliados podemos decir que una cosa es aceptar, aparentando gentileza y altruismo, que había de hacerse algo por los pobres, y combatir a la corrupción, y otra cosa muy distinta es sonreír cuando resulta que poner en práctica esas ideas, implicaba perder ciertos privilegios: a los acaudalados les gusta aplicar el viejo dicho de “hágase la justicia…en los bueyes de mi compadre”.

AMLO fue elegido por más de 30 millones de ciudadanos, mismos que exigían un cambio, y justamente lo ha intentado hacer, desde luego que a su buen saber y entender. Se decidió de prisa y corriendo, levantar el poder adquisitivo de los más desprotegidos, lo que se prueba con dos botones de muestra: a) en programas sociales les hizo transferencias económicas de casi 700 mil millones de pesos, algo nunca visto en nuestra historia; b) determinó aumentar radicalmente el salario mínimo, llevándolo de 80 pesos a 185.56 pesos diarios en la Zona Libre de la Frontera Norte y 123.22 pesos diarios para el resto del país. Toda una proeza.

También combate la evasión fiscal de los sectores privilegiados, que se sintieron lastimados por ello, después de tanto apapacho que habían recibido en sexenios anteriores. Otro renglón fue cambiar la legislación sindical para debilitar a los líderes charros que tanto han dañado a la clase obrera, a la cual impúdicamente dicen defender, y que habían llevado a la penuria.

No se puede negar sus acciones para abatir el gasto suntuario del Gobierno, que siempre había sido una afrenta al pueblo mexicano , funcionando bajo la divisa de “gobierno rico con pueblo pobre”; a la par busca separar el poder económico del político, lo que implica quitar las capas empresariales engordadas por tratos desvergonzados en agravio de la nación, de allí que sea indispensable quitarle a ese poder el control político, “para que el gobierno represente a todos, que no sea una oligarquía al servicio de una minoría rapaz”.

Otra premisa ha sido combatir la corrupción en la administración pública, lo cual no se ha logrado totalmente porque es un mal crónico no solo del gobierno federal, sino de los estatales y de los municipios, incluyendo instituciones descentralizadas y figuras como los fideicomisos. Preocupado por regiones atrasadas, como la del sureste de donde él proviene, les destinó el flujo de recursos. En fin, multiplicó planes para apoyar a las clases sociales más desprotegidas, lo que le vale acervas críticas de sus impugnadores, que sin embargo no pueden negar que todo se ha hecho sin violencia o represión, y lo más admirable, sin recurrir al endeudamiento externo, el incremento de impuestos o el déficit público, recursos usuales no solo de los gobiernos populistas, sino de los regímenes de la llamada etapa neoliberal.

Como afirma Jorge Zepeda Paterson, “El Gobierno hizo bien en hacer cirugía mayor en materia de fideicomisos o del llamado outsourcing, por ejemplo, porque los abusos y la corrupción resultaban evidentes. Pero también es obvio que se utilizó cuchillo de carnicero donde tenía que haberse empleado un bisturí.”(El Informador, 29-XI-20). Sin embargo, ya sabemos que cuando se trata el cáncer, se sacrifican células sanas so pena de que la curación no sea efectiva al eliminar las partes enfermas. Y en nuestro país, la corrupción no cabe duda de que tiene rango de cáncer.

Breve fue el mensaje del uno de diciembre desde Palacio Nacional, apenas 43 minutos. Pero en ellos se mencionaron logros, que aquí hemos anotado y se reconocieron esfuerzos, por ejemplo al personal médico que combate la pandemia o a las fuerzas armadas que con lealtad y entrega trabajan por la nación. Y AMLO admitió limitaciones: “Todavía queda mucho para pacificar el país”, así como desterrar la corrupción y abatir ilícitos graves. “No todo es perfecto”, afirmó, pero “ya logramos sentar las bases para la transformación de México”.

En el análisis de los dos primeros años de la Cuatro T, afirma el escritor antes citado, que “en lo sustancial concluiríamos que el Gobierno se inclinó en la dirección correcta” aunque claro, hubiera sido preferible que no se hubiesen provocado enfrentamientos y se hayan evitado desplantes. Al respecto, debe atenderse la propuesta de los gobernadores “aliancistas” que han ofrecido mediante el diálogo, sumarse a la tarea de trabajar coordinadamente los poderes y los órdenes de gobierno, con lo cual se ensancha el horizonte de la nación.

En conclusión me adhiero al juicio del multicitado Zepeda: “Pese a sus rusticidades e improvisaciones me parece que los errores de la 4T son preferibles que los errores de sexenios anteriores, porque al menos está intentando hacer algo sobre la deuda moral que tenemos con los de abajo».

