OPINIÓN
El temor de un país en caos: Un sexenio ya perdido
Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //
Cuentan de una mujer furiosa con su marido porque, además de mentirle sobre el tamaño de su yate, ahora ella tenía que remar.
El pasado 1 de septiembre, Andrés Manuel López Obrador entregó, en la persona de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez, su Segundo informe de Gobierno al Congreso de la Unión, al tiempo en que nos obsequió, desde Palacio Nacional, otro discurso esperanzador de logros y resultados, de 51 minutos, que sirvió para que unos y otros, fifís y chairos comentócratas, nos entretuvieran con el rejuego de sus propias visiones y fantasías de una misma realidad, lo que me hizo recordar a Mark Twain por una frase de delicioso ingenio: “Una de las diferencias más notables entre un gato y una mentira consiste en que el gato sólo tiene nueve vidas”.
Por su parte, el pasado 3 de septiembre, Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, comentó, en solo dos minutos, los logros de dos años su gobierno. No necesitó de más tiempo porque los neozelandeses la reconocen por sus indiscutibles logros de gobierno gracias a extraordinario oficio político, y porque le creen. Así de simple.
No hay duda, los parlanchines se desbordan queriendo convencernos de talentos que no poseen, y lo digo no solo por López Obrador y sus mañaneras sino por muchos de sus opositores mediáticos que se toman el resto del día, cada día, para criticarlo sin fundamento teórico ni práctico. Son comentócratas de café ante una cámara y un micrófono que los empodera.
No sé si es verdad que no existe la oposición partidista o es una construcción del imaginario colectivo desde los medios de comunicación. Me llama la atención, sin embargo, la proliferación de programas de debate político, social y económico, en radio y televisión, en dónde lectores de noticias se vuelven analistas y repiten lo mismo uno y otro día, pero nada proponen.
El gran peligro de México en 2021 no está en que López Obrador mantenga la mayoría legislativa sino en hacernos creer que no existe una oposición digna y clara, propositiva. Me pregunto quién en Morena o en los medios de comunicación afanados en callar el discurso de los otros partidos políticos tiene la sensatez, oficio y conocimiento político de Dulce María Sauri o Beatriz Paredes, por dar solo dos ejemplos de extraordinarias mujeres priistas. Me pregunto por qué no las invitan a ellas o a otros de iguales virtudes de otros colores e identidades partidistas. Me pregunto si esos medios preparan el circo político que mejor les convenga en 2021 para posicionarse ante la 4T y no perder canonjías, aumentándolas.
Debo confesar que lo que más me molesta de los informes de gobierno no son sus visiones triunfalistas de un año de resultados limitados sino la manera con que disfrazan u ocultan sus mentiras y la ingenuidad de quienes les creen o atacan.
CUENTAS DEFICITARIAS DE UN GOBIERNO
Hasta hoy, las cuentas de López Obrador, como Presidente de México, están en rojo, es decir, nos queda a deber y no tiene con qué pagar. Los ahorritos del gobierno se agotaron y malgastaron. 2021 será el peor año para las finanzas públicas de nuestra historia reciente, nos advirtió el secretario de Hacienda, Arturo Herrera.
AMLO, curiosa y sabiamente, se muestra optimista pues sabe que los derechohabientes de sus dádivas son siempre más baratos para su conciencia que quienes se ganan la vida con el trabajo diario. En 2021, el gobierno pagará no haber salvado empleos y empresas durante la pandemia por el Covid-19.
Recuerdo aquel día en que conté a mi madre que trabajaría en el gobierno desde el DIF municipal y ella me dijo: “Ten cuidado, en el gobierno hay oficinas en las que conviven quienes tienen pocas ganas de transformar a México con quienes tienen aún menos ganas de transformarse”.
Soy, lo declaro, incrédulo de casi todo lo que Andrés Manuel López Obrador suele decir y prometer; sin embargo, igualmente, reconozco como medianamente válido su diagnóstico, cuasi demagógico, de la corrupción, la complicidad y la concupiscencia desde el poder público, privado y sindical, por lo que México necesitaba de un gran cambio moral y ético en el quehacer público y de gobierno.
También en la forma de hacer negocios al amparo de grandes dádivas del mundo empresarial al submundo gubernamental, señalado también por los demás presidentes de México, en sus campañas electorales, en el pasado reciente y lejano, unos con la solemnidad del Revolucionario Institucional como lo hiciera Miguel de la Madrid y otros en lo rupestre de su ser como Vicente Fox con sus víboras prietas, alimañas y tepocatas.
Dicen que la magia, como espectáculo, es el arte del engaño; sin embargo, creo que la política es la expresión máxima de tal arte: el engaño. Desde niño lo escuché y lo confirman las pocas excepciones que he encontrado. Las hay y muy dignas y esperanzadoras.
Crecí en Guaymas, Sonora, y mucho de mi visión y misión de vida estás dadas por la mar. Sé que para hacerse a la mar hace falta no solo saber el destino, sino avituallarse antes de levar anclas; conocer de mareas, corrientes y vientos; saber administrar los víveres y el agua limpia, y mil cosas más como entender que el viaje es de todos y que todos deben llegar felices a buen puerto. Entre la gente de mar, la palabra se honra y el honor se cuida por encima de la vida misma. En un naufragio, el capitán es siempre el último en abandonar el barco. Hundirse con él es lo más digno. Lo que es inadmisible es que el capitán sea quien haga naufragar su barco como hiciera Edward John Smith, oficial comandante del RMS Titanic durante su primer y único viaje en 1912. Hoy, López Obrador lleva a México al caos y no lo importa su naufragio. Su gobierno ya terminó de estar y apenas se encuentra por cumplir su segundo año.
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