«Estoy de acuerdo que tampoco puede ignorarse indefinidamente a la otra mitad de México, la más próspera, y que tras el repentino giro en el timón habrá que recomponer, restañar heridas y restablecer el tejido sano que sí ha sido afectado. Dos años polémicos y complicados, con el agravante de una pandemia histórica en el camino. Y, sin embargo, algo por fin se mueve para los que durante tanto tiempo habían sido desdeñados”.

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JALISCO

Lemus ante el desafío histórico del SIAPA

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-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac

La política, en su versión más superficial, se ha convertido en un escenario de promesas vacías durante las campañas, donde los candidatos abordan los grandes problemas de la ciudad con discursos grandilocuentes que, una vez en el poder, se diluyen en selfies y mensajes huecos en redes sociales.

Este “empobrecimiento de la política” se refleja en la gestión del Sistema Intermunicipal de los Servicios de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), organismo responsable de abastecer de agua a cerca de seis millones de habitantes en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG).

Sin embargo, lo que alguna vez fue un modelo eficiente de gestión intermunicipal ha sido desvirtuado por prácticas políticas irresponsables que lo han llevado al borde del colapso, dejando a la ciudad en una crisis hídrica que exige soluciones urgentes.

El declive del SIAPA comenzó hace años, cuando políticos voraces lo convirtieron en un botín político. Durante el gobierno de Emilio González Márquez, el organismo se transformó en una “agencia de colocaciones” para aliados del PAN. Junto con el entonces dirigente estatal del partido, González Márquez repartió gerencias y direcciones entre alcaldes y líderes políticos, priorizando lealtades sobre la competencia técnica.

Este modelo de “cuotas y cuates” se consolidó con los gobiernos posteriores, que continuaron usando al SIAPA como un espacio para colocar a allegados, sin importar su preparación. Un caso emblemático es el de la famosa publirrelacionista, quien, tras manejar relaciones públicas en el Instituto Jalisciense de Reinserción Social (INJANRESO) y firmar convenios para la venta de productos de reclusos, fue nombrada en una plaza directiva del SIAPA por decisión arbitraria de un aliado político.

Este tipo de prácticas refleja la frivolidad que ha caracterizado la gestión del organismo en las últimas décadas.

Como resultado, el SIAPA enfrenta una crisis multidimensional: administrativa, financiera y técnica. Está prácticamente en bancarrota, con un déficit estructural que lo ha dejado al borde de la quiebra.

Mientras tanto, la infraestructura hidráulica de la ZMG, con tuberías y colectores obsoletos, es incapaz de satisfacer las necesidades de una población en crecimiento. Esta situación se agrava en temporadas de lluvias, cuando las inundaciones exponen el colapso de los sistemas de drenaje, poniendo en riesgo vidas y propiedades.

La irresponsabilidad de los políticos que han manejado al SIAPA con fines clientelares ha llevado al organismo a un punto crítico, donde la inacción ya no es una opción. Este escenario ha estallado en el mandato del gobernador Pablo Lemus, quien enfrenta una bomba de tiempo heredada por décadas de negligencia.

Inicialmente, la reestructuración del SIAPA no parecía estar en su agenda prioritaria. La reciente aprobación de un aumento tarifario, impulsada con el peso político del gobierno estatal y los votos de los alcaldes metropolitanos, se llevó a cabo sin un diagnóstico claro ni un plan concreto de reingeniería. Sin embargo, el caso de la publirrelacionista, que destapó las “miserias” del organismo, junto con las crecientes quejas de la ciudadanía y actores políticos por el deficiente servicio de agua, ha obligado a Lemus a actuar.

“Estamos trabajando en una reingeniería absoluta del SIAPA, que abarca desde recursos humanos, áreas administrativas, atención al cliente, hasta la mejora en el suministro de agua potable”, afirmó el gobernador el 27 de julio de 2025.

Subrayó que, tras el incremento de tarifas, el SIAPA está obligado a mejorar: “Lo dije desde el día que se aprobaron las tarifas: el SIAPA debe dar un mejor servicio”.

Lemus ha anunciado una inversión inicial de 9,000 millones de pesos para modernizar la red hidráulica de la ZMG, un esfuerzo crucial para reemplazar tuberías y colectores obsoletos. Este proyecto requiere la colaboración de los alcaldes metropolitanos, quienes forman parte del consejo de administración del SIAPA.

El gobernador ha prometido convocar a sectores clave —técnicos, académicos, empresarios, organizaciones civiles y medios de comunicación— para presentar un plan integral que aborde no solo la gestión del organismo, sino también la infraestructura subterránea de la ciudad.

Entre las soluciones propuestas está el drenaje profundo, una medida necesaria para mitigar el caos que las lluvias provocan en una metrópoli colapsada, donde las inundaciones representan un peligro constante.

La decisión de Lemus es una de las más trascendentes en Jalisco en las últimas cuatro décadas. Rescatar al SIAPA implica no solo sanear un organismo en crisis, sino también realizar una “cirugía mayor” a las entrañas de la ciudad.

Este desafío pone a prueba la capacidad del gobernador para superar las inercias de la frivolidad política que han marcado a la entidad. Si logra ejecutar un plan transparente y efectivo, demostrará el valor de una “buena política” que priorice el bienestar colectivo sobre los intereses de grupo.

Sin embargo, el éxito dependerá de la coordinación con los municipios, la participación de la sociedad y la rendición de cuentas. La ciudadanía, cansada de promesas vacías y selfies, exige resultados concretos: un SIAPA eficiente y una ciudad que funcione, incluso en los días de temporal.

Este momento histórico puede ser un punto de inflexión para Jalisco, donde la gestión responsable del agua marque la diferencia entre el empobrecimiento de la política y un gobierno que cumpla con su mandato.

 

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NACIONALES

El crimen de vivir con dignidad

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-Opinión, por Miguel Anaya

La historia de Irma Hernández es una tragedia mexicana con todas las letras: una maestra jubilada, convertida en taxista para sobrevivir, asesinada por no pagar “cuota de plaza” a un grupo criminal. No es una historia de ficción ni un capítulo más del realismo trágico nacional: es la vida —y la muerte— de miles que hoy, en este país, caminan la delgada línea entre sobrevivir y caer en la estadística.

Irma educó a generaciones enteras. Fue pilar de una comunidad, sembradora de futuro. Pero cuando llegó su retiro, el sistema la premió con una pensión que no alcanzaba para comer, menos aún para sobrellevar una enfermedad o vivir con dignidad. Y es así como la maestra, que durante décadas trabajó para el Estado, terminó su vida buscando ingresos en un volante ajeno, en una ciudad tomada por intereses que no son los de la ley, ni del pueblo, ni de la justicia.

Detrás de esta historia hay una cadena de fracasos: primero, la precarización del trabajo y la miseria disfrazada de pensión. Jubilados que deben seguir trabajando no por gusto, sino por necesidad, son un símbolo de un país que castiga a quienes entregaron su vida al servicio público, a ser productivos. El jubilado no pide riqueza sino dignidad.

Segundo, la inseguridad que se ha vuelto paisaje. No la inseguridad abstracta de cifras y reportes vacíos, sino la concreta: la que se siente en cada esquina, la que decide quién vive y quién muere, la que cobra derecho de piso como si se tratara de una tarifa institucional.

Tercero, el monstruo de la extorsión, esa epidemia silenciosa que arruina comercios, desaparece oficios, y también se cobra vidas. Hoy es más común de pago la cuota de plaza que la del impuesto predial. Se paga por miedo, se paga por costumbre, se paga porque ya no hay autoridad que proteja a nadie que no tenga escoltas, y a veces ni con ellos ajusta.

Y finalmente, el más devastador de todos: la normalización. Hemos dejado de conmovernos. A veces, ni siquiera nos indignamos. Solo registramos el hecho, lo compartimos un par de veces, y seguimos. Como si no se tratara de una tragedia nacional, sino de una rutina ineludible.

Pero en el fondo, lo más alarmante es esto: el crimen organizado ha ocupado las funciones del Estado. Cobran impuestos —llámese derecho de piso—, brindan “seguridad” —a cambio de sumisión—, y regulan el trabajo —con amenazas y violencia. Son, de facto, autoridades paralelas. No solo porque actúan con impunidad, sino porque llenan el vacío que los gobiernos, en todos los niveles, han dejado crecer por cobardía, complicidad o simple ineptitud.

El Estado ya no manda en vastas regiones del país. No gobierna, no protege, no impone justicia. Delegó su deber en el crimen, y este lo ha asumido con eficacia perversa. Las calles ya no responden a las leyes escritas en papel, sino a las que dictan los cárteles con plomo, miedo y silencio.

Irma no fue víctima del azar. Fue víctima de un sistema fallido, de un país que castiga al que trabaja y premia al que amenaza. Su asesinato no es un hecho aislado. Es una muestra de que, en México, hay zonas donde ser honesto y valiente puede costarte la vida.

Hoy Irma es nombre propio, pero mañana puede ser cualquier otro. Porque mientras no se recupere el control del territorio, mientras el Estado no asuma su deber de proteger, mientras no haya justicia ni condiciones de vida dignas para los más vulnerables, este país seguirá siendo eso: un territorio compartido entre los que mandan sin ley… y los que mueren sin voz.

 

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NACIONALES

Abrazos, sablazos y silencio presidencial

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-Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez

Diría el que dijo que las banalidades, intrascendencias y trivialidades “le vienen como anillo al dedo” al horno en que se queman a diario las figuras y figurines de la 4ª transformación.

Poco a poco se agota la estrategia gubernamental de minimizar hasta el punto de la desvergüenza los hechos en los que se muestran claramente las ligas, asociaciones y nexos con las actividades del crimen organizado (sector privado) de connotados miembros del partido en el poder.

No es gratuito ni creíble que una presidente de la república dedique un buen de su tiempo en la maña…nera a la futilidad surgida por las declaraciones del “Chicharito” Hernández y eluda hablar de casos que estremecen por la crueldad, la saña y la impunidad con que actúan a plena luz del gobierno los sicarios, narcos, huachicoleros y no pocos legisladores así como de las acusaciones y señalamientos en contra de funcionarios sobre su participación o complicidad en delitos que ejecutan los “ejércitos y gerentes” de las diferentes “empresas” delincuenciales.

Se desconoce a ciencia cierta si estas noticias que muestran el lado oscuro de MORENA han salido a la luz “gracias” a la información que los capos sinaloenses presos en Estados Unidos de Norteamérica han proporcionado a la opinión pública, porque son los diarios, la televisión, la radio y las redes sociales donde se han ventilado esos bochornosos casos que muestran a “altas personalidades” implicadas en las ilícitas e ilegales actividades atribuidas a los cárteles del crimen organizado (sector privado).

Las declaraciones del Chicharito sobre la masculinidad y las féminas; los chismes de la farándula y las giras promocionales de los gobernantes, llenas de incienso auto promovido, ya no les alcanzan para desviar la atención del problema principal que vive México: la implicación de buen número de funcionarios y militantes de MORENA en las actividades que se catalogan como del Crimen Organizado.

Este contubernio entre delincuentes y políticos no es exclusivo ni de ahora. Viene de hace muchos sexenios. Lo que admira es que los actuales gobernantes llegaron al poder merced a su discurso acusatorio a los “emisarios del pasado” y aseguraron que “todo cambiaría” por el sólo hecho de llegar su partido al poder. Se está viendo que el dicho aquel de “quítate tú para ponerme yo” es lo que realmente ocurrió.

La gente puede ser engañada algunas veces, pero no por siempre.

Los “gringoleaks” irán destapando la cloaca que hace decenas de años se inició entre los narcotraficantes y la gente del poder (políticos, pero también empresarios).

Si los norteamericanos han encendido la mecha para que estalle esta carga de dinamita política es porque existe el material explosivo. ¿Hasta cuándo se dejará de proteger a los implicados en los escándalos, ya por ser parte de las actividades, por “disimulo” o por ser beneficiarios de las muy jugosas ganancias de ese dinero mal habido?

Es así como se ha revelado que los huachicoleros no son solamente perforadores de ductos para “ordeñarlos”. Existe una red de huachicoleo que maneja cantidades industriales de petróleo y sus derivados, con refinerías y redes de distribución y exportación a EEUU, incluidas. Pemex está quebrada; se pretende “inyectarle” miles de millones de pesos para que no sucumba financieramente.

Mientras el gobierno federal busca dinero para resucitar al cadáver de Pemex, los huachicoleros, los peones, alfiles y reyes de esta actividad ilícita, obtienen ganancias exorbitantes que bien podrían refaccionar a la paraestatal sin necesidad de deuda pública. Si hubiera una verdadera acción para arrancar de las negras manos el negro líquido, “blanqueado” por los criminales que lo usufructúan.

Ahí no para el asunto. ¿Si se logra rescatar a Pemex para quién será el beneficio? ¿Para la nación o para quienes se han apoderado de la empresa ahogándola en deudas, ineficiencias y piraterías desde dentro y por afuera?

La punta del iceberg asoma apenas. Si hay “voluntad política” y la misión de sanear al país de tan grave y grande corrupción se terminará la política aquella de “abrazos y sablazos” que no combatió a la ilegalidad lo ilícito y, en cambio, prohijó casos como el de Pemex, Segalmex, Tren Maya, trata de personas, impunidad a los facinerosos en las extorsiones, secuestros, tráfico de drogas, delitos varios y el enriquecimiento muy explicable de los jeques y sultanas de esta nueva ola de políticos que ejercen el poder sin recato, sin escrúpulos y sin moderación.

Ojalá la presidente no desperdicie la oportunidad de oro de establecer su impronta al gobernar y comience a mandar de acuerdo con su leal saber y entender que, se espera, sea para bien de todos los mexicanos.

El humor de los mexicanos es incorregible. Que al gritarle “¡no estás solo!” a Adán Augusto López en realidad las huestes morenísticas aludían a que también están en el ajo, otros miembros del partido acusados de varios delitos, incluso de violación y que la han “librado” porque como dijo Juárez: “Al enemigo, justicia y gracia; al amigo…sólo gracia”.

 

